Lunes, 18 de abril de 2011 | Hoy
SOCIEDAD › MECHA MEDINA Y SU TRABAJO EN EL BARRIO CILDáñEZ
Por Carlos Rodríguez
Mercedes del Valle “Mecha” Medina nació en Taficillo, en Tafí Viejo, una pequeña localidad tucumana. Desde 1985 hace trabajo social en el barrio. “En ese año hice una convocatoria a las mujeres. A la primera reunión vinieron 60 o 70, pero después quedamos 13. Hubo presión machista de los maridos, que decían ‘éstas me van a avivar a mi mujer’”. En esos años, recuerda Mecha, “la democracia recién empezaba y estaba muy presente el no te metás”. De participación activa en la política, dentro del peronismo, ha mantenido diálogos y se ha peleado con casi todos los intendentes porteños desde 1985 en adelante. El único que nunca la recibió fue Jorge “Topadora” Domínguez.
Su trayectoria está cargada de anécdotas y de críticas hacia funcionarios y también a algunos “punteros” políticos del barrio con los que tuvo diferencias insalvables. Recibió ayuda de artistas plásticos como Marcela Estrada, “una bohemia”, de la actriz Ana María Picchio y hasta de Nina Nosiglia, la hermana de Enrique “Coti” Nosiglia, ex ministro del Interior del radicalismo. “A Nina la hicimos caminar sobre el barro”, comenta con una sonrisa pícara.
El 25 de junio de 1988 coronó su sueño con la guardería y comedor comunitarios La Tortuga Manuelita, cuyas actuales instalaciones fueron construidas durante el gobierno de Aníbal Ibarra, con fondos públicos, aunque “legalmente” porque “no se podía aprobar un ‘comedor’ si no era de la intendencia”. Para salvar las formas del Instituto de la Vivienda, “figura no como guardería y comedor, sino como Centro Social y Cultural. Social primero y cultural después”, remarca.
Para aprobar el plano de la obra tuvo que lidiar “con algunos arquitectos que estaban más locos que yo. Hasta hubo una que terminó internada en un neuropsiquiátrico”, asegura Mecha. La dirigente barrial sigue empeñada en plantearse nuevas metas: “Quería juntarme con músicos de rock para trabajar con los jóvenes, pero mi hijo me paró y me dijo que terminara con esas ideas locas. No quería que terminara ‘fumando un porrito’ con los chicos en la esquina”, dice entre risas.
Cierra la charla contando que fue hace unos días a una reunión sobre “seguridad ciudadana” convocada por la comisaría 40ª. “Cuando llegué y me senté, un hombre se corrió dos asientos porque me reconoció como alguien que vive en el barrio Cildáñez. Por eso, cuando vino un policía y se sentó al lado mío, me corrí dos asientos también. Le dije: ‘Ese hombre me tiene miedo y a mí y yo le tengo miedo a usted, comisario’. Es justo.” En esa misma reunión recordó una anécdota contada por el sociólogo Alfredo Moffat: “En un libro suyo cuenta que un ratón, cansado de ser perseguido por un gato, va a hacer la denuncia a la comisaría, pero allí se da cuenta de que el comisario es un gato...”.
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