Martes, 7 de febrero de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › FUERON CERCADOS POR LA POLICIA, PERO FUE UNA DISCUSION FAMILIAR
Un joven buscado por robo fue denunciado por el padrastro. Creen que inventaron una toma de rehenes para distraer a la policía.
Por Horacio Cecchi
Siguiendo el clásico adagio que dice que “si no quieres que te persigan, llámalos a tu lado”, y tomando el ejemplo del golpe al Banco Río de Acassuso, un joven investigado por un robo en Mar del Plata tomó de rehenes a tres mujeres y una nena, todos familiares suyos, en el barrio Autódromo de esa ciudad y mantuvo a un centenar de policías durante unas cuatro horas estrechando un cerrojo alrededor de su casa. Cuando ya la situación se hacía insostenible, las tres mujeres salieron de la vivienda y, después de un buen rato, aseguraron que dentro de la casa aún quedaba la nena de 7. Fue entonces que irrumpieron los halcones. Como en el Banco Río, dentro encontraron a la última rehén pero ni rastros del protagonista. Había huido del lugar antes de que el cerrojo tuviera llave. Poco después, la misma policía reconocía que la toma de rehenes había sido trucha, los rehenes habían sido truchos y lo único que no era trucho, el sospechoso de robo, se les había escurrido como el agua entre los dedos.
El epicentro de la toma marplatense de rehenes tuvo lugar en derredor de la casa de la calle 12 de Octubre 9326, en pleno barrio Autódromo, próximo a la estatua del Gaucho, cuando la ruta 2 se transforma en avenida Champagnat antes de continuar como ruta provincial 88. Pero como toda historia, la del chico Maldonado (tal es el apellido del tomador de rehenes que no fue) viene de antes.
El jueves anterior, esto es, 15 minutos antes de la medianoche del 2 de febrero, dos ladrones entraron a una casa de Parque Luro e intentaron robar a una familia que entraba su auto al garaje. Intentaron, porque la mujer, en un descuido, encerró al dúo que terminó detenido. El tercero del grupo, porque eran tres, estaba de campana y escapó en el auto robado en el que habían llegado. Un día después, un llamado anónimo a la comisaría 7ª denunciaba el robo de un vehículo propiedad de un hombre de apellido Gabrielli. El vehículo en cuestión coincidía con la descripción del utilizado en el robo en Parque Luro. Y el perfil de quien lo manejaba coincidía con la fisonomía del chico Maldonado, Andrés de nombre, hijo de la mujer de Gabrielli. La policía estaba tras esa pista.
Hasta ayer, alrededor de las 8 de la mañana, cuando en apariencia se desató una discusión en la casa de la calle 12 de Octubre entre el chico Maldonado y su padrastro Gabrielli. Un rato después, Gabrielli se presentaba en la comisaría 16ª para denunciar que Andrés lo había amenazado con dos pistolas 9 milímetros, lo había echado de la casa y había tomado como rehenes a la madre del chico Maldonado (su esposa), a sus dos hermanas, y a la hija de una de ellas, de 7 años.
De inmediato, la policía tendió un cerco alrededor de la manzana. Un centenar de policías, incluyendo el cerco exterior controlado por policías de la Departamental y de comisarías aledañas, y el cerco interior a cargo de los sofisticados halcones.
La tensión en el barrio del Autódromo fue in crescendo. El fiscal de turno, de apellido Bruna, ordenó de inmediato la conformación del comité de crisis, autorizó la incorporación de un negociador policial y dio los últimos detalles para que se desarrollara el operativo cerrojo.
Bordeando el mediodía, la casa de puertas de chapa verde donde supuestamente se desarrollaba el drama pasó a ser el centro de atención de cronistas, fotógrafos y movileros, del centenar de policías, de la Justicia y del barrio en general. Un rato después, algo empezaba a llamar la atención de los vigías de los halcones que dominaban la situación desde los techos de las casas aledañas. “Ahí adentro no pasa nada”, describían. “Se escuchan como risas”, agregaba otro. “No parece que tengan rehenes, se están riendo”, decía un tercero.
Entre las 12 y media y la una menos cuarto del mediodía, la decisión del comité de crisis ya había sido ingresar para salvar a los rehenes, habida cuenta de la falta de comunicación del negociador con el chico Maldonado. Justo cuando la avanzada swat se disponía a entrar derribando puertas, empezaron a salir las tres mujeres, la madre y las dos hermanas. Quienes vieron sus rostros los describieron como con “expresión de sorpresa”. La mímica de la situación siguió por los carriles normales que indica el manual de cualquier toma de rehenes. Las mujeres dijeron entonces que adentro había quedado la nena. Los halcones entraron en su rescate. Y lo hicieron con éxito, salvo que la nena fue rescatada de nadie: el chico Maldonado se había esfumado antes de que el cerrojo fuera tal.
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