Viernes, 19 de mayo de 2006 | Hoy
SOCIEDAD › ATENTADOS Y EJECUCIONES DE “SOSPECHOSOS” EN LOS BARRIOS DE SAN PABLO
De los 152 muertos registrados desde el comienzo de la rebelión, 108 cayeron a manos de la policía en presuntas ejecuciones. Son los “sospechosos muertos” que las autoridades aún investigan. El líder de los presos habló desde la cárcel con un canal de TV.
Vera María dos Santos Silva tiene 55 años, 7 hijos, 11 nietos, una bisnieta y “ganas de ir a la televisión para decir todo lo que la policía está haciendo en mi barrio: estamos todos con mucho miedo y mucha rabia, ellos están haciendo cosas muy erradas”. Ayer por la noche eran 152 los muertos de la guerra urbana en San Pablo: 44 policías (incluyendo agentes penitenciarios) y civiles asesinados por la organización criminal Primer Comando de la Capital (PCC), 108 a manos de la policía, mediante procedimientos de dudosa legalidad.
El grueso de los abatidos por las fuerzas estatales es oriundo de la periferia paulista, donde desde el martes, luego del presunto acuerdo entre el gobierno de San Pablo y el PCC, se instaló una suerte de estado de excepción. En las últimas 24 horas también ocurrieron atentados esporádicos contra comisarías, algunas de ellas en el interior del estado, y una decena de autobuses quemados, con lo cual el número de ataques del crimen organizado llegó a 293.
La señora Dos Santos Silva es empleada doméstica, vecina del barrio Jardin Tajaí, próximo a dos de los puntos hacia donde se trasladó la guerra en los últimos días: Jardin Angela y Capao Redondo. “Mataron a muchos chicos inocentes, el martes a la madrugada le dieron tres tiros en la espalda al hijo de mi vecina, Osvaldo, que estaba yendo para su trabajo. Era gente fina, era muy nuevito, recién había cumplido 18 años, nunca había estado preso; ella no quiere vivir más, me dijo. Su marido está bravísimo con la policía, les dijo no sé cuantas cosas cuando le dieron el cuerpo en el Instituto Médico Legal. Tengo miedo por mi hijo Bruno (22 años), que ahora está empezando a salir a trabajar, pero tiene una entrada en la policía. Le pedí por favor que no ande de noche.”
“Sospechosos muertos” es la expresión estrenada esta semana por el secretario de Seguridad Pública de San Pablo, Saulo de Castro de Abreu Filho, para aludir a quienes fueron ejecutados por portación de apariencia criminal. Cuestionado por la prensa, el funcionario admitió que en su mayoría los “sospechosos muertos” aún están siendo investigados y se negó a divulgar sus identidades, por lo cual son técnicamente cuerpos sin nombre. Mientras la lista de NN se amplía a cada día, en las últimas 24 horas hubo 14 bandidos muertos, ayer el comisario Godofredo Bittencourt, jefe de la Dirección de Investigaciones sobre Crimen Organizado, afirmó que la situación ha vuelto a la normalidad y recordó que su organización está en condiciones de aniquilar al PCC. Tiempo atrás, recordó el comisario, ya “le rompimos la cara al PCC, sin dejarle un solo diente”, y ahora, prometió, eso volverá a ocurrir.
Mientras tanto, en una supuesta entrevista desde la cárcel, a través del mismo celular con que comandó los atentados de los últimos días, Marcos Williams Herbas Camacho, Marcola, dijo que “si hubiésemos sido oídos y atendidos dentro de la Constitución y de la ley, nada de esto hubiera ocurrido”. El diálogo telefónico fue con la TV Bandeirantes, pero el gobernador Claudio Lembo desmintió su autenticidad. Si se comprueba la veracidad de la grabación, el gobierno se va a ver en figurillas para explicar cómo pudo ingresar un teléfono móvil en la cárcel de máxima seguridad de Presidente Bernardes, donde está alojado el jefe del PCC.
Lejos de estar abatido, Marcola hizo saber que ésta no fue la última batalla contra el Estado. “Estamos preparados para mucho más, tenemos condiciones para hacer mucho más.” Discreto y brutal, Marcola no acostumbra a dar entrevistas, prefiere gastar el tiempo leyendo. Dicen que en sus años de prisión ha leído miles de libros, entre ellos El arte de la guerra, escrito por Sun Tzu en la China del siglo V antes de Cristo, que también fuera tomada como referencia por Mao Tse Tung en su doctrina de guerra popular campesina.
En una operación que prueba algún conocimiento de táctica militar, Marcola y su ejército irregular lograron atacar por la retaguardia a los más de 120 mil policías y agentes penitenciarios de San Pablo, con una cadena de golpes que tuvo inicio en la noche del viernes 12 y comenzaron a mermar en la tarde del lunes.
La magnitud de la ofensiva contra los poderes constituidos fue tal que el presidente Luiz Inácio Lula da Silva ofreció el socorro del Ejército Federal, dado que el caso había trascendido el carácter de amenaza a la seguridad pública para convertirse en un riesgo para la defensa nacional.
Marcola es una suerte de mafioso gerencial, distinto a los capos de Río de Janeiro, como Fernandinho Veira Mar, extrovertido e inclinado a las acciones vistosas. El paulista es un rufián refinado y con planes de largo plazo, como en Colombia lo fueron los hermanos Rodríguez Orejuela, que desde el Cartel de Cali consiguieron penetrar las entrañas del Estado comprando jueces y políticos. En ese sentido, es sugestivo que en los planes del jefe del PCC esté comprar la candidatura de un diputado para tener representación en el Congreso (ver nota aparte). Si lograra su cometido, “el Padrino” paulista, que ya consiguió sitiar a San Pablo, estará camino de sitiar al Estado brasileño.
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