Lunes, 17 de mayo de 2010 | Hoy
SOCIEDAD › OPINIóN
Por Eduardo de la Serna *
Si algo queda claro en la enorme gravedad de los casos de abusos es que, más seriamente que un problema sexual, estamos ante un tema de poder. Se trata de un abuso de poder. Una figura (o más de una) ante la que se experimenta debilidad, ejerce abusivamente poder sobre ella. De allí que se diferencie de una violación, aunque a veces la incluyan. El violador suele ser un desconocido que irrumpe, un abusador es un conocido que con su poder no sólo abusa sino que ve, de una manera u otra, garantizada su impunidad.
Una de las cosas que más escandalizan ante los casos de abusos sexuales de menores por parte de curas no es la cantidad, ya que no parece que sea proporcionalmente más numeroso que los casos de docentes, enfermeros, y –sobre todo– personas cercanas en la familia a la víctima. Lo escandaloso es el silencio, “barrer bajo la alfombra”.
Es verdad que muchas veces el mejor escudo que tienen los abusadores es la conspiración de silencio del entorno familiar. “¿Por qué mamá no me cree?”, me decía hace tiempo una niña ante el abuso por parte de la nueva pareja de la madre. El logro es hacer sentir a la víctima como “sucia”, o como “provocadora”. “Vos lo provocás”, me contaba que suele decirle la mamá a otra víctima del abuso por parte de la nueva pareja. “Hace 20 años que me siento sucia”, me dijo una vez una mujer ya adulta, después de mucho tiempo de ser abusada por un amigo del padre. He allí el gran triunfo de los abusadores, y allí está su “poder”. Es una “transferencia de la culpa”.
Siendo que el tema de los abusos por parte de curas está –afortunadamente– en el candelero, y los culpables empiezan a tener nombre y rostro (algunos ya conocidos, pero libres por tener carísimos abogados), me surge desde mi más honda indignación: ¿Qué pasa en General Villegas? ¿Quién puede creer que tres adultos filmados manteniendo relaciones sexuales con una menor son ellos las víctimas? Que la niña es “sucia”. Que es provocadora... Escuchando voces de la gente que participó en la marcha ¡en defensa de los abusadores! no puedo resistir la indignación. ¿Es un pueblo enfermo? No sé si fue o no violación, cosa que espero dirima la Justicia, pero tres adultos con una menor, ¿y la niña es la victimaria y ellos tres las víctimas? Me parece gravísimo el tema. No sé si es un pueblo abusado, no sé si es un pueblo enfermo, no sé si es un pueblo perverso, lo que sí creo es que en General Villegas –¿sólo allí?– haría falta sensatez. Y que alguien les enseñe que entre victimario y víctima hay un “ríio”. Un río de dolor, de violencia, de perversión y de vida. Y no parece muy humano no darse cuenta.
* Coordinador del Movimiento de Sacerdotes en Opción por los Pobres.
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