Jueves, 24 de enero de 2008 | Hoy
Las familias se habían instalado en la plaza Noruega tras el cierre del Tren Blanco con el que viajaban al conurbano. Los vecinos de Belgrano se quejaron y ayer la ciudad los obligó a irse. Denuncian que los camiones que puso TBA no van o incumplen los horarios.
Por Emilio Ruchansky
Se instalaron a principios de mes, repartidos entre plazas y veredas que bordean las vías. El cierre del Tren Blanco les complicó el panorama. “No es negocio”, concluyen varios cartoneros asentados nada menos que en La Pampa y la vía. Los camiones que reemplazan al tren no llegan a horario y ellos han visto desaparecer de la parada a varios compañeros que subieron sus carros. “Se los llevaron al barrio y los dejaron varados allá, menos mal que no subí”, cuenta Gladys Beatriz Vargas, una señora que cartonea con su hijo Eduardo y vive en el barrio Maquinista Savio, entre Escobar y Pilar. Hace cuatro días que no ve a su marido. Está preocupada porque el gobierno porteño desalojó horas antes a las familias apostadas en la plaza Noruega, en Belgrano, a pocas cuadras de allí. “Vino la policía y les dieron una hora para que sacaran todo. Ellos se llevaron lo que pudieron”, dice Eduardo, que invita a Página/12 caminar hasta la estación Núñez, donde espera uno de los camiones de la empresa de ferrocarriles TBA.
Según los voceros del Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, al menos 1000 personas están en la misma situación. Dicen que no tienen nada que ver con el problema, y que la decisión de cerrar el tren corre por cuenta de TBA y el gobierno nacional. “Tenemos un problema hoy y lo resolvemos como podemos”, comentan. En Pampa y la vía sospechan que la intención es ahuyentarlos de Capital y ponen como ejemplo a un cartonero que fue trasladado hasta Victoria y volvió caminando hasta la ciudad porque “el pasaje era ida”. El ministro porteño Juan Pablo Picardo afirmó mediante un comunicado que el grupo de cartoneros desalojados “aceptó utilizar el transporte proporcionado para retornar a sus domicilios, después de finalizar sus tareas diarias”. Por una cuestión de “seguridad”, los recicladores no pueden viajar en los camiones.
Camino a Núñez, Eduardo afirma que él y otros cartoneros viajaron escondidos entre los carros. La policía los paró varias veces, pagaron coimas para seguir pero en un solo día hicieron cuatro controles y los bajaron. El joven será padre en cuatro meses y empezó a construir su casa. No le conviene acampar; antes, traía materiales en el tren y aprovechaba los ratos libres para edificar. Las cuentas no le cierran: “Sale más barato quedarse acá y pagar un flete, te cobran 50 pesos por carro pero si esperás los camiones de TBA perdés plata porque no vienen a horario”. Por día saca entre 30 y 40 pesos, más alguna plata que le dan los vecinos. “Con eso alcanza para pucherear”, dice. Ya le negaron cuatro veces el Plan Trabajar y la semana pasada dejó un currículum en una empresa que reparte garrafas de gas.
“El sistema de los camiones va a colapsar.” Esta advertencia fue hecha ayer por Alicia Montoya, una de las voceras de los “cartoneros organizados”, luego de acordar con las autoridades el despeje de los espacios públicos y el traslado de sus carros en camión. “Nosotros vamos a seguir presionando con amparos para que vuelva el Tren Blanco, pero la gente necesita laburar y si el camión se lleva la mercadería y pasa a buscar los carros al otro día, en este momento no hay motivo para acampar”, comentó la vocera, poco convencida con esta solución porque “la recolección del día desborda la capacidad que puedan tener los camiones, que tienen que ser muchos más que los 10 que aportó la Secretaría de Transporte”. Hubo un grupo minoritario que no aceptó la propuesta –entre ellos el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) de la zona sur– y marcharon a la sede del Ejecutivo porteño.
Eduardo sigue con su carro en contramano, toda su familia cartonea. Fue a varias marchas en Plaza de Mayo, pero ya no confía en los voceros. “Algunos arreglaron con TBA y a fin de año les dieron pan dulce y carritos para bebés”, asegura. Desde que se estableció el Tren Blanco, en el 2001, ha sido testigo de cómo la empresa les cerró estaciones y los vecinos de la rica zona Norte miraban con asco. En el 2006 suspendieron el servicio de la línea Sarmiento y ahora, pese al fallo del 28 de diciembre pasado del juez porteño Roberto Gallardo para que se reabriera, la línea Mitre sigue los mismos pasos. “Cuando sacaron el tren quisimos cortar las vías a la altura de Victoria –recuerda Eduardo– pero la policía nos dio ‘carta blanca’; eso quiere decir que si cortábamos iban a reprimirnos a todos, incluidos mujeres y niños”.
En un boulevard que da a la estación Núñez, varias familias esperan la salida del camión vigiladas por un policía. Ermelinda es la encargada de que los carros lleguen a destino y asegura que solo entran diez. “A TBA le sale 3 o 4 veces más caro estos traslados. No entiendo por qué prefieren sacarnos el tren.” El vehículo está estacionado desde hace por lo menos 6 horas allí y los cartoneras juran que el conductor cobra 800 pesos por día. “No cumplen el horario, y encima se rompen o no salen”, agrega. Los vecinos, dice, fueron impiadosos desde el principio: “Empezaron a juntar firmas en el barrio para echarnos porque damos ‘mal aspecto’”. Cerca de él, un señor sentado sobre una pila de diarios chista a este cronista para que se acerque. “Poné que estamos pagando para poder trabajar”, ordena. Su señora propone una consigna: “Todos contra Macri a Plaza de Mayo”.
Hay varias hipótesis para este asunto “que no cierra por ningún lado”, dice el hombre. “TBA está perdiendo plata con todo esto y para nosotros ya no es negocio venir a trabajar”, reflexiona. Alguien le recuerda que ese tren es “el tren de los rubios”. El hombre responde con bronca: “Claro, y nosotros no podemos subir porque somos unos negros de mierda”.
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