Sábado, 24 de octubre de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › OPINION
Por Mariano Molina *
Hace pocos días, mientras se cumplían seis años de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en la ciudad de Buenos Aires sucedía un hecho educativo y comunicacional inédito: el 8 y 9 de octubre se realizó el primer Encuentro Nacional de Radios de Educación Superior (Radios IES) organizado por el Instituto Nacional de Formación Docente (Infod) del Ministerio de Educación de la Nación, donde participaron más de 600 estudiantes, docentes y directivos.
Y si las leyes muchas veces son invisibles en la vida cotidiana, en este acto concreto aparecen instituidas de políticas públicas y prácticas colectivas. El proyecto, potenciado al amparo de la Ley de Educación Nacional y la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, comenzó hace menos de tres años. En este corto plazo, el Infod, en convenio con la Afsca y la CNC, emplazó 50 radios en Institutos de Educación Superior de 21 provincias y realizó casi 200 capacitaciones y asistencias técnicas que alcanzaron a más de 12 mil personas (entre estudiantes, docentes, directivos y actores de cada comunidad) para poner en marcha la propuesta. Además, las emisoras cuentan con un equipamiento que –en su gran mayoría– les permite llegar a toda la ciudad donde están radicadas; datos que muestran la clara voluntad de una política socio-educativa de carácter masivo e inclusivo.
Estos medios de comunicación se proyectan sobre dos ejes centrales. Por un lado entender a la radio como herramienta pedagógica dentro del contenido curricular, lo que implica reconocer al dispositivo como un elemento clave y necesario en la cotidianidad del mundo educativo y el acceso a otros lenguajes, interpelando los sentidos puramente difusionistas o instrumentales. Por otro lado, participar como actores públicos en la vida de cada una de las comunidades donde están ubicadas.
Las radios socioeducativas –entonces– no se planifican como simples espacios de recreación. El enorme esfuerzo del Ministerio de Educación no se reduce a una declaración de buenas intenciones, sino que propone intervenir en los debates públicos de cada localidad y en esa acción –a la vez– construir medios de comunicación que puedan establecer diferencias claras con la hegemonía comunicacional que se expande por el territorio nacional.
Esta desafiante tarea de promover y generar lenguajes y prácticas de comunicación que tratan de cambiar el orden establecido implica ir un poco más allá de la transmisión de otros contenidos (los contenidos “ocultos”), porque se busca promover una acción de comunicación que interpele las formas dominantes construyendo espacios alternativos, contra-hegemónicos, plurales y diversos.
Esta experiencia, junto a otras existentes, refuerza el cambio de paradigma en relación al lugar que ocupan algunas instituciones del Estado y sus iniciativas en la vida social y política. En la actualidad, gran parte de las luchas e interpelaciones a los poderes dominantes y concentrados se da desde territorios estatales. Y si no se realiza el ejercicio de profundizar algunos debates puede suceder que la educación se siga entendiendo como simple aparato de control estatal, lo que produce una paradoja (o contradicción) interesante, porque –precisamente– es desde prácticas estatales que se propone ejercer resistencias y en el mismo acto promover alternativas, multiplicar voces y consolidar derechos, lo que explica un poco el inédito y desafiante momento que vivimos.
A la vez, estas políticas que contienen actores diversos y contradictorios, establecen un marco democrático y republicano que contrasta –casualmente y no tanto– con la mirada dominante que la corporación mediática quiere imponer sobre las políticas públicas.
Las Radios Socioeducativas IES se pusieron en marcha y van caminando. El desafío de continuar creciendo no se va a resolver únicamente en un acto eleccionario, porque depende (también) del compromiso permanente de quienes trabajamos en el sistema educativo público y de las comunidades que intervienen. No es un camino fácil y seguramente se presentarán nuevos obstáculos. Pero si miramos un instante hacia atrás, es una apuesta novedosa, provocadora y motivante para quienes entendemos que el mundo de la comunicación y la educación no pueden transitar por sendas separadas y que estas políticas constituyen soberanías y horizontes de igualdad que hay que cuidar y seguir construyendo.
* Periodista y docente.
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