SOCIEDAD › UN POLICIA DE LA FEDERAL SOSPECHADO DE EJECUTAR A ADOLESCENTES EN LUGANO
“El terror de los pibes del barrio”
Primero fueron dos chicos de 17 años muertos en Cruz y Saladillo. Luego, un joven de 21 años asesinado en un supuesto tiroteo. En ambos casos, familiares y vecinos acusan a un sargento que, aseguran, recorre la zona de Lugano con amenazas y aprietes para mantener “limpio” el lugar.
Por Carlos Rodríguez
Sobre Francisco Fernández de la Cruz al 6600, frente al colegio Mac Nab Bernal de los Hermanos Maristas, en el barrio porteño de Villa Lugano, tres cuadras antes de entrar en territorio bonaerense, las manchas de sangre que habían quedado en el asfalto fueron lavadas con agua bendita para “salvar el alma” de los dos chicos que murieron en un supuesto enfrentamiento. En la causa judicial, el acusado por el doble homicidio es un suboficial retirado de la Federal que alega que se defendió a tiros con su 9 milímetros cuando fue víctima de un intento de robo. Los dos chicos, que vivían en el Complejo Habitacional 27, en Cruz y Saladillo, a metros del lugar donde cayeron, tenían 17 años. La madre de uno de ellos le dijo a Página/12 que cuatro testigos afirman que fue un crimen a sangre fría cuyo verdadero autor material sería un sargento en actividad, apodado Percha, que es “el terror de los pibes del barrio”. En avenida Cruz, junto a uno de los cuerpos, como un desafío, apareció un trozo de madera de lo que alguna vez fue, vaya casualidad, una percha. El mismo sargento fue señalado como responsable de una tercera muerte ocurrida a sólo siete cuadras de allí (ver aparte). La Coordinadora contra la Represión Policial (Correpi) pidió que se investiguen los tres casos.
“Yo tenía que haber bajado cuando escuché los tiros; si hubiera bajado no hubieran tenido tiempo de armar la escena.” Castigándose con la culpa, reviviendo a cada minuto la madrugada del 11 de febrero pasado, Evarista del Valle Vera dijo que escuchó los disparos (cinco en total) que sonaron a partir de las 2.15. Se levantó, se vistió, pero como no escuchó sirenas policiales ni gritos, se quedó dormitando en el sillón del comedor, aguardando el regreso a casa de su hijo Daniel Barbosa, que solía quedarse hasta tarde, con su amigo Marcelo Acosta, en una plaza ubicada en el centro del barrio de monobloques. A eso de las seis de la mañana se volvió a despertar, esta vez por el timbre del portero eléctrico: la llamaban para identificar un cuerpo que ya estaba en la morgue.
“En la esquina, los vecinos me dijeron que había un muerto y un herido. En el hospital Santojanni me enteré de que el herido era Marcelo y que el que había muerto era mi hijo Daniel.” Horas después, Marcelo también murió. Según lo poco que pudieron saber de la autopsia, Daniel recibió un balazo en el pecho y Acosta uno en un ojo. El inspector retirado Alberto Damián Medina, el policía citado en la causa, salió ileso pero asegura que tres jóvenes quisieron asaltarlo, uno de ellos –que supuestamente escapó– con un arma en la mano y otro con “un bulto sospechoso” en el bolsillo.
Medina, que según sus dichos pasó esa noche por el barrio para visitar a su madre, que vive en la zona, se detuvo en el semáforo de Cruz y Saladillo, a pesar de que lo habían prevenido sobre posibles robos. Luego de declarar ante la jueza Susana Vilma López, el policía quedó en libertad porque le dictaron la “falta de mérito” para estar preso, medida intermedia entre el sobreseimiento y la imputación. La investigación sigue y ahora se han ordenado pericias para confirmar –o no– su versión.
