Frenkel-Broda
Por Fernando Krakowiak
Miguel Angel Broda y Roberto Frenkel tienen profundas diferencias conceptuales sobre los pasos que se deben seguir para alcanzar el desarrollo económico. Frenkel fue jefe de asesores del ex ministro de Economía Juan Vital Sourrouille y un fuerte crítico de la política económica desplegada durante el menemismo. Broda es un demandado consultor de empresas que reivindica la década del ‘90. Cash los convocó a la redacción de Página/12 para que analicen la economía que surgió de la crisis y se encontró con una sorpresa: ambos son optimistas. Sin embargo, las diferencias surgen cuando se discuten las medidas necesarias para empalmar la reactivación con crecimiento sostenido.
¿La reactivación de la economía permite suponer el comienzo de un crecimiento sostenido o es producto de un “rebote” luego de haber tocado fondo?
Miguel Angel Broda: –Cuando uno compara con los otros países que han sufrido crisis de maxidevaluaciones o default, la velocidad con que rebota la Argentina todavía es levemente inferior al promedio de todos los países. La diferencia está en los dos primeros trimestres de salida. La Argentina tocó fondo en el primer trimestre del 2002, comenzó a salir despacio y recién en los últimos tres trimestres se está recuperando igual que lo hicieron los países que tuvieron un colapso. Eso no quiere decir que no haya habido una política económica prudente. Las políticas económicas pueden ser un obstáculo a la recuperación, pero no son la causa de la recuperación. La verdad es que la economía está agarrando velocidad. El gasto doméstico está creciendo a 16 por ciento anual en los últimos seis meses, vamos a tener un crecimiento de 7 puntos y un arrastre muy fuerte para el año que viene con un piso del 4,5 por ciento. La recuperación tiene varios trimestres por delante, aunque probablemente yo piense que tiene menos trimestres que los que piensa Roberto.
Roberto Frenkel: –En los ‘90 el optimista eras vos y ahora el optimista soy yo (risas).
M.A.B: –Es muy difícil no ser optimista en el corto plazo.
R.F.: –El año pasado hubo una discusión en torno de si la recuperación era un “veranito”, y yo me involucré porque me parecía que hablar de “veranito” era de mala leche porque el “veranito” es un período de calor en medio del invierno. Acá tuvimos una retracción muy prolongada que produjo fuertes efectos sobre el nivel de actividad y de empleo, pero es notable la rapidez con que repuntó el nivel de actividad. Empezando por el efecto generado por las exportaciones y siguiendo por el consumo y la inversión. Hay una recuperación de la inversión y del empleo que hacen mirar el futuro con relativo optimismo. Entre octubre y mayo, los planes Jefas de Hogar no aumentaron y hubo un aumento del empleo de tiempo completo de 2,8 por ciento entre la población activa. Esto es importante porque va a contribuir a la recuperación del salario real. Es el primer dato positivo que aparece en el mercado de trabajo.
M.A.B.: –Coincido con Roberto en que está aumentando el empleo. La Argentina tuvo una tasa de ahorro excepcionalmente alta en el 2002 por el pánico y porque hubo una distribución del ingreso en contra del asalariado. Hoy están cambiando ambas cosas: el pánico está disminuyendo y la distribución del ingreso mejora levemente. Creo que vamos a ir convergiendo a tasas de ahorro más normales. La duda es si el aumento del consumo es suficiente estímulo para aumentar la inversión privada o tenemos que despejar incertidumbres de largo plazo para que la inversión vuelva.
¿Usted qué cree?
M.A.B.: –Creo que sabemos poco sobre cómo la reactivación empalma con crecimiento sostenido. Mi impresión es que algo de efecto acelerador hay, pero puede no ser un incremento de inversión suficiente para ponernos enuna tasa de crecimiento sostenida de largo plazo. No es buena la estrategia del Gobierno de demorar algunas reformas estructurales como la discusión de los contratos de las privatizadas, la reestructuración de la deuda, la refundación del sistema financiero y la reforma del Estado. No soy tan optimista en el largo plazo.
