DEBATE SOBRE LA POLITICA COMERCIAL EXTERIOR
Mercosur o Alca
El plan del nuevo gobierno privilegia el Mercosur. Un sector del establishment se opone a esa política.
Por Natalia Aruguete
Las relaciones carnales con Estados Unidos, las negociaciones para la conformación del ALCA y el intercambio meramente comercial con Brasil dejaron como saldo la desarticulación de la estructura fabril y una tendencia hacia la primarización de la economía local y la depresión del salario. Frente a esos resultados, el programa de gobierno del próximo presidente Néstor Kirchner reivindica la consolidación de Argentina en el Mercosur, para “negociar” desde allí la zona de Libre Comercio Hemisférica (ALCA). Y propone una revisión “de la estrategia local regional, para después enfrentar la continental”.
El ALCA tuvo sus comienzos en la cumbre de presidentes americanos que se realizó en Miami, en 1994. Allí se establecieron los objetivos y alcances del acuerdo como “factores clave para elevar el nivel de vida, mejorar las condiciones de trabajo de los pueblos de las Américas y proteger mejor el medio ambiente”. El interés por el establecimiento de mercados más abiertos se mantuvo años después en el encuentro de Costa Rica. Pero encontró resistencias el año pasado en el Foro de Quito, cuando los representantes de Venezuela y Ecuador –apoyados por Brasil– asumieron no estar en condiciones aún de integrar el acuerdo.
El especialista Alberto Ferrari Etcheverry, director del Instituto de Estudios Brasileños, señaló que en el actual escenario mundial “una alianza con Brasil o con Estados Unidos, como proyecto estratégico, son excluyentes”. Consideró que en tanto lo estratégico para Argentina pasa por el sector externo, un hombre como Roberto Lavagna en Cancillería sería más importante que en el Ministerio de Economía. Lavagna fue representante argentino ante la OMC, con sede en Ginebra, y embajador ante la Unión Europea, en Bruselas. Además, impulsó acuerdos “embrionarios” supranacionales con Brasil, a través de la industria automotriz, cuando fue secretario de Comercio e Industria del gobierno de Raúl Alfonsín. Sus gestiones derivaron, en parte, en la firma en 1988 del Tratado de Integración con el país vecino –ley aún vigente– y la creación de la Empresa Binacional, con reconocimiento preferencial por parte de ambos países.
Importantes sectores del poder económico local y buena parte de la clase política han reivindicado las conveniencias de un tratado hemisférico: la incorporación al ALCA sería beneficiosa para los principales exportadores del país, en un contexto en el que “menos de cien empresas controlan alrededor del 70 por ciento de la oferta exportadora argentina”, dijo Martín Schorr, investigador de Flacso. La postura del establishment coincide con lo que sostiene la Fundación Mediterránea: “La creación de un Area de Libre Comercio con el ALCA provocará un significativo aumento del comercio de productos manufacturados”, expresa un documento elaborado por esa institución. Y agrega: “Si el camino para conformar bloques comerciales se torna sinuoso o complicado, dificultando nuestra inserción en el mundo, debemos avanzar en negociaciones individuales”. La contrapartida del acuerdo sería la pérdida de grandes clientes de Argentina que están en Europa y el este de Asia.
Para Arturo O’Connell, director de la Maestría en Procesos de Integración Regional, “el ALCA significa una limitada expansión de las exportaciones para Argentina y un incremento de las importaciones”. Actualmente, la exportación argentina hacia Estados Unidos representa el 0,5 por ciento del monto total que ese país y Canadá gastan en productos importados del continente americano. A esto se agrega la oposición del gobierno norteamericano a introducir reformas sustanciales en cuanto a los subsidios a sus productores agrarios, por lo que no habría en este campo avances comerciales significativos. Por el contrario, explicó el investigador de la CTA, Enrique Arceo, “significaría para Argentina un incremento en el nivel de desocupación y una fuerte presión a una reducción adicional de los salarios”. El brasileño Emir Sarder, coordinador del Laboratorio de Políticas públicas de la Universidad de Río de Janeiro, opinó ante Cash que “el Mercosur es alternativo al ALCA. O nos integramos regionalmente y establecemos un nuevo tipo de relación con Estados Unidos, Europa y otros países del mundo, o nos dejamos absorber por la hegemonía consolidada de la superpotencia norteamericana”.
Por su parte, el Centro de Economía Internacional (CEI), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores, asumió que la incorporación de Argentina al ALCA debe estar signada por el fortalecimiento del acuerdo regional y por un espíritu crítico del gobierno local. “Sólo una buena negociación puede significar un beneficio neto positivo”, fue la posición institucional. Aun asumiendo que el ALCA significará la pérdida de la posición preferencial de Argentina en el mercado brasileño, el CEI sostiene que un acuerdo de este tipo implicará más “alternativas que amenazas”, en términos de aumento del Producto Bruto Interno local.