SOCIEDAD › UN TERCIO DE LA CIUDAD BAJO AGUA. NO HAY LUZ, TRANSPORTE NI CLASES. 30 MIL EVACUADOS
Santa Fe, en medio de la peor pesadilla
La capital provincial colapsó luego de una lluvia record. Casi todos los accesos están cortados. Miles de personas pasaron la noche en los techos. Hay un muerto y varios desaparecidos. El gobernador estimó que, si sigue lloviendo, los evacuados hoy llegarán a 80 mil.
Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
La peor catástrofe de la historia. La situación de Santa Fe es cada vez más crítica. Desde hace veinticuatro horas la ciudad está sumergida en el caos y en la oscuridad completa. La cuenca del Salado se ha vuelto un río enfurecido que crece a dos centímetros por hora tragándose las casas, las calles, los pueblos completos. La crecida fue la más grande de la historia, no hay parámetros con estos antecedentes. Anoche había un muerto, 30 mil evacuados y casi toda la ciudad estaba sin energía eléctrica. El Salado, en tanto, llegaba casi hasta el pico de los ocho metros y aquí nadie es capaz de vaticinar si seguirá creciendo. Carlos Reutemann fue abucheado e insultado cuando se acercó al Hospital de Niños, pocas horas antes de que ese último bastión sanitario quedara también bajo agua. El escenario entero dejó al gobierno en knock out con una situación de un fuera de control absoluto. “Nadie puede decir cómo termina esto”, resumió el gobernador.
Anoche, cuando ya terminaba el día, la estampida de agua y su furia comenzaba a cubrir el microcentro del corazón político de la provincia. A las nueve, el agua avanzaba sobre las esquinas de la avenida Freire y Mendoza, a metros de la cancha de Unión y a diez cuadras de la Casa de Gobierno. “Esto es peor que un terremoto –decía Carlos Reutemann–. Es la primera vez que desborda la cuenca del río Salado.”
Las zonas más bajas de la ciudad son las más pobres y las que fueron más dañadas. Diez barrios de la zona oeste, levantados sobre las defensas costeras, quedaron cubiertos hasta con tres metros de agua. Las zonas residenciales, en tanto, sufrieron el mismo nivel de anegamiento de los sectores más pobres. Para estos habitantes que poco sabían de la cultura que va construyendo la inundación entre los pobres, la situación fue profundamente crítica. Entre ellos apareció la desesperación y la primera víctima, un hombre del barrio Chalet que se ahogó cuando se dio vuelta la embarcación en la que huía.
Anoche, el gobierno contaba 30 por ciento del casco urbano inundado. Sobre una población de 450 mil personas, los inundados calculados eran ya 50 mil personas. Con esos datos y con los que iba recogiendo, Reutemann calculaba para las próximas horas un pico de crecida capaz de arrastrar a otras 30 mil personas.
A lo largo del día, Santa Fe quedó prácticamente aislada. Las autoridades pusieron vigilancia y cortaron la autopista que une la ciudad con Rosario cuando ya había 50 centímetros de agua. En ese mismo estado están ahora todas las rutas troncales que cruzan la provincia de oeste a este: todas están cortadas. La única vía de comunicación y de escape que tiene la provincia es un puente carretero muy viejo hacia Santo Tomé. Pero esa salida es otro de los puntos críticos. Envueltos por la misma situación de desesperación, un grupo de pobladores de Santo Tomé mantenía anoche un piquete sobre el puente para evitar el cruce de camiones, ómnibus y vehículos de carga pesada.
Con todo, el momento más dramático del día fue durante la tarde. El gobierno había decidido salir a dar pelea defendiendo el Hospital de Niños, uno de los últimos bastiones que a esa altura aún no había sucumbido bajo el agua. El edificio es una de las construcciones más modernas de la ciudad, una mole completamente nueva, con instalaciones de última generación que a esa hora estaba a punto de caer arrastrado por el agua. Reutemann llegó hasta ese puesto sanitario en ese momento. Con un gesto político desesperado, se preparó para llenar bolsas de arena, recorrer las salas e intentar armar las defensas con lo que había a mano sobre una estructura que ya se caía. En breve, el hospital sucumbió. Mientras los directivos subían carpetas, documentos y las computadoras hasta el primer piso, los equipos de rescate se llevaban a los 120 chicosque seguían ahí evacuados. En poco tiempo, la planta baja terminó tapada: estaba cubierta por un metro de agua.
El hospital fue la última porción del oeste de la ciudad que por esas horas seguía de pie. Detrás, uno de los cauces paralelos al río Salado que atraviesa las poblaciones más pobres del cordón urbano había devorando con efecto dominó las casas y las calles de 13 barrios. La caída había comenzado el lunes a la noche, cuando miles de pobladores comenzaron una vigilia atemorizados por las lluvias y el avance del agua. Durante la noche y el día, miles de personas salían de sus casas, trasladándose en carritos, a pie o en bote, intentando llevarse en un acto desesperado todo lo que tenían. A la tarde, en la entrada de la Escuela Normal, uno de los edificios del centro rearmado como refugio, un nene buscaba asilo cargando en las manos una jaulita con un loro, un pan y una lata de paté. En ese mismo estado quedaron otros cientos, pero otros tantos anoche aún no dejaron ni sus cosas, ni sus casas. Seguían trepados a los techos resistiéndose a abandonar sus cosas. Frente a esa situación, Reutemann salió a pedir que “por favor no abandonen los techos a la espera del rescate”. Los rescates, de acuerdo con sus declaraciones, continuarían durante la noche y a lo largo del día de hoy. Será el Ejército el encargado de los socorros y un grupo de baqueanos convocados especialmente irá a dar ayuda guiando las embarcaciones.
El Ministerio de Educación de la provincia suspendió las clases en toda la ciudad. Las escuelas del centro se convirtieron en refugios para los inundados. Las 30 mil personas evacuadas o autoevacuadas están repartidas en las cinco escuelas más antiguas de la ciudad o fueron trasladadas al cuartel del Ejército de Guadalupe, que hasta ahora era un edifico abandonado, sin luz ni agua. El campo universitario, el predio ferial y la estación del Ferrocarril Belgrano, también en desuso, se fueron abriendo para cubrir las situaciones de emergencias.
Nadie sabe aún si esa infraestructura de emergencia será suficiente. La situación de desastre es tal que cada aspecto está desbordado. En medio del caos, el gobierno no parece tener la capacidad de organizar ni las evacuaciones masivas ni la asistencia. Anoche, en los centros no había comida, ni asistencia, y desde la única frecuencia de radio que todavía podía oírse, la gente comenzaba a enviar mensajes buscando a familiares o hijos perdidos.
Hasta ahora, en la ciudad de Santa Fe entraban tres frecuencias de AM y dos canales de aire. Anoche, una sola de esas emisoras, la LT10, podía seguir trasmitiendo. El resto de las centrales de emisión está anclado en Recreo, uno de los barrios ubicados a 20 kilómetros de Santa Fe que a lo largo del día desapareció bajo el agua. De sus 13 mil habitantes, 12 mil fueron inundados.
Durante la madrugada, cuando los barrios no dormían vigilando el avance del agua, hubo actos desesperados de rapiña. Hubo pillajes en las defensas de las casas, hubo quienes robaban bolsas de arena trasladándolas hasta las puertas de sus casas y hubo quienes hasta detuvieron a punta de pistola a un camión volcador para usar la carga como barricada.