Viernes, 24 de enero de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › CRONICA DE UN VIAJE EN EL NUEVO TREN A LA PLATA
Los pasajeros sacan fotos de sus primeros viajes. Los vagones tienen aire acondicionado, asientos reclinables, cortinas, bandejitas y tomacorriente para enchufar la notebook.
Quién lo hubiera dicho: viajar en tren puede resultar una experiencia agradable. Incluso con calor extremo. Incluso en hora pico. Son las cinco y media de la tarde en la estación Constitución y el nuevo tren rápido a La Plata acaba de salir del andén trece. En menos de una hora, la formación llegará a destino y los pasajeros, tras haber disfrutado del aire acondicionado y los asientos reclinables, sentirán eso que parecía imposible: que viajar, a veces, puede ser un verdadero placer.
Dos chicas que pasan caminando por el pasillo del vagón se paran para sacarse una foto. No serán las únicas. Varios pasajeros se retratarán con sus celulares en el interior de los coches O kilómetro. Otros preferirán enchufarse a los auriculares y escuchar música o la radio. Pero la gran mayoría, aprovechando el ambiente silencioso y los asientos acolchados, correrará la cortina y optará por la siesta.
Los nuevos trenes de la línea Roca comenzaron a circular el lunes pasado. El boleto cuesta hoy 8 pesos, aunque se estima un aumento para comienzos de febrero. En total, el Ministerio del Interior y Transporte incorporó cuatro trenes, con cinco vagones cada uno. Las formaciones tienen capacidad para 331 pasajeros.
Estefanía Borthiry ceba un mate para su compañero de asiento –y de trabajo– y dice: “Este tren nos cambió un poco el viaje cotidiano. Llegás a tu casa más relajado, ése es el tema. Es una preocupación menos, un desgaste menos”. Estefanía tiene 30 años y viaja todos los días por trabajo desde La Plata hasta Constitución. “Imaginate que con este calor en los trenes de antes hacía 40 grados. Ahora con el aire estamos bárbaro.”
La formación va al tope, con su capacidad prácticamente colmada. Muchos pasajeros, es cierto, cambiaron recientemente de medio de transporte. Aquellos que hasta hace poco buscaban confort y podían pagarlo viajaban a la capital provincial en micro. Pero desde el lunes pasado, con la incorporación de estos nuevos coches, comenzaron a emigrar. “Yo me pasé ayer. No podía seguir pagando los 25 pesos que te cobra el Plaza o la Costera. Y la verdad es que acá se viaja muy bien. Es como un avión. Espero, eso sí, que los cuiden, que duren y que no los pinten como al resto”, pide Juan Escasena, un hombre de 55 años que vive en La Plata y trabaja en la ciudad de Buenos Aires.
El tren avanza a toda velocidad y el traqueteo es mínimo, casi imperceptible. Ya quedaron atrás Avellaneda, Sarandí, Villa Dominico y Wilde. El servicio –que se presta de lunes a viernes, dos veces por la mañana y dos veces por la tarde– tiene paradas intermedias sólo en Villa Elisa y City Bell. Si no tiene demoras, habitualmente el viaje dura 54 minutos. Además del aire y los asientos, los nuevos trenes cuentan con calefacción, baños, puertas automáticas y frenos con tecnología ABS.
Sentado del lado de la ventanilla, Héctor Montenegro se limpia las lágrimas con el borde de su mano y confiesa: “Estoy orgulloso, qué querés que te diga. Esto me lo merezco desde hace años”. El hombre tiene 54 y hace 35 que es operario del Ferrocarril Belgrano. Recuerda sus comienzos en los talleres de Los Hornos, en La Plata, donde entró como aprendiz. “A veces pienso que dediqué mi vida a los trenes y por eso, al ver esto, me emociono. Es un lujo.” Desde el lunes, Héctor se levanta a las 5, toma el 275 y llega a la estación de La Plata justo a tiempo para subirse al rápido de las 7.33. Después, al finalizar su jornada de trabajo, regresa a su casa en el expreso de las 17.28. De pronto, Héctor descorre la cortina y acerca la cara a la ventanilla. “Es una seda, ¿viste? Las vías ni se sienten. Increíble. Esto me encanta.”
Cada asiento dispone de una mesita plegable. Algunos apoyan allí el mate o la gaseosa. Otros despliegan su notebook, que pueden alimentar con unos toma corriente distribuidos en las paredes.
El tren llega a Villa Elisa y buena parte de los pasajeros se arrima a las puertas. “Por favor, aguarden a que la formación esté completamente detenida para poder descender”, avisa por los altoparlantes la locutora. Al rato, Héctor Anriques, el guarda a cargo del tren, hace sonar su silbato y el tren retoma su rumbo. “Tengo 60 años y hace 30 que soy guarda –cuenta–. Estos trenes son una barbaridad. Les tenemos que tomar la mano con algunas cosas, como el sistema para abrir las puertas, pero nada es complicado.”
Mientras al fondo cae la tarde, la formación entra a la estación de La Plata, con una demora insignificante. “No olviden sus pertenencias personales”, indica por último la locutora. Los pasajeros descienden del tren y no falta aquel que se saca la última foto con los coches O km.
Informe: Nicolás Andrada.
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