Alentados y envalentonados por la mística del robo al Banco Río de Acassuso, cuatro delincuentes coparon la comisaría de la localidad de Alejo Ledesma, 340 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba, y luego intentaron robar la sucursal local del Banco Provincia. Faltó algo de pericia, otro tanto de preparación, una dosis de experiencia y un detalle de frialdad: el golpe fracasó y debieron escapar.

En la comisaría de Alejo Ledesma, ayer había más policías que nunca: eran dos. Cuando cayó la banda (eran cuatro) redujeron a los dos sorprendidos uniformados, los desarmaron y encerraron. Después, muy decididos, encararon hacia la casa de un ex gerente de la sucursal bancaria. Al hombre le exigieron que los acompañara al banco y abriera el tesoro. El sorprendido ex bancario les manifestó que ya no tenía en su poder las llaves del banco y que desconocía las nuevas claves de la caja. Llegados a ese punto, los delincuentes comprendieron que no habían analizado todas las variantes posibles.

Era evidente que a la banda le faltaban experiencia, planificación y trabajo previo, pero no le iba a faltar sangre caliente, osadía y capacidad para lanzarse al vacío. Ante el fracaso del plan A, decidieron entonces inventar el plan B: abrir un boquete en la pared del banco, desde la casa del ex gerente, contigua a la entidad crediticia.

Hasta allí casi podría decirse que el caso estaba dentro de las coordenadas del éxito y bajo cierto control de la banda. Pero no llegaron siquiera a las paredes del tesoro. El plan B no era plan porque jamás había sido planeado; el primer y único problema con que se enfrentaron los osados cuatro fue con qué herramientas abrir el boquete. No tuvieron respuesta. Idearon una amoladora con una pala de albañil y un destornillador como taladro, hasta que comprendieron que no tendrían tiempo y huyeron en un Chevrolet Vectra según testigos del pasmoso hecho.