SOCIEDAD › TESTIMONIO DE UNA ACOSADA
“Me destruyeron”
“Con tal de no perder el trabajo aguantás lo que sea. Es durísimo.” Lo dice Vanesa G, una contadora de 29 años. Hace exactamente 15 días, el 5 de abril, recibió un telegrama de despido. Invocaba como causa: “Insulto a un superior jerárquico”. Fue el corolario de la tortuosa relación laboral con su superior inmediato en la empresa multinacional líder en auditoría contable e impositiva en el país donde ella se desempeñaba desde 1998. El telegrama le llegó ocho días después de soportar que su jefe le tocara un pecho y resistirse a que la encerrara con llave junto con él en la oficina, al finalizar el horario de trabajo. Minutos antes le había reiterado la misma amenaza que venía escuchando en las últimas semanas: “Yo te quiero coger. Si no querés que te toque firmaste tu renuncia”.
Con el patrocinio de la abogada Elizabeth Benítez, Vanesa G. ya llevó su caso a la justicia laboral y tiene asignada fecha para la audiencia de conciliación, prevista en el procedimiento legal del fuero del trabajo de la Capital Federal. “Ya agotamos el intercambio telegráfico con la empresa. Es obligatorio concurrir a la audiencia de conciliación. Después resolveremos si acudimos a la vía civil para pedir un resarcimiento por daño moral o seguimos en la justicia laboral. Hemos considerado que el despido es arbitrario, no sólo porque la causa es inventada sino por la forma en que ocurrió”, detalló a este diario Benítez (ver aparte).
La pesadilla para Vanesa G. (su nombre es ficticio para protegerla) comenzó a mitad del año pasado cuando fue trasladada del sector Impuestos donde realizaba tareas como contadora, al de Cobranzas, donde fue designada como administrativa. El descenso en su carrera profesional se produjo luego de que perdiera un embarazo de tres meses al día siguiente de sufrir una fuerte caída en la calle, mientras se dirigía con su notebook al hombro, a auditar a una empresa. La movieron aparentemente para adjudicarle tareas más livianas. Su nuevo destino, sin embargo, no fue un alivio, sino el escenario de sus tormentos. A partir de noviembre, cuando la otra empleada que compartía la oficina con ella y su jefe tomó licencia por enfermedad por una semana, se desató el acoso. Primero fueron comentarios de marcado tono sexual.‘“Si tu marido no te puede hacer hijos, pedime a mí que yo hago pibes lindos. No viste a mi hija. Si querés te hago una igual’, me decía”, precisó Vanesa G. ante Página/12, visiblemente perturbada por el recuerdo de aquellos acontecimientos. “Yo soy un tipo buen mozo porque soy alto, mido 1,87 y además estoy bien dotado. ¿Querés que te muestre?”, fue otra de sus frases favoritas. “También contaba chistes siempre relativos a la infidelidad. Me saturaba. Yo llegaba a mi casa muy mal. Por las noches no podía dormir. Tenía pesadillas. Soñaba que él se me tiraba encima y en ese momento me despertaba sobresaltada”, siguió Vanesa, con mucha vergüenza por la situación que le tocó vivir. Cada vez que su jefe se ponía de pie y pasaba cerca de ella, la rozaba y le tiraba del cabello. “Me daba asco. No pude llevar más pollera porque me miraba de una forma... A mi marido no le contaba nada porque lo iba a querer matar, y necesitábamos el trabajo porque él desde mayo estaba desocupado”, contó la mujer, de 29 años, que vive en el conurbano. Se casaron hace un par de años y no tienen hijos.
El hostigamiento fue favorecido porque entre diciembre y marzo la otra empleada de Cobranzas se tomó en forma fragmentada 63 días de vacaciones atrasadas. “El le pedía que se las tomara. Muchas veces, incluso, le decía que se fuera a su casa antes”, agregó. Vanesa le comentó a un socio de la firma que necesitaba hablar con él porque había “muchas irregularidades” en su sector. “Me respondió que no tenía tiempo, que hablara con el jefe de Cobranzas y justo con él era con el que yo tenía el problema.”
El jefe constantemente le decía que para conservar el trabajo tenía que hacer lo que él quería. “Si sos buenita conmigo, te mando de vuelta al sector Impuestos”, le prometía. En febrero no dio más vueltas: “‘Yo quiero coger con vos’, me dijo”. Vanesa no le contestó. Cada vez que la otra empleada tomaba vacaciones, ella somatizaba el hecho de quedarse a solas con él: “Me agarraba disfonía, hasta llegué a brotarme toda”.
El desenlace empezó a escribirse el viernes 28 de marzo. “Ese día, cuando eran las 18.05, y a la otra empleada la había hecho ir antes, cerró la puerta y me quiso encerrar con llave. Yo estaba guardando mi notebook. Me dijo: ‘Todo lo que está adentro de la oficina es mío y yo hago lo que quiero’. Y me tocó un seno. ‘Si no querés que te toque firmaste tu renuncia, estás afuera’, me advirtió”. Vanesa se resistió y se fue. Al día siguiente cayó enferma, con fiebre y anginas. “No me repuse en toda la semana. Tuve picos de fiebre muy alta. Ahí le conté a mi marido”, detalló.
El 5 de abril recibió el telegrama de despido “por insulto a un superior jerárquico”. “Nunca más volví –reveló–. En la oficina quedaron mis agendas impositivas, mis libros, que los amo con toda mi alma. Pero dejé todo porque tengo terror de ir. Me quedé con mucho miedo. No me animo a andar sola por la calle. Yo era una persona que viajaba al interior del país sola por mi trabajo, con una personalidad que me llevaba el mundo por delante. En cinco meses me destruyeron. El problema es que no hay ley que sancione el acoso sexual y te sentís desprotegida. Una necesita trabajar y aguanta y aguanta. Es muy duro. Todos los días tenés que aguantar groserías físicas y verbales, pero en pos de mantener un trabajo te las aguantás. No hablás porque tenés miedo de perder el trabajo y resulta que si no hablás lo perdés igual.”