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Jorge Deisernia, de 31 años, ayer madrugó, se puso el traje, se peinó para atrás y fue a la puerta de la escuela de su hijo para encadenarse a la puerta. Reclamaba que dejara de concurrir a ese establecimiento el compañerito de siete años que presuntamente hostigaba a su chico y para denunciar que “no hay respuesta por parte de las autoridades a la gravedad de la violencia”. Los alumnos de la Nº 8, de Villa del Parque, pudieron ingresar a clase recién a las 11 de la mañana, cuando efectivos de la comisaría 41ª llevaron al padre a la fiscalía contravencional por “obstruir el ingreso a un organismo público”.
Encadenado y flanqueado por sus pancartas y su esposa Lorena, que prefirió no enredarse entre eslabones, Deisernia dijo que “lo que estamos pidiendo es que el gobierno de la ciudad tome la determinación de que, cuando los casos son de extrema violencia, se derive a los chicos a lugares con personal especializado en este tipo de conductas”. Y explicó que el chico agresor en cuestión “a mi nene le asestó un golpe de puño con tijera de por medio cerca de la zona ocular”. Agregó que “la maestra estaba a medio metro y no hizo nada”, y que no actuó arguyendo que se trataba de “un chico violento y que, si se lo llega a retar, puede tener una reacción más extrema todavía”.
Al respecto, la secretaria de Educación de la ciudad, Roxana Perazza, cuestionó la actitud de los padres y evaluó que “éste es un problema de adaptación y no es violencia escolar”. El director de Educación Primaria porteño, Carlos Prado, sostuvo que “estamos trabajando por la recuperación del chico en el mismo ambiente donde estudia”, para no agravar su conflicto. Desde el Consejo porteño de Derechos de los Niños indicaron que trabajan en el caso “tanto desde el lado de un chico como del otro”.