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Sergio tiene 29 años, una parálisis cerebral de nacimiento y un padre que durante los dos últimos años juntó dinero para volver a verlo. Su padre se mudó a Italia después de perder el trabajo en Argentina como coletazo de la gran crisis de 2001. Los primeros días de abril reunió la plata de un pasaje de avión y se la mandó a su hijo. Sergio intentó viajar por Aerolíneas Argentinas, pero la empresa no lo aceptó. La Defensoría de la Ciudad de Buenos Aires tomó el caso de Sergio y denunció a la empresa por “discriminación”. Aerolíneas salió a defenderse. En un comunicado presentado a pedido de la Defensoría explicó que se amparaba “en protocolos internacionalmente aceptados”. El joven pudo viajar sin problemas en otra compañía.
La partida de Sergio se transformó en una odisea desde el primer intento. Durante los primeros días de abril, su madre supo que el Servicio Especial de la aerolínea negaba el embarque y el pasaje. Para la empresa, Sergio era un pasajero de “riesgo potencial”.
Habitualmente no habla, no camina, tampoco consume alimentos. Pero su neurólogo había aprobado el viaje en esas condiciones. Previó una dosis de sedantes por si existía algún problema en las 14 horas de vuelo y se ofreció a acompañarlo, pero la compañía no lo aceptó.
En esas condiciones, una tía de Sergio presentó una denuncia ante la Defensoría porteña. Graciela Muñiz, la defensora adjunta del organismo, acompañó un nuevo pedido y recibió la misma respuesta. “En ese momento le pedimos al departamento de Legales que dejen la respuesta por escrito.”
Aerolíneas respondió el 12 de abril con un comunicado firmado por el apoderado Carlos Alberto Cerato. “La negativa al trasporte de avión de línea del señor Sergio Valentini –indicó el apoderado– obedece pura y exclusivamente a razones de seguridad aérea tras haber sido categorizado como Caso Médico.”
En las evaluaciones del Caso Médico tuvieron en cuenta “protocolos internacionalmente aceptados”, una interpretación sobre “las indicaciones de su propio profesional asistente”. De acuerdo con la evaluación de la compañía, Sergio necesitaría un “médico permanente que implica un trasporte de carácter sanitario que la empresa no brinda”. Su potencial “estado de inconciencia” impediría “efectuar cualquier evacuación de emergencia”. Y la atención por una eventual descompensación se les dificultaba por “el carácter transatlántico de un viaje de 14 horas sin aeropuertos de alternativa suficientes y accesibles”. Por constituir “todo ello un riesgo y peligro potencial previsible de evitar para el resto del pasaje y la tripulación cuyo número supera las 440 personas”, Aerolíneas canceló su reserva.
Los intentos de la familia de Sergio para revertir la decisión de la empresa fueron numerosos pero no tuvieron éxito. Desde la Defensoría les propusieron a los familiares que cambien de empresa. “Era mejor hacerlo antes de que el caso se hiciera público y pudiese sentar un precedente”, indica Graciela Muñiz. Y lo hicieron: sacaron pasaje en otra compañía aérea internacional. “Sergio fue aceptado con el mismo informe médico y en las mismas condiciones –sigue Muñiz–: y en este momento ya está en Italia.”
Recién ahora la Defensoría hizo pública la denuncia contra Aerolíneas. Aunque el organismo no recibió ninguna otra denuncia del tipo, Muñiz recordó anoche una carta de lectores publicada el 8 de abril a raíz de una situación semejante: “El tema acá –dice– es que todos somos potencialmente peligrosos, por eso es importante que exista un ámbito como la Secretaría de Transporte que les garantice a las personas con discapacidad la posibilidad de viajar”.