Los vecinos vieron esa noche un coche de color bordó, que pasó varias veces por el barrio, antes de los disparos. Aunque el coche de Medina tenía el mismo color, los testigos dicen que el auto que vieron era uno de los que utiliza la brigada de la Comisaría 52ª. En él suele andar el ya nombrado Percha. Un miembro de las fuerzas de seguridad que fue víctima del gatillo fácil y que conoce al miembro de la brigada lo describió con el mismo perfil y apariencia física que aportan los vecinos: “Estatura mediana, el cuerpo trabajado con mucho fierro, andar canchero y el pelo cortito y parado, con gel. Un matón que se encarga de levantar la recaudación en el barrio”. El Percha, cuyo nombre es Rubén Solanes, acumula historias de submarino seco, cachetazos, allanamientos ilegales, coimas y ejecuciones sumarias en la calle que luego aparecen en los diarios como “enfrentamientos”.
Los testigos que están dispuestos a declarar ante la jueza López afirman haberlo visto al “Percha” moviendo el cuerpo de Barbosa. Dos primos de Daniel estuvieron en el lugar poco después de la muerte y lavaron las manchas de sangre. Usaron agua bendecida que les entregó el cura de la parroquia del barrio. “Nos dijo que de esa forma íbamos a lograr que las almas suban al cielo”, explicó a este diario una de las primas.
El cuerpo de Barbosa estaba sobre la avenida Cruz, cerca del cordón más cercano a los monobloques. Las manchas de sangre llegaban casi hasta el centro de la calzada, como si lo hubieran arrastrado. “Era una huella ancha y constante, no gotas de sangre de una persona que se mueve por sus propios medios”, confirmó la prima. Hay dos versiones sobre el disparo fatal: la autopsia dice que tenía un orificio a la altura del pecho, cuyo recorrido sería de adelante hacia atrás, mientras que los testigos dicen que estaba caído hacia adelante. Y que antes lo habían hecho arrodillar.
Los padres de Acosta, el otro chico, tienen tanto miedo que se negaron a hablar con la prensa. El cuerpo del otro joven apareció tirado sobre Cruz, muy cerca del cordón de la vereda de enfrente, donde está el colegio de los Hermanos Maristas. Tenía un disparo en un ojo. Los testigos aseguran que hubo cinco disparos. Los dos iniciales, seguidos, y otros tres después de un paréntesis. Las abogadas de la Correpi Andrea Sajnovsky y María del Carmen Verdú, que asisten a la familia Barbosa, creen que los dos tiros iniciales fueron los que mataron a los chicos. Los otros podrían ser los que impactaron contra el auto, para simular el enfrentamiento.
El inspector Medina dijo que escuchó un tiro, que no sabe si impactó o no sobre su auto. Luego se agachó sobre su asiento de conductor y empezó a tirar desde adentro, rompiendo los vidrios. Cuando se asomó, los dos cuerpos ya estaban en el piso. Buena puntería por haber tirado sin ver, de memoria. Los testigos del barrio dicen que los dos chicos estaban en la plaza del barrio, sentados sobre unos canteros “fumando algún porrito”. En ese lugar encontraron el encendedor de Barbosa. De allí los sacaron por la fuerza. “Dejame loco, yo no hice nada”, le escucharon gritar a Barbosa. En los testigos quedó grabado el pedido de auxilio de Acosta antes de recibir el disparo: “¡Llamen a mi mamá! ¡Llamen a mi mamá!”.
Un chico que vivía en la calle, dentro de un auto abandonado, se fue del barrio porque tiene miedo. “Lo buscan porque creen que fue uno de los testigos, pero ese chico no vio nada”, explicó Luis Vera, tío de Daniel Barbosa. Desde hacía apenas 15 días Daniel Barbosa había vuelto a la casa de su madre, luego de pasar una temporada con su padre, en Lomas del Mirador. Se había ido del barrio por las amenazas permanentes que recibían, de parte del Percha, tanto Daniel como uno de sus dos hermanos mayores. “Volvió y me lo mataron. Yo tenía que haber bajado esa noche”, sigue castigándose Evarista, mientras se aferra a una foto de su hijo y espera que la Justicia “ponga en la cárcel al verdadero culpable”.