Domingo, 29 de junio de 2014 | Hoy
SOCIEDAD › LA HISTORIA DEL PAQUETE TECNOLOGICO
Por Ignacio Jawtuschenko
Para 1978, la Argentina había iniciado sus exportaciones nucleares a América latina y se estudiaba la posibilidad de introducir elementos combustibles levemente enriquecidos en la central nuclear de potencia Atucha I para aumentar el rendimiento a casi el doble, reducir la generación de residuos y conservar las reservas uraníferas del país. Luego de las repercusiones internacionales de la detonación de un artefacto nuclear en la India en 1974, Estados Unidos decidió interrumpir el suministro de material fisionable a la Argentina, imprescindible para los reactores propios y que exportaba, como el RP-10 a Perú. En ese escenario es que se decidió desarrollar la tecnología de enriquecimiento de uranio para tener un ciclo de combustible nuclear autónomo, sustentar la independencia energética del país, disponer de un material estratégico para operaciones de exportación y mejorar las condiciones del país para obtener materiales nucleares a precios de mercado.
El físico y tecnólogo Jorge Sábato definió el esquema como “dominio del paquete tecnológico”: el corazón de la tecnología y los aspectos esenciales de la planta debía ser local, para lo cual la tecnología para construir y poner en funcionamiento la planta debía ser desarrollado y producido fronteras adentro, sin asistencia del exterior. Se iniciaba así lo que fue el proyecto tecnológico más ambicioso del país.
Los estudios preliminares comenzaron en 1975 en laboratorios del Centro Atómico Bariloche. La tarea era muy compleja y la información disponible sobre la síntesis del hexafluoruro de uranio era casi inexistente. Mientras la dictadura militar asolaba al país, con la reserva más absoluta, el proyecto avanzaba liderado por el físico Conrado Varotto que en 1976 crea la empresa Invap para llevar adelante esta aventura tecnológica. En las cercanías de un paraje de nombre Pilcaniyeu, el galpón de esquila de un establecimiento rural a orillas del río Pichileufu fue una de las primeras secciones de la planta. La dictadura no hubiera podido resistir las presiones internacionales para suspenderlo. Llegar a Pilcaniyeu era difícil. Condiciones climáticas muchas veces adversas, tormentas de nieve, cortes de camino signaron la vida del grupo de 400 trabajadores que debían llegar hasta allí todos los días.
El momento culminante de la etapa fue en el ocaso de la dictadura cívico militar, en febrero de 1981, cuando se logró por primera vez medir la primera concentración isotrópica de U-235. El anuncio del éxito del proyecto lo hizo el 18 de noviembre de 1983 el titular de la CNEA, Carlos Castro Madero. La noticia recorrió el mundo. La Argentina fue el séptimo país en lograrlo. En pocas semanas más asumía el presidente Raúl Alfonsín y se evitaba el peligro de que un gobierno dictatorial contara con esa tecnología.
Ya en 1987, la Argentina y Brasil salían de sus dictaduras militares y los presidentes Raúl Alfonsín y José Sarney visitaron la planta tras la firma en Foz de Iguazú de la Declaración Conjunta sobre Política Nuclear, que puso punto final al recelo. La visita dio origen a la constitución poco después del sistema de salvaguardias recíprocas a través de la Agencia Brasileño Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (Abacc). Es así como desde Pilcaniyeu germinó el proceso de integración y confianza mutua que originó seis años después al Mercosur.
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