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Domingo, 18 de mayo de 2003

OPINIóN

El FMI se equivocó otra vez

“LAS PIFIADAS QUE DAN GANAS DE OLVIDAR”

Por Alan Cibils *

Las “pifiadas” del FMI se repiten con tanta frecuencia que, como dice el tango, dan ganas de olvidarlas. Las dos pifiadas más recientes son considerables: 1) La número dos del FMI, Anne Krueger, admitió al diario francés La Tribune haberse sorprendido de que la Argentina lograra crecer sin haber caído en la hiperinflación. O sea, la Señora admitió públicamente, y posiblemente sin quererlo, que (otra vez) el FMI la pifió. 2) Aunque los técnicos del FMI que están en el país no lo vayan a admitir tan cándidamente como su jefa, ellos también se equivocaron. Sus errores quedan claramente en evidencia con los cambios en sus proyecciones de inflación, crecimiento y tipo de cambio, y con el ajuste correspondiente de las metas de emisión monetaria, por el que le permitieron a Alfonso Prat Gay emitir 3000 millones de pesos más de lo pactado. O sea, la pifiaron fiero con sus proyecciones de corto plazo para la economía argentina.
Que la Argentina podía crecer sin caer en la hiperinflación es algo que los economistas heterodoxos venían diciendo desde hace meses. Si los economistas del Fondo se sacaran sus anteojeras ortodoxas y leyeran, por ejemplo, al gran economista polaco Michal Kalecki, contemporáneo de Lord Maynard Keynes y a quien muchos atribuyen el haber llegado primero a la formulación del problema de la insuficiencia de la demanda agregada en el capitalismo, se darían cuenta de que, con la capacidad ociosa instalada que existe actualmente en la Argentina, tendría que crecer mucho la demanda agregada para que ésta se traslade a los precios, y más aún para llegar a la hiperinflación.
El FMI vuelve a demostrar de manera contundente las profundas limitaciones del marco teórico que utiliza. Aferrarse a un dogma, como el Fondo se aferra al ortodoxo neoclásico, es la prerrogativa de cada uno. El problema, que no es menor, es que el dogma lleva al FMI a interpretaciones y proyecciones erradas, que a su vez resultan ser recetas de política económica erradas. Y los argentinos conocemos bien las consecuencias de estos errores, ya que la pobreza, la indigencia, la desocupación y la desigualdad son problemas que enfrentan a diario.
Esto lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué se le sigue dando cabida al FMI en la Argentina? ¿Por qué se permite que el Fondo tenga injerencia no sólo en la vida económica sino también en la vida política de nuestro país cuando hay tanta evidencia de sus errores?
Quizás haya llegado el momento de una nueva declaración de independencia. Lavagna probablemente tenga, muy pronto, otra oportunidad de hacer lo correcto: declarar una moratoria generalizada, decirles al FMI y a sus garrafales errores “no gracias”, y usar los recursos que el país genera para poner la economía en marcha. Esperemos que esta vez no la desperdicie.

* Investigador asociado senior en Buenos Aires del Center for Economic and Policy Research Washington, DC.

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