Martes, 4 de junio de 2013 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
Conocida este fin de semana la declaración del Dr. Oscar Parrilli acerca del traslado del monumento a Cristóbal Colón a Mar del Plata, hay que celebrar que quienes nos oponíamos ahora contamos con información oficial.
Esto permite mejorar el nivel del debate acerca de esta decisión que, con oportunismo total, el macrismo porteño se apresuró a condenar después de que hicieron silencio durante meses. Es evidente que sólo vieron en el monumento a Colón una nueva oportunidad de hacer antikirchnerismo barato. Claro que a eso contribuyó el propio gobierno nacional –todo hay que decirlo–, al regalarles al alegre equipo municipal y a los medios hegemónicos un traje a medida.
Como sea, la reiterada decisión de trasladar el monumento sigue siendo, en mi opinión, un error. Las razones ahora expuestas son débiles e inconsistentes para insistir en semejante movimiento y gasto.
En primer lugar, porque la cuestión de la competencia en “el cuidado, mantenimiento y custodia de toda la Plaza Colón” no es lo que está en juego. Lo que se reclama es que no se traslade el monumento a Mar del Plata, ni a ningún otro lado. Eso, y no otra cosa, es lo que hay que debatir. Y si no es demasiado pedir, con grandeza.
Es intrascendente que el monumento a Colón haya sido, o no, declarado Monumento Histórico Nacional. Como también lo es la sanción de una ley declarándolo “bien integrante del patrimonio histórico y cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, hace apenas unos días... Tampoco hacen al caso las “dos violentas agresiones sufridas por el monumento a Colón a lo largo de su historia”, como destaca la nota del Dr. Parrilli. Ni tampoco si la gestión macrista aceptó ceder en 2007 “el cuidado, mantenimiento y custodia de toda la Plaza Colón, incluido su monumento, por razones relativas a la seguridad de la Casa Rosada”.
Nada de eso hace a la esencia de la cuestión. Lo que se pide es que se deje el monumento en su lugar, y se lo repare si está dañado. Eso, y no una disputa político-jurídica más. Quienes reivindicamos la permanencia del monumento en su sitio original no nos interesamos por la disputa judicial entre dos administraciones, ni por un nuevo carnaval de cautelares. Noso-tros simplemente queremos que por respeto a la Historia, la estética y el cuidado de los monumentos públicos en los sitios donde originalmente se los instaló, el de Colón continúe donde fue colocado hace un siglo. Y si en efecto está dañado, queremos que se lo repare.
Y el mismo reclamo vale para todas las estatuas, esculturas, conjuntos artísticos arquitectónicos y demás ornamentos urbanos. En todo el territorio nacional.
Por eso sí importa la información respecto del “grave nivel de deterioro que registraba el monumento a Colón” ya en 2008, así como “el riesgo estructural” y “la necesidad de su desmontaje a los efectos de su preservación patrimonial”. Lo cual no aconseja traslado alguno sino que habla de la urgencia de una refacción integral para la mejor conservación del monumento. Lo que puede y debería hacerse en el sitio en que está emplazado.
También hay que subrayar la debilidad argumental del “pedido de la comunidad italiana de Mar del Plata”, que se contrapone a decenas de pronunciamientos de asociaciones italianas, y de la prensa de toda Italia (que se recomienda leer a los responsables de la idea del traslado).
Y finalmente, respecto de la donación por el Estado Plurinacional de Bolivia de una escultura de la Generala del Ejército Argentino Doña Juana Azurduy, reitero lo escrito en este diario el pasado 20 de abril, y que acaso la Sra. Presidenta y el Dr. Parrilli han leído: el mejor honor a Azurduy sería erigir ese monumento en el Campo de Polo de Palermo, que es propiedad del Estado argentino y funciona bajo control del Ejército.
La Historia de una Nación no es propiedad de un único conglomerado humano, y sobre todo no se cambia de un día para otro, ni es bueno que lo haga un solo gobierno, por más legitimidad que tenga. El debate histórico siempre es necesario y lleva mucho tiempo, y es bueno que así sea. Es un don magnífico de la democracia.
Por eso es absurdo convertir este debate, necesario y republicanamente saludable, en una cuestión “K o anti K”. Como sería absurdo, en mi opinión, el empecinamiento en no dar marcha atrás cuando se ha tomado una decisión errada. Si una virtud tuvo Colón en vida fue ser un tano tozudo. Sólo así pudo emprender su alucinada travesía. Pero no por eso la tozudez es un valor político. Todo lo contrario.
Aunque el traslado parece ya irreversible, quiero creer que en el gobierno nacional alguien entenderá, todavía, que es más conveniente, sensato, razonable y respetuoso de la Historia y de la cultura inmigratoria de nuestro país, dejar al gran navegante genovés en su emplazamiento original, restaurado y embellecido. Y colocar a la Generala Azurduy en el sitial de honor de un hermoso predio del Ejército Argentino. Ojalá en los oídos del poder no impere la sordera.
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