SOCIEDAD › OLMOS CREYO QUE EL ARMA CON QUE SE MATO ESTABA DESCARGADA
El regalo que resultó demasiado caro
La pistola del cantante fue un obsequio que le hizo una semana antes un catamarqueño allegado a la familia. Olmos nunca aprendió a usarla. La noche fatal, tras sacar una bala, creyó que la recámara quedaba vacía. Pero el cargador tenía entre 12 y 15 proyectiles.
Walter Olmos murió y cada vez quedan menos misterios alrededor de su muerte. El joven catamarqueño que fue lanzado por las discográficas bailanteras como el heredero de Rodrigo se suicidó con un tiro en la sien disparado por una pistola calibre 22 regalada y que ni siquiera sabía usar. El regalo que terminó convirtiéndose en misil fue hecho hace una semana por un catamarqueño. Aunque no trascendió su nombre, el dueño del arma es allegado a la familia. Walter usaba la pistola para protegerse, pero misteriosamente no sabía que el cargador tenía más de una bala. En tanto, mientras se desató una telenovela con acusaciones cruzadas entre su madre y su novia, un informe forense indicó que Olmos no había tomado una sola gota de alcohol cuando se pegó el tiro.
¿Quién cargó la pistola Bersa calibre 22 de Walter Olmos? Esta es una de las preguntas que aún no tiene respuesta. Por los datos reunidos hasta aquí, él no sabía que la pistola tenía una “recámara con carga completa”, explicó el inspector Jorge Coluchi, de la comisaría 8ª con intervención en la investigación.
Walter tenía la pistola en su poder desde hacía una semana. Al menos esa es la versión del juzgado de Mariano Bergés, a cargo de la causa. Javier Narváez, uno de sus músicos, afirmó que la usaba “por seguridad personal, pero sin ninguna intención de matar a nadie”. Según contó, esa pistola estaba en “pésimas” condiciones. La pistola está inscripta en el Registro Nacional de Armas a nombre de un catamarqueño que ahora será citado por la Justicia. Aunque no trascendió su identidad, fuentes del juzgado indicaron que vive en Villa Cuba, uno de los barrios populares de Santa María. El arma, según fuentes de la policía, es una de las consideradas “limpias”: sobre ella no pesan causas, ni denuncias.
Hasta el sábado a la noche, Walter tal vez ni siquiera la había probado. Algunos indicios confirman la hipótesis de Coluchi: el joven de 20 años no sabía que el arma estaba cargada. Poco antes de pegarse el tiro y mientras bromeaba con sus amigos, Walter anunció que iba a dispararse. Pero ese anuncio también era parte de un juego: antes de ponerse la punta de la pistola en la sien, dejó caer una bala que estaba lista para el disparo. “¿Ves? –le dijo a uno de sus amigos–. Mirá, no pasa nada.” En ese momento cayó al piso la bala sin estallar, que fue encontrada poco más tarde por la policía. Recién entonces, apoyó el arma sobre la sien.
Juan López es el sonidista del grupo. “Un momento después de entrar al cuarto –dijo ayer–, se acostó en la cama y creí que era para marcar el teléfono que estaba en la mesa de luz. Cuando lo miro para dictarle el número del manager, Walter sonrió, se apuntó el arma a la sien y gatilló.”
En ese momento se mató. Eran aproximadamente las 23.30 y en la agenda del grupo quedaban dos presentaciones pendientes para la noche. “Evidentemente –explica ahora una fuente judicial–, el chico pensaba que la recámara estaba descargada.” Sin embargo no era así: en la Bersa quedaban entre 12 y 15 balas.
Los peritos estudian ahora las marcas que dejó la pistola sobre la cara para determinar si el suicidio fue sólo un accidente. Según Coluchi, cuando un suicida decide matarse sabiendo que efectivamente va a hacerlo, apoya la pistola sobre la sien pero después tiende a separarla unos centímetros, producto de un mecanismo de tipo reflejo. En el caso de Walter Olmos fue distinto: ese reflejo instintivo no existió. “Apretó, presionó y se quedó ahí. Por eso la sien aparece quemada”, agregó el especialista consultado. De este modo se confirmaría aquella presunción del suicidio involuntario.
En el juzgado de Bergés acaban de recibir los primeros informes de los exámenes toxicológicos. Los peritos determinaron que el cantante no tenía rastros de alcohol en sangre; sin embargo, deben esperan aún 40 días para saber si había consumido algún otro tipo de sustancias.
En el momento del disparo, el joven Walter estaba con cinco integrantes de su banda en la habitación 22 del hotel Inn de San Cristóbal. Quienesestaban ahí ahora son claves para confirman la hipótesis del “suicidio accidental” que sigue la Justicia. Entre ellos está Juan Emanuel López, Javier Narváez, Carlos Ponse, Gabriel Pasano y José Galera. Todos, excepto el último, acompañaban a Walter Olmos en cada una de sus presentaciones. Galera, en cambio, lo conoció recién esa noche y estaba ahí porque iban a probarlo en la banda. Entre ellos “no hay contradicciones de ningún tipo”, dijeron fuentes del juzgado.
Cada uno de ellos fue convocado para reconstruir lo que sucedió en aquel cuarto antes de las 23.45, la hora aproximada de la muerte. “Walter estaba recostado en la cama y durante todo el día venía ‘hinchando’ con el tema del arma”, indicó una fuente judicial. Sin querer, la pistola se fue convirtiendo en un pequeño juego de amenazas: “Cuando alguno de sus amigos iba entrando al cuarto, él les apuntaba como para dispararle”. Y el cowboy terminó vencido en su propio juego. Javier Narváez, otro de los músicos de su banda, contó parte de aquel episodio: “Walter estuvo todo el día gatillándola, incluso, la cargaba y la descargaba todo el tiempo”. En algún momento de la noche, Javier intentó frenar todo ese juego: “Las armas –le dijo–, las carga el diablo”. Walter Olmos no le hizo caso.