SOCIEDAD › UN REGISTRO MUNDIAL CREADO POR UN ARGENTINO

El banco que necesita células

Tras el fallecimiento de su hijo por leucemia, Pedro Rivarola dedicó su vida en EE.UU. a promover la donación de células progenitoras. Ahora quiere crear aquí un banco de donantes.

 Por Pedro Lipcovich

Muchos no lo saben, y Pedro Rivarola se enteró de la peor manera: existe un registro universal de donantes de células “progenitoras”, cuyo trasplante salva vidas de enfermos de leucemia. A diferencia del resto de los órganos, esta donación (inexactamente llamada “trasplante de médula”) se hace en vida del donante, ya que esas células se renuevan en el organismo. Rivarola supo todo esto hace 14 años, cuando su hijo falleció por no haberse conseguido un donante. Desde entonces, los donantes registrados aumentaron pero la gran mayoría son de origen anglosajón, lo cual hace difícil el trasplante para pacientes de otras procedencias étnicas. Después del fallecimiento de Maximiliano, el padre dedicó su vida a promover la donación de células progenitoras, para lo cual creó una fundación que lleva el nombre del hijo. En la Argentina no funcionan registros para donar células progenitoras, aunque han empezado a difundirse los bancos de sangre extraída del cordón umbilical, que puede cumplir la misma función.
“Hay donantes latinos registrados en Italia, en Francia, pero en todo el mundo la inmensa mayoría son de origen anglosajón: estamos terriblemente cortos en cuanto a las otras razas”, deplora Pedro Rivarola, titular de la Fundación Max, que funciona en Seattle, Estados Unidos. El nombre de la entidad recuerda a su hijo Maximiliano, que falleció en 1988, a los 17 años, de leucemia mieloide crónica: “No tuvo donantes”.
Esa enfermedad se produce porque las “progenitoras” de las células sanguíneas –glóbulos rojos, glóbulos blancos, plaquetas–, que se desarrollan en lugares como la médula de algunos huesos, se liberan a la circulación cuando todavía están inmaduras. Entonces, proliferan en forma descontrolada; destruyen los glóbulos rojos y las plaquetas, causando así anemia y hemorragias, y, por ser inmaduras, no funcionan para prevenir las infecciones, de modo que se afecta el sistema inmunológico. Desde hace 35 años, el procedimiento para curar esta enfermedad (y otras como los linfomas o la anemia de Falconi) es el que todavía suele llamarse “trasplante de médula”.
Es que el método que primeramente se utilizaba consistía efectivamente en extraer las células progenitoras de la médula ósea de la cadera del donante. Actualmente las células progenitoras pueden obtenerse directamente de la sangre del donante, mediante un procedimiento que no es difícil pero tampoco es una simple extracción. La recolección de células dura cuatro o cinco horas, en una situación parecida a la de la diálisis renal: la sangre sale de la vena por una canalización, va a un aparato que separa las células progenitoras y vuelve al organismo. “El mayor inconveniente es el aburrimiento del donante, por eso en los centros de donación ofrecen ver la tele”, bromea Rivarola.
En muchos casos, el donante es un familiar genéticamente relacionado, generalmente hermanos, pero en tres de cada cuatro casos no hay compatibilidad entre los tejidos y es necesario recurrir a la donación de células progenitoras por personas no relacionadas. Pero, ¿cómo saber si el potencial donante es compatible con el receptor? Para esto es conveniente que todos los potenciales receptores sean testeados y que los resultados queden registrados. Existen diversos registros en el mundo –uno de ellos es el de la Fundación Max– y un registro de todos los registros, el Bone Marrow Donors Worlwide (BMDW), que funciona en Holanda.
“Supongamos que, en cualquier lugar del mundo, una persona necesita un trasplante de células progenitoras –explica Rivarola–: el equipo médico que lo trata entra por Internet en la base de datos del BMDW, que, según la tipificación del paciente, le entrega la lista de potenciales donantes. De entre éstos, el equipo elegirá el que a su juicio implique menos riesgo de rechazo del tejido; puede estar en cualquier lugar del mundo.”
Pero no en cualquier lugar del mundo sino en un lugar donde haya un “centro de donantes”: esta institución es la que se encarga de contactar al potencial donante, pedirle que ratifique su disposición a donar,hacerle nuevos análisis para ver si no ha contraído alguna enfermedad que lo inhabilite, aplicarle durante cinco días las inyecciones especiales que propiciarán la multiplicación de células progenitoras en su sangre y, finalmente, proceder a la extracción. Estos centros de trasplante, necesarios para gestionar las donaciones, no existen en la Argentina ni en el resto de Latinoamérica: Pedro Rivarola se propone crearlos. “No es probable que se hagan cargo de esto los Estados, que tienen otras prioridades en salud; nos proponemos trabajar esponsoreados por empresas privadas dispuestas a colaborar.”
Los trasplantes de células progenitoras se aplican para curar la leucemia linfoblástica aguda –la forma de cáncer más frecuente entre los niños– cuando los tratamientos convencionales fracasan. Una forma de trasplante alternativa es la que utiliza sangre placentaria obtenida del cordón umbilical.

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Pedro Rivarola es el titular de la Fundación Max, llamada así por su hijo Maximiliano.
 
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