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Hace poco, Matías Faraday estuvo detenido dos semanas por cultivar plantas de marihuana en su casa. ¿Qué opina usted de este caso?

–Los tóxicos tienen distintos niveles de problematicidad. La marihuana no mata a nadie, el alcohol sí. Sin embargo, está prohibida la marihuana y no el alcohol. El tóxico que hoy está matando, por fuera del alcohol, es el paco. La cocaína ha producido un número de muertes muy alto en el mundo, pero por la prohibición, no por la sobredosis. Si México en los últimos años hubiese dejado libre la cocaína, no creo que hubiese tenido 40 mil muertos por sobredosis. Hay un autor noruego que dijo que el gran problema de la droga es la prohibición. Pero es un problema mundial, no podemos decidirlo nosotros a nivel local; estamos vinculados por tratados internacionales. Algún día se tendrá que replantear a nivel mundial qué función cumple el millón de millones de dólares que se inyecta al circulante mundial como resultado de plata sucia que viene de tóxicos, de armas, de evasión fiscal, de corrupción. Habría que hacerle esta pregunta a un macroeconomista. En cuanto a por qué se prohíbe un tóxico y no otro, en el interior de Estados Unidos las prohibiciones se fueron dando en razón de la reafirmación de los grupos originarios sobre grupos inmigrantes. Es curioso saber que el primer tóxico que se prohíbe es la marihuana, que era de la inmigración mexicana. La prohibición de los tóxicos es una reafirmación cultural del grupo dominante.

–¿El sistema penal hace que una persona esté dos semanas detenida por cultivar una planta de marihuana o hay margen para la interpretación y ese joven no debería haber estado detenido?

–Sí, hay espacios para la interpretación, pero hay distintos criterios. Nosotros tenemos un control de constitucionalidad difuso, decidimos caso por caso. En última instancia, la causa puede llegar acá, pero nuestro criterio no tiene por qué ser seguido por todos los jueces. Los criterios de la Corte no son obligatorios para los otros tribunales; es un sistema de control inseguro.