SOCIEDAD
El puñetazo de una señora enojada frustró un asalto
Eran dos jóvenes ladrones. En el primer restaurante un hombre les sacó un arma. Huyeron. En el segundo, una señora mayor le dio un puñetazo a uno y después los clientes los atraparon. Entre ellos estaba el juez Julio Cruciani.
Una mala noche la tiene cualquiera. Pero la del lunes fue verdaderamente desafortunada para la pareja de delincuentes que pretendió robar dos restaurantes en Recoleta. En el primero, un hombre mayor forcejeó con la chica y le arrebató uno de los tres revólveres que tenían. Salieron corriendo y a apenas una cuadra trataron de asaltar una casa de comidas regionales. Allí una mujer de cerca de 60 años se abalanzó sobre el joven, le dio un certero puñetazo y provocó una nueva huida. La fuga duró poco: en la esquina de avenida del Libertador fueron atrapados por los clientes del local –entre ellos el juez Julio Cruciani– que los iban persiguiendo.
En el restaurante Yatasto, de Ayacucho al 2100, cenaban como tantas otras noches los socios de la Asociación de Propietarios de Caballos de Carrera. José León, integrante de la comisión directiva, había pedido un bife con huevos fritos acompañado de un buen vino. “José iba para el baño por el corredor cuando se cruzó con esta chica que tenía un revólver, mientras su compañero corría, también armado, hacia la cocina”, contó a Página/12 Ricardo Sauce, secretario de la entidad y testigo del hecho.
El hombre forcejeó con la joven y logró quitarle el arma. “José estaba enloquecido y les dijo que se fueran porque si no les iba a tirar”, agregó Sauce. A los delincuentes se los veía bastante nerviosos y, ante la amenaza, prefirieron huir sin llevarse absolutamente nada. “José no disparó porque tenía miedo de darle a alguno de los amigos, pero cuando vio que se escapaban sintió un poco de lástima porque parecían estar muy desesperados”, señaló el testigo. En tres minutos, los ladrones abandonaron el local y hasta el arma que el damnificado les había quitado. Corrieron hasta la esquina de Posadas, donde doblaron a la derecha para encarar hacia el próximo objetivo: el restaurante El Sanjuanino.
El local estaba lleno. Turistas franceses y norteamericanos comían algún locro, tamales o empanadas bien criollas cuando los vieron entrar. La chica, de 18 años, se sentó a la mesa ubicada al lado de la puerta. El joven, de 17, avanzó hacia la caja, amenazó a los empleados y robó la recaudación. Luego recorrió cada mesa para llevarse más dinero y objetos personales. En plena tarea, muy cerca de la salida, observó con asombro la reacción de una mujer que se levantaba de la segunda mesa y se le tiraba encima.
“Veo que una mujer de aproximadamente 60 años sale decididamente como que se va del local y yo pensé ‘ni siquiera se da cuenta de que hubo un asalto’”, explicó el juez Julio Cruciani. “El delincuente se sorprendió y la paró con una mano en el hombro –continuó el magistrado–. Ella le contestó con un empujón y luego le dio un trompis en la mandíbula que lo dejó casi nocaut.” La protagonista sería una argentina que vive en Nueva York y estaría casada con un artista. Habría estado de paso en Buenos Aires, donde se alojaba en un hotel. Esa noche cenaba con un hombre en el restaurante, del que se fue inmediatamente después del frustrado asalto.
“En esto jugó el elemento sorpresa porque no es habitual que una señora mayor se abalance así, quizá si hubiera sido un hombre el delincuente directamente le tiraba”, opinó la propietaria de El Sanjuanino. Hace 25 años que este local de “comidas precolombinas” funciona en Posadas al 1500. Los comercios de la zona son blanco fácil de ladrones y varios optaron por cerrar. Además, esa cuadra no está demasiado iluminada por las noches, según dijeron los vecinos. El juez Cruciani se mostró sorprendido por la “audacia de la mujer que se jugó”. “Cuando la señora avanzó, todo el mundo pegó un grito fuerte ¡noooooo!”, recordó la dueña del lugar.
Al ver que la mujer atrapaba al delincuente, los mozos y otros clientes se acercaron a colaborar. Los jóvenes escaparon de nuevo por Callao, con la intención de abordar un taxi. La chica llegó a subir al vehículo, mientras que su compañero quedó a mitad de camino. “La gente los estaba corriendo y el auto lo llevó arrastrando hasta Libertador”, contó un kiosquero. En la esquina de las dos avenidas un policía que estaba de custodia logró detenerlo. Lo que no pudo frenar fue la energía de lagente. “Casi se produce un linchamiento –señaló Cruciani–. Se ve que estaban volcando una bronca transferida, pensarían que le estaban pegando al banco y no a los delincuentes.”
Informe: Romina Ruffato.