BUENA MONEDA
Incorregibles
Por Alfredo Zaiat
Néstor Kirchner ha mostrado en sus primeras horas de presidente electo un estilo bastante directo, por encima del de los políticos tradicionales con cargos de responsabilidad, para referirse a los conocidos lobbies sectoriales. Aunque bastante no significa suficientemente directo como para que la mayoría sepa de a quiénes se refiere cuando dice que “yo conozco al grupito que ha hecho operaciones que no corresponden” y que “algunos de ellos manejan bancos que fueron privatizados en las provincias”. Además, les advirtió que serán mejor vistos si se ponen a trabajar, o sea dar créditos, y dejar de lado la especulación financiera, tarea que les resultará por demás difícil puesto que está en la esencia de esos banqueros. Kirchner apuntó al blanco de los financistas que saltaron a la liga mayor de la city al constituirse en el nuevo núcleo de poder de la banca privada de capital nacional. Reunidos en la renacida Adeba esos banqueros empezaron con el “pie izquierdo”, reproduciendo un título de una columna-editorial publicada en La Nación, firmada por Carlos Reymundo Roberts, que contenía una serie de lugares-descalificaciones comunes al discurso del presidente patagónico por parte de un establishment anacrónico y, por lo tanto, desorientado.
Cuando miró directamente a la cámara de televisión, durante el programa de Mirtha Legrand, y dijo “Yo los conozco, ¿eh?”, Kirchner se dirigía, en realidad, a uno en particular: Jorge Brito, presidente del Banco Macro Bansud y líder del flamante nucleamiento de banqueros que reflotaron el sello de Adeba. El recorrido de ese banquero desde los ‘80 hasta su ascenso a la poltrona que supo ser de Eduardo Escasany, ex titular del Banco Galicia, es revelador del estilo y de la forma de hacer negocios en la city.
Jorge Brito junto a sus socios empezaron en el mercado financiero como mesadinerista para luego comprar el Banco Macro, cuando uno de sus dueños era Mario Brodershon, secretario de Hacienda en la presidencia de Raúl Alfonsín. En ese entonces, contaba con aceitados vínculos con la coordinadora radical, grupo de dirigentes que contaba con importantes funcionarios en cargos en, por caso, el Banco Central. Uno de los golpes especulativos más importantes de Macro fue comprar dólares en cantidad en los días previos al estallido del Plan Primavera, el 6 de febrero de 1989, cuando el Central liberó el mercado cambiario gatillando el proceso de hiperinflación.
En el mercado bursátil operó asociado con nada menos que el Citibank, una relación no sencilla de explicar en la plaza financiera. Esa Sociedad de Bolsa era manejada por Chrystian Colombo, que en ese entonces tenía una estrecha relación con el “Coti” Nosiglia y que en el gobierno de Fernando de la Rúa ocupó el estratégico puesto de jefe de Gabinete.
La expansión del Macro en el mercado financiero se produjo durante la década menemista. Fue el principal banco privado, detrás de los oficiales, que asistió financieramente al Grupo Yoma. En el proceso de privatización de los bancos públicos de provincia tuvo una activa participación. Compró el de Misiones cuando Ramón Puerta era gobernador; también incorporó a su patrimonio el de Salta y el de Jujuy, que luego se fusionaron. En Salta, dominio de los Romero, poseen tierras y ganado. La relación con Juan Carlos Romero, el vicepresidente frustrado de la candidatura tránsfuga de Carlos Menem, viene de años.
Durante el gobierno de Fernando de la Rúa (como se consignó arriba, el ex ejecutivo de Macro, Colombo, fue una pieza clave de esa administración) el banco de Brito registró un crecimiento cualitativo: días antes de la caída de De la Rúa y del corralito diseñado por Domingo Cavallo compró el Banco Bansud. Esa entidad quedó en manos del Citibank, cuando su casa matriz compró el grupo mexicano Banamex, que a la vez controlaba el Bansud. En una operación por demás extraña el Macro se quedó con el Bansud sin poner un sólo dólar, recibiendo en cambio 200 millones de dólares por hacerse cargo de ese banco.
En los meses que Eduardo Duhalde habitó la Casa Rosada, el Macro siguió su expansión, quedándose con una parte de lo que fuera el Scotiabank. Junto a sus colegas que siguieron un camino similar pero sin tantas luces de neón, Brito sintió que ya era hora de jugar en el terreno de los grandes banqueros privados nacionales. A los mismos incorregibles que Roberto Lavagna criticó por querer volver a tomar depósitos y prestar en dólares, sistema que está en el corazón del estallido de la economía de los ‘90.
Ya se sabe quién es quién.