Domingo, 13 de abril de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › EL CORTEJO PARTIO DEL CONGRESO, PARO EN EL SAN MARTIN Y FUE AL PANTEON DE ACTORES
El gran actor fue despedido por su público y sus colegas, que siguieron el cortejo del Salón de los Pasos Perdidos a la Chacarita, con una parada frente al teatro donde tuvo algunos de sus mejores momentos.
Por María Zentner
“Yo pensaba ir a la Chacarita pero, ¿qué querés que te diga? Preferí venir al lugar en el que más lo disfruté, en el que más satisfacciones nos dio a todos”, explicaba una señora a su amiga. Las dos, expectantes, apretaban claveles rojos en la puerta del Teatro General San Martín, junto a decenas de personas que esperaban para saludar la partida de Alfredo Alcón. Eran casi las diez de la mañana y una lluvia pasajera humedecía el pavimento. La del San Martín fue una parada del cortejo fúnebre en su ruta desde el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso hasta el Panteón de la Asociación Argentina de Actores, donde el gran actor recibió sepultura ayer a las doce del mediodía. Norma Aleandro, Guillermo Francella, Joaquín Furriel, Peto Menahem, Pablo Codevilla, Julián Alvarez, Cecilia Rossetto, Adrián Suar, Oscar Ferrigno, Nicolás Cabré, Nora Lafón y Ana María Picchio fueron algunos de los amigos, colegas y personalidades presentes.
El color de las flores amontonadas en dos coches frente a la entrada lateral del Congreso se recortaba sobre el gris de los edificios y del cielo. A las nueve de la mañana todavía era posible entrar a la capilla ardiente donde se veló al artista desde el viernes a las dos de la tarde, por donde pasaron representantes de la cultura, la política y los derechos humanos. Sobre el féretro, un guardapolvo blanco del sindicato docente Ctera saludaba: “Maestro de la vida”.
“Se le pianta un lagrimón a Dios porque se despide a un grande”, declaró Julián Domínguez en referencia a esa tímida lluvia que cayó momentos antes de que arrancara el cortejo, y agregó: “Es un icono de nuestra generación. Seguramente, ya está allá arriba charlando con Borges y con Perón”. El presidente de la Cámara de Diputados obsequió, en nombre del Congreso y por considerarlo un referente cultural durante los treinta años de democracia, la bandera que cubría el cajón.
Frente al Parlamento, Juan Gil Navarro expresó admiración y tristeza por la pérdida de aquel que fue guía, maestro y ejemplo para generaciones de actores: “Ahora es una estrellita más en el cielo que nos dice hacia dónde ir”. El cortejo fúnebre se puso en marcha minutos antes de las 10 y media.
Mientras, la puerta del San Martín se había ido poblando poco a poco. Por los parlantes se oía la voz de Alcón recitando a Lorca, y la potencia de esas palabras colmaba el hall del teatro y la vereda. “Los caminos de Federico” fue la banda de sonido de esta puesta en la que el actor invitaba a su despedida.
En grupos de a tres o cuatro, se mezclaban con el público actores, directores y políticos, entre ellos el ministro de Cultura porteño Hernán Lombardi y el ex jefe de Gobierno de la Ciudad Aníbal Ibarra. Aquí y allá, los saludos y los abrazos se repetían. Se percibía un ánimo de celebración y respeto. Un grupo de diez adolescentes que pasaba por la calle fue aminorando la marcha hasta frenar justo frente a un parlante. La voz tronaba “¡Protesto, protesto!” y los pibes, hipnotizados, se quedaron mirando hacia adentro, sin hablar, escuchando el texto con expresión perpleja. Pasó un minuto y, como movidos por una fuerza invisible, volvieron a la marcha.
Para cuando llegó el cortejo fúnebre, las dos veredas de la avenida Corrientes al 1500 estaban atestadas de gente. Un aplauso cerrado que duró más de cinco minutos y una lluvia de flores fueron la manera, el tributo, el saludo, la prueba de admiración y agradecimiento que acompañaron la despedida en ese espacio sagrado para Alcón, escenario de algunas de sus más memorables interpretaciones. La voz amplificada, firme, del actor aclamaba: “A las cinco de la tarde./Eran las cinco en punto de la tarde./Un niño trajo la blanca sábana/a las cinco de la tarde...”, en los versos de “La cogida y la muerte”, de Federico García Lorca. Frente a una de las fotos del artista ploteadas en las puertas principales del teatro, una mujer, apoyada en el vidrio y con la mirada empañada detrás de los lentes oscuros, recitaba de memoria las estrofas del poema.
El cortejo siguió su camino hasta el cementerio de la Chacarita, adonde llegó a las once y media de la mañana. A su paso, en las esquinas de la avenida Córdoba, se sucedían aplausos y muestras de afecto. Previo a la sepultura definitiva, tuvo lugar una breve ceremonia religiosa en la capilla central. Cada entrada y salida del féretro de escena era acompañada por pequeñas multitudes que aplaudían en silencio. El Panteón de la Asociación Argentina de Actores estaba rodeado de personas y de cámaras que intentaban registrar los últimos momentos de la partida del actor. En uno de los laterales, en un arranque de cholulismo necrofílico, una mujer le pedía al marido que le sacara una foto con la corona de flores que había enviado la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Los restos mortales de Alfredo Alcón ingresaron al panteón a las doce del mediodía. El saludo final, el último adiós: un aplauso. Telón.
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