SOCIEDAD › LOS MUERTOS POR EL INCENDIO EN
ASUNCION YA LLEGAN A 364 Y HAY 300 HERIDOS
Una ciudad convertida en velatorio
Cada vez la investigación apunta más a la hipótesis de que las puertas fueron cerradas adrede. El dueño lo niega. Las tareas de rescate, suspendidas por el derrumbe del techo del shopping. Desgarradores testimonios de los sobrevivientes.
En el barrio Santísima Trinidad, de clase media baja, a 15 cuadras del centro de Asunción del Paraguay, el dolor tiene una secuela que se extiende en decenas y decenas de velatorios, a razón de más de uno por cuadra. Hasta anoche, el Ministerio del Interior había confirmado la cifra de 364 muertos y más de 300 heridos, el diez por ciento de ellos de suma gravedad, como saldo del estallido y el incendio que destruyó el shopping Ycuá Bolaños, en la capital paraguaya. “Estoy convencido de que si las puertas hubiesen estado abiertas muchas vidas se hubieran salvado”, afirmó ayer el vicepresidente del Paraguay, Luis Castiglioni. Mucho más duro fue el fiscal Rafael Fernández, quien acusó en forma directa a los dueños del supermercado: “Por unas monedas cegaron la vida de personas”. Fernández, que colabora en la investigación a cargo de la fiscal Teresa Sosa, aludió a la supuesta decisión de los propietarios de cerrar las puertas de salida. La medida habría sido tomada para impedir que los clientes se fueran sin pagar o para evitar saqueos. Todos los testigos confirmarían que hubo una orden para cerrar las puertas y una empleada señaló como responsable al hijo del dueño del local. El fiscal imputó por homicidio doloso a padre e hijo, al gerente de la empresa y a cinco guardias privados.
Los socorristas rescataron ayer 27 cuerpos, pero tuvieron que abandonar la tarea ante el derrumbe de parte de los techos y la amenaza de una caída generalizada. Fuentes oficiales estimaron que “puede haber muchas más víctimas fatales entre los escombros, porque los bomberos han visto cuerpos destrozados; todo es un horror”, comentó un funcionario consultado por Página/12. Los peritos comenzaron ayer a trabajar para tratar de establecer las causas de la tragedia, que comenzó con una fuerte explosión en el subsuelo del edificio, que tiene un área cubierta de 12.000 metros cuadrados. El dueño del shopping, Juan Pío Paiva, quien sigue detenido junto con su hijo Daniel y cinco empleados, negó haber ordenado el cierre de las puertas. Sin embargo, la cajera Sandra Torres confirmó que “las puertas fueron cerradas por orden de Don Dani”, en alusión a Daniel Paiva. Para el fiscal Fernández “son ridículas” las versiones que indicaron, en un primer momento, que las puertas se cerraron “por un mecanismo automático”. El funcionario judicial sostuvo que “la puerta es manual, por lo que se descarta que se haya cerrado de otra forma”. El supermercado fue inaugurado en diciembre de 2001 y en una nota de publicidad publicada por el diario ABC Color se dijo que era “una obra arquitectónica con relevante fuerza estética”. Su creador, el arquitecto Bernardo Ismachowiez, dijo en esa ocasión que la obra estaba dotada “con las más estrictas medidas de seguridad”. Según el fiscal Fernández, habría que “meter preso” al funcionario de la municipalidad local que habilitó un local que carece de salidas para casos de emergencia.
María Fariña de Meza, empleada del supermercado, trabaja desde hace siete meses en el patio de comidas, uno de los lugares más concurridos al momento de ocurrida la tragedia. El bebé que llevaba en su vientre tenía el mismo tiempo de gestación y tuvo que nacer, por cesárea, debido al estado de intoxicación, por inhalación de gases, que sufría la madre. Tanto la mujer como la criatura siguen internadas, en grave estado. Francisco Núñez, otro sobreviviente de la tragedia, relató su drama: “Estábamos comprando carne cuando sentimos que el techo se desplomaba sobre nosotros. Comenzamos a correr y mi esposa cayó empujada por la multitud que trataba de escapar. En la avalancha ya no pude regresar ni volver atrás” para ayudar a su mujer, que figura en la nómina de muertos.
“Nunca hemos visto una cosa igual”, declaró a la prensa el capitán del Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Asunción, Luis Medina, con quince años de experiencia en su trabajo. “Espero que ahora los empresarios tomen conciencia de que se pueden dar situaciones como éstas y que de ahora en más tomen todas las precauciones posibles.” Los dramas se amontonan, como los cuerpos de las víctimas. Hernán Tomai, en la desesperación por salvar a su madre, rescató a otra persona. “Agachate, le grité, y ella lo hizo, pero no era mi madre, que sigue desaparecida. No sé cuál es mi estado de ánimo, no sé si alegrarme por salvar a una persona o si llorar por no haber podido hacer nada por mi madre.”
En medio de la desesperación, un niño asustado logró esconderse dentro de una heladera y fue rescatado horas después por un bombero. “Tengo mucho frío”, fue lo primero que dijo el chico, según contó luego su salvador. En la tragedia murieron, al menos, 37 chicos. Hasta anoche se tenía conocimiento de que hay dos argentinos heridos en la explosión. “Hasta el momento no tenemos conocimiento de que haya compatriotas muertos”, comentó a este diario el vicecónsul argentino en Asunción, Sergio Servín (ver aparte). Anoche había más de 150 cuerpos sin identificar. La muerte estaba presente en todas partes. Velatorios, coches fúnebres, llantos de familiares y amigos de los muertos o de los desaparecidos, formaban parte del paisaje urbano de una ciudad que tendrá tres días de duelo y años de luto.
Juan Emilio Oviedo, vocero de la Fiscalía General de Asunción, reconoció que el número de muertos puede crecer. “Hay restos humanos entre los escombros, hay vehículos en el estacionamiento que todavía no pudieron ser revisados; hay mucho por hacer, pero es difícil la tarea porque la estructura del supermercado tiene fisuras y el techo colapsó en varias partes. Es muy peligroso trabajar en esas condiciones.” Las muertes se produjeron “por quemaduras, por asfixia y en otros casos por aplastamiento, porque se pisaron unos con otros tratando de escapar”. Oviedo dijo que se produjo el “Efecto Puerta 12”, aludiendo al desastre ocurrido en 1968 en la cancha de River Plate, al finalizar el clásico con Boca Juniors. “Muchos cuerpos estaban aplastados, destrozados, quemados, un horror, un verdadero horror”, comentó Oviedo.
Varios testigos que se encontraban en una estación de servicio cercana han declarado ante la Justicia que la explosión y el incendio se produjeron en el subsuelo. Toda la zona quedará cerrada hasta la llegada de un grupo de peritos norteamericanos que tratarán de establecer las causas del desastre.