Jueves, 10 de enero de 2008 | Hoy
Por C. R.
desde Mar del Plata
El de la belleza parece haber sido un don natural de las mujeres de la familia Rosas. Uno de los ejemplos más rotundos es el de Manuela Rosas de Terrero, Manuelita, la hija preferida de Juan Manuel de Rosas. Hasta los detractores del caudillo federal admiten no sólo la hermosura de Manuelita sino también su bondad. Una de las anécdotas más jugosas de Manuelita es relatada en el libro Memorias Curiosas, que transcribe el diario personal de Juan Manuel Beruti, un oscuro funcionario de la época que se hizo famoso por haber repartido las cintas celestes y blancas, el 25 de Mayo de 1810, con su fiel escudero Domingo French.
Beruti habla también de la belleza de Manuelita y de la pasión que ella despertaba en algunos hombres, en especial en el embajador británico, que solía visitar la mansión de los Rosas sólo para verla a ella. En una ocasión, cuenta Beruti, el embajador llegó en un momento en el cual Manuelita estaba en la cocina, amasando buñuelitos. Olvidándose por un momento de la misión oficial que lo había llevado hasta el domicilio de los Rosas, el embajador se metió en la cocina y metió las manos en la masa. En eso estaba cuando lo sorprendió don Juan Manuel.
Afirma Beruti que Rosas, famoso por su soberbia y su filoso sentido del humor, solía comentar entre los hombres de gobierno, propios o extraños, que él había tenido al embajador británico “haciendo buñuelitos en la cocina de su casa”.
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