SOCIEDAD › EL “HIJO DE SAM” LE PIDIO QUE PARE LA MATANZA

Llamado de un asesino a otro

Por Oliver Burkeman
Desde Nueva York

El asesino serial conocido como Hijo de Sam, que expandió el miedo por Nueva York en los ‘70, acaba de hacer un llamamiento al francotirador que aterroriza a Washington a dejar su rifle y “detener la cacería de gente inocente”. En una carta desde la cárcel en Nueva York, donde cumple con una condena de 300 años por asesinato, David Berkowitz, ahora un ferviente cristiano, escribió a un periodista de Fox News: “A mi corazón le duele la pérdida de vidas inocentes...Para mí, por supuesto, es como revivir una pesadilla. El pasado –mi pasado– es tan doloroso para mí que prefiero olvidarlo. Ahora todo vuelve en su espanto y horror”.
Berkowitz especula que la nueva película de Hannibal Lecter, Dragón Rojo, podría estar empujando las fantasías del francotirador, aunque varias de las víctimas ya habían muerto para el momento en que se estrenó en el país.
“Estuve preguntándome: ¿si se trata de un psicópata, si se encerró en el personaje de Hannibal y está protagonizando ese rol?”. Ahora con 49 años, Berkowitz recibió su apodo por una nota que dejó en una de las escenas de sus crímenes que decía: “Soy un monstruo. Soy el hijo de Sam”.
El francotirador de Washington –aún carece de un nombre impuesto en los medios, pese a los esfuerzos de Newsweek por apodarlo “El asesino de la carta de Tarot”– ya es un asesino más prolífico que Berkowitz, que mató a seis personas en el curso de 13 ataques durante 1976 y 1977, aunque dice que sólo recuerda “vagamente” los incidentes.
“Durante esta semana sentí la furia de esta persona hacia la ley -escribió Berkowitz–. Siento que tiene un odio tremendo contra el FBI, y tal vez contra el gobierno de Estados Unidos en general.”
Pero insiste en que “no tengo idea de por qué esta haciendo esto, o incluso si hay más de un individuo involucrado”.
El Hijo de Sam, que atacaba a mujeres jóvenes, no es un buen precedente para la policía que investiga los actuales ataques. Los motivos de Berkowitz no pudieron ser deducidos lógicamente nunca: creía que quien le ordenaba matar era un perro perteneciente a un vecino llamado Sam. Le disparó al perro, pero sobrevivió.
Los detectives lograron avanzar en la investigación por pura suerte. En una desesperada búsqueda de testigos, contactaron a la gente a la que le habían hecho boletas de estacionamiento cerca de los lugares donde sucedieron los ataques. A la mayoría los llamaron para saber si habían visto algo. Resultó que uno de los que había recibido una de esas boletas era el propio Berkowitz, pero como no tenía teléfono lo visitaron directamente. Una mujer policía identificó a Berkowitz como el hombre que le había disparado al perro de su padre. Allí empezó el fin.

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