SOCIEDAD › OPINION
El detergente que no limpia el estereotipo
Por Eleonor Faur y Sofía Harari *
No hay duda del importante avance que las mujeres han tenido en las últimas décadas, básicamente en términos de ampliación de sus niveles educativos e incorporación al mercado de trabajo. Pero todos estos avances conviven con persistentes desigualdades y con una cultura que perpetúa –de formas más o menos sutiles– una serie de estereotipos de género no siempre detectados. Estos estereotipos no sólo tienen efectos importantes en la construcción de subjetividades sino que consolidan inequidades en las relaciones sociales, plasmándose en los diversos escenarios en los que hombres y mujeres interactuamos.
Los medios de comunicación juegan un papel central en la reproducción de dichas pautas culturales. Cuando los mensajes llegan a través de la señal de televisión, cuando se filtran en programas de entretenimiento, en publicidades y en canales especializados en niños, el tema amerita una especial atención. Es el caso de la publicidad de un detergente que dice ser tan concentrado como muestran ser los prejuicios a los que se apela para su comercialización.
La propaganda comienza en un colegio mixto y en una clase de cocina en la que participan niños y niñas. La profesora sugiere (o sugirió) una competencia. La consigna es preparar una lasagna. Todo es relatado por la voz de un niño. Enseguida notamos que los grupos se encuentran divididos en varones y mujeres. El relato continúa en primera persona por el niñito. Como corresponde, las niñas, que nacen sabiendo cocinar porque para ello fueron creadas, preparan una perfecta pasta. A los varones, que de estos menesteres poco saben, se les quema la suya. Entonces comienza la segunda parte de la competencia, consistente en el lavado de las cacerolas y demás elementos. Por supuesto, las niñas llevaron un detergente (porque era parte de la tarea y las niñas solemos ser muy aplicadas). El detergente es de pésima calidad y no permite retirar los restos de lasagna. Pareciera que las mujeres no sabemos pensar ni elegir siquiera un buen detergente. Los varones, por su parte, se olvidaron de llevar el suyo. Pero, como son unos vivos bárbaros, se acomodan con la cocinera de la institución que, ni corta ni perezosa, les proporciona su detergente. A la sazón, el de la propaganda de marras. En cuestión de segundos, la pirex está impecable y reluciente. ¿Qué hacen las chicas? Aprenden de los varones (que usaron el cerebro y no las manos ni la memoria) y utilizan el mismo detergente que ellos. Así, el comercial finaliza con una frase donde –palabra más, palabra menos– el niñito manifiesta expresamente que las chicas “finalmente aprendieron”.
De un modo aparentemente simpático, y haciendo honor a los tiempos de la televisión, en pocos segundos de aire se promueve una competencia entre varones y mujeres que muestra que, aun en los espacios tradicionalmente femeninos, los varones salen victoriosos y las mujeres aprenden de ellos. Porque el éxito final no se alcanza por el entrenamiento sistemático de capacidades domésticas, ni por compartir destrezas unos/unas con otros/otras. El eje de la cuestión está en la astucia, la picardía y la inteligencia. Así, los chicos admiten que la lasagna de las chicas estaba buenísima, pero no muestran ningún interés por el intercambio de saberes. Por su parte, las chicas, en su afán de lavar, ni siquiera notan que pasan y pasan las horas, que los chicos ya salieron del colegio y que la profesora se duerme sobre el escritorio mientras ellas insisten con un detergente ineficaz. El día de las niñas no termina con el estudio ni con el timbre reglamentario. Las chicas, fieles a su karma doméstico, limpian fuera de hora sin que nadie las exima de esa carga. Tal vez preparándose también para las jornadas circulares que les esperan de grandes. En suma, las lecturas que pueden hacerse de esta publicidad son múltiples y sobran ejemplos inversos en los que los adultos varones no eligen bien el jabón en polvo o se paralizan frente al misterio de un lavarropas. Pero, en estecaso, preocupa el modo en que los niños y niñas, aun en épocas de equiparación de derechos formales, continúan absorbiendo imágenes que estancan viejos modelos de género.
Sin duda, los avances jurídicos son importantes, pero insuficientes. Es poco feliz que a esta altura de los tiempos (a 25 años de la firma de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer) continuemos produciendo, proyectando y naturalizando mensajes de este tipo.
* Integrantes del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA).