SOCIEDAD
Cambio caballo joya, con papeles, por chatita apta para el cartoneo
Cansados de que la policía les incaute los caballos y les cobre multa por trabajar con carros por la ciudad, los cartoneros de Villa Soldati elaboraron su propio Plan Canje: le proponen al gobierno porteño cambiar sus animales por camionetas modelo ‘80.
Por Alejandra Dandan
“¿Qué quieren? ¿Que nos volvamos Nueva Delhi?” Valentín Herrera es uno de los 500 cartoneros del Barrio Fátima, uno de los asentamientos más pobres de Villa Soldati en el sur porteño. Desde hace unos meses la mayor parte de sus vecinos es obligada lentamente a abandonar la recolección de cartones, papeles, metales y botellas que hacían todos los días en la calle. La causa son sus caballos. La policía les quita los animales o los amenaza con hacerlo en función de la ley que prohíbe la tracción a sangre. En ese contexto, ellos ahora han elaborado un proyecto: un plan canje 2003 de camionetas modelo ‘80 por caballos, joya, nunca taxi, que se aprestan a presentar en la Legislatura y en la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad.
El proyecto es algo insólito pero lógico. La idea surgió después de varios debates entre los habitantes del barrio. Allí, reunidos en asamblea, comenzaron a pensar una estrategia con impacto mediático, alguna cosa que pueda provocar una respuesta entre quienes se dedican a barrer con los caballos de la ciudad.
“A ver si nos entendemos –pide la palabra Valentín y habla en medio de una ronda bien democrática: un vecino, un caballo, un vecino, otro caballo–, el ciruja tiene tres cosas en la vida: una familia, una casa y un carro a caballo, ése es su único capital.”
A ese capital se refieren ahora que intentan reconvertirlo. Quieren transformarlo en alguna otra herramienta que les permita –ante la veda– poder seguir trabajando. “Nosotros entendemos que la tracción a sangre está prohibida –dice ahora Lorenzo Loureda, otro de los hombres del barrio–, pero ¿qué quieren? ¿Que hagamos la tracción a sangre nosotros, sin los caballos?”
Desde hace tres meses, la ley que prohíbe la tracción a sangre en el ámbito de la Ciudad cuenta con algunas herramientas novedosas. La norma existe desde mediados de la década del 50 pero la decisión de ponerla en marcha siempre estuvo relacionada con cuestiones como la coyuntura política, los índices de desocupación, la economía o los efectos sociales que podía disparar.
Desde febrero, el Gobierno de la Ciudad entendió que en ese contexto en el que se expandían las tropas de cartoneros por la ciudad era necesario reactivarla. Y para hacerlo se preparó un terreno en uno de los sectores del Parque de la Ciudad para alojar transitoriamente a los caballos incautados. Se activó además el sistema de contravenciones y multas intentando así desalentar a los ya desalentados cartoneros.
En estos meses, la vigilancia y los operativos fueron efectivos. Se hicieron operativos en buena parte de la ciudad, se multiplicaron las detenciones de caballos, sobre todo en el sur y las zonas fronterizas con la provincia de Buenos Aires, desde donde llega un buen número de cartoneros.
Frente a ese cerco, la gente siguió y sigue saliendo. Hubo grupos que con el apoyo de los sectores movilizados de los desocupados hicieron medidas de protestas con cortes en Puente La Noria. Y más tarde o más temprano ellos y otros grupos volvieron a la calle, con cautela, temerosos y elaborando planes meticulosos para escaparles a los circuitos de control policial. Lo hicieron así porque, como dicen acá, no les queda otra: “Si nos tenemos que deshacer de los caballos –dice otro de la asamblea–, ¿qué hacemos?” Al lado, una mujer agrega: “Escúcheme, señorita, ustedes tienen que ver lo que está pasando acá, porque si no fuera que uno tiene necesidades no se va a ir a trabajar con la basura”.
Durante este tiempo buena parte de ellos conoció la abstinencia. La suma de operativos contra los caballos ha dejado sin su capital a buena parte de los cartoneros de este lugar. En ocasiones perdieron los caballosdurante tres días y sólo los recuperaron cuando lograron conseguir los 85 pesos con diez centavos para pagar la contravención.
La lista de caballos secuestrados es larguísima, y la secuencia terminó cansándolos. Por eso, ahora idearon una alternativa para dejar los carros, venderlos pero conseguir a cambio un capital que les garantice trabajo. En ese contexto, apareció el Plan Canje que ahora explica Valentín, a cargo de la palabra: “Porque nosotros no estamos pidiendo ni una camioneta cero kilómetro, ni una del año 2000 ni una 4x4”, aclara. “Queremos una camioneta vieja, tal vez modelo ‘80 para ir zafando.”
El análisis de los cartoneros es el siguiente: cada carreta, con su caballo, las riendas y una montura puede costar entre 1000 y 4000 pesos, de acuerdo con el modelo, la antigüedad y hasta –obvio– las condiciones del animal. Una camioneta modelo ‘80, en tanto, tiene un piso de 4000 pesos. En ese sentido, creen que podrían hacer esa suerte de trueque, canje o intercambio con la lógica de los viejos y extinguidos Plan Canje. “En aquel momento –sigue Valentín–, los planes venían con una trampa: te obligaban a sacar un 0 kilómetro y nunca podías llegar. Ahora nosotros pedimos un plan pero con reglas distintas, no un cero kilómetro sino una camioneta vieja.”
Valentín es uno de los hombres del barrio que conoció aquellas reglas de juego. Durante la era del Plan Canje tuvo en sus manos un auto de mediados de siglo que consiguió cambiar. En ese momento, alguien le tasó su coche, le dieron un cheque que pudo cambiar en un círculo paralelo al legal y finalmente compró el colectivo con el que ahora sale a cirujear. Eso quiere hacer ahora el resto de la gente.
“Porque acá la mayoría cirujea –dice todavía–, y si le sacan el carro qué le va a dar de comer a los hijos... ¿Se entiende? ¿O hay que explicar más?”