Jueves, 2 de mayo de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › COMO SE VIVIO EN BUENOS AIRES LA INVESTIDURA REAL DE GUILLERMO Y MAXIMA
Por Soledad Vallejos
Con los primeros rayos de sol, el hipódromo se fue poblando: unas 500 personas, en su mayoría pertenecientes a la comunidad holandesa en Argentina, acudían al evento que la Embajada de los Países Bajos había preparado para acompañar desde Buenos Aires el minuto a minuto de Amsterdam. Como en la ceremonia real, los invitados debían seguir el camino azul (uno de los tres colores de la bandera holandesa, junto con el blanco y el colorado), pero luego doblar hacia las escaleras que conducen al salón del restaurante de la tribuna oficial. Desde los ventanales se avistaba la pantalla gigante que, sobre la pista, transmitía la señal de la televisión holandesa; de tanto en tanto, frente a ella pasaban jockeys entrenando caballos.
Escaleras arriba, sobre los manteles blancos irrumpían algunos tulipanes naranjas, algún café, pero también alguna bandejita con chipás, cortesía de uno de los tantos sponsors de la ocasión. No habían dado las 9 de la mañana. En el salón que da a Libertador, los alfajorcitos alternaban con el café y la publicidad televisiva, permanente, de una marca de cerveza. Por los salones deambulaban invitados que habían volcado más entusiasmo en el look anaranjado que en el ánimo festivo: estolas naranjas, alguna señora con coronita –naranja– de cotillón, anche diadema de juguete; también, corbatas, zapatos, estolas, sacos. En casi todos los casos, de la solapa o equivalente colgaba la escarapela holandesa, pequeña corona de juguete incluida. La excepción fue Hemmy Kempkes, el holandés barbudo de 67 años llegado a Buenos especialmente para conocer el lugar donde se había criado su nueva reina: enteramente de naranja, a excepción de los zuecos (uno naranja, otro celeste y blanco), demostró fervor de principio a fin de la reunión.
Una soprano cantó el himno; un video mostró imágenes de la ex reina Beatriz mientras sonaba una versión de Ne me quitte pas en holandés. El embajador se dirigió a la concurrencia para advertir que hablaría exclusivamente en holandés; “Así que, si no entienden, acérquense a alguien que pueda traducirles”; cumplió. Más tarde dio algunas entrevistas en un español trabajoso y ponderó la “inteligencia” de Máxima.
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