Domingo, 5 de abril de 2015 | Hoy
Una de las primeras órdenes de Néstor Kirchner como presidente, en 2003, fue que el ministerio del Interior revisara con peine fino los archivos de posguerra de la dirección de Migraciones. El entonces ministro Aníbal Fernández dio instrucciones exactas para que se ubicaran los trámites de nazis, fascistas, ustashas y demás ultraderechistas llegados al país. El gesto de Kirchner era histórico, porque ningún gobierno argentino había jamás aceptado mostrar estos papeles. Que fuera un gobierno peronista el que revelara estos secretos era todavía más inédito, porque los archivos terminaron de comprobar que los nazis no “llegaron” sino que fueron traídos por una compleja red de agencias montadas en Europa por orden del mismo Juan Perón.
Para julio, como publicó Página/12, ya estaban disponibles las fichas de entrada de personajes como Josef Mengele, Klaus Altmann, Walter Kutschmann y
Otto Pappe, el vecino de Erich Priebke en Bariloche. También aparecía un grueso carpetón con el trámite de migración de 7250 croatas, una enorme lista que incluía ex combatientes ustashas, sus familias y quince criminales de guerra buscados, algunos de ellos en realidad alemanes. Los documentos terminaban de probar la tesis del historiador y periodista Uki Goñi, que los incorporó a una nueva edición de su libro La auténtica Odessa, en la que había revelado la complejidad de la red argentina para traer nazis al país.
Dos años después, en junio de 2005, Kirchner invitó a la comunidad judía a la Casa Rosada para una ceremonia en la que derogó oficialmente la siniestra Circular 11, la orden secreta de la Cancillería que prohibió recibir judíos en el país durante la guerra. También se creó un trámite especial por el que los tantos refugiados que tuvieron que mentir que eran católicos para poder entrar pudieron corregir sus fichas de inmigración.
Estos gestos tuvieron un fuerte eco en el mundo y sobre todo en Italia, cuando se difundió el detalle de que prácticamente todos estos prófugos habían cruzado el Atlántico partiendo del puerto de Génova, con papeles de la Cruz Roja italiana y saliendo de campos de prisioneros en Italia, o de hostales, monasterios y edificios pertenecientes a la Iglesia.
Pero ni estos gestos históricos de Kirchner alcanzaron para desarmar la mitología de la llegada de los nazis a la Argentina.
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