R.F.: –La falta de reformas estructurales puede ser un impedimento para las privatizadas. En ese caso hay que llegar a alguna solución sobre qué van a hacer con su deuda en el exterior. Yo creo que podrían conseguir una reestructuración en condiciones ventajosas como las que consiguieron los bancos, aunque no tan ventajosas como las que pretende el sector público.
M.A.B.: –Yo insisto en que hay algunas concepciones analíticas en el presidente Kirchner y en su ministro de Economía que son un obstáculo para lograr una recuperación sistémica y fuerte de la inversión privada. La estrategia de patear para adelante las reformas está hipotecando la tasa de crecimiento del 2005 y 2006, porque la verdad es que tenemos condiciones iniciales muy buenas.
R.F.: –Pero, más allá de los factores de incertidumbre macroeconómicos, lo importante es que ha habido un cambio necesario de los precios relativos. Eso es lo que yo siempre pensé, pero no vamos a discutir el pasado. Ahora lo que hace falta es desplegar políticas industriales sin que eso implique asignación de recursos fiscales. Hace falta mayor coordinación para darles certidumbre a los sectores productivos respecto de hacia dónde va el perfil de la demanda y qué es lo que se puede hacer de manera rentable aquí. Hay mucho espacio para generar actividades rentables, pero todavía no hay nuevos emprendimientos porque no hay claridad ni financiamiento. Se deberían desarrollar actividades de sustitución de importaciones competitivas, pero para eso hay que definir más claramente el rumbo del Mercosur. Supongo que cuando el ministro Lavagna esté más tranquilo va a haber un papel más activo de la conducción económica en este tema.
¿Qué medidas se deberían tomar para intentar revertir la desigualdad social?
R.F.: –Cuando Chile salió de la crisis de 1983 lo hizo con una distribución del ingreso mucho más desigual que la histórica, y esa distribución no se alteró pese al crecimiento del empleo y del salario real. Esa es una cuestión que no se está discutiendo y se puede repetir acá. Yo quiero que la recuperación se transforme en crecimiento, que la inversión se recupere, que la sustitución de importaciones sea eficiente y competitiva, pero también quisiera tener un país más parecido al que existía cuando yo era chico. Hay que tratar de integrar a quienes se criaron en un contexto de marginalidad. No me parece que el mercado vaya a arreglarlo ni siquiera con un crecimiento importante. Tampoco van a hacerlo los programas de apoyo a los marginales que impulsan el BID y el Banco Mundial. El Plan Jefas y Jefes sirvió para parar la hemorragia, fue una de las mejores medidas que tomó el gobierno de Duhalde, pero mantiene a la gente en condiciones poco mejores que infrahumanas.
M.A.B.: –Con relación al ejemplo de Chile, debo decir que ojalá la Argentina pudiera estar como Chile. Ellos tuvieron doce años de crecimiento al 8 por ciento con una extraordinaria construcción institucional. La Argentina está lejos de tener los principios básicos que generaron la macro equilibrada y la estrategia de crecimiento e integración al mundo que planteó Chile, con un Estado chico y eficiente. Respecto de la cuestión social, estoy de acuerdo con que el crecimiento solo no va a resolver la desigualdad, pero es imprescindible. No intentemos ninguna alternativa de mejorar la distribución del ingreso sin antes lograr una tasa de crecimiento sostenido.
¿Pero no podrían invertirse los términos de la ecuación e impulsar el crecimiento a partir de una redistribución del ingreso?
R.F.: –Su pregunta me lleva a un ejercicio hipotético no aplicable, porque no hay instrumentos de política que permitan concretar una redistribución del ingreso a partir, supongamos, de un aumento del salario real del 20 por ciento. Coincido con Miguel en que lo crucial es crecer para generar empleo y mejorar la distribución. Además, es importante mejorar la situación fiscal cobrando los impuestos que están legislados. El nivel de cumplimiento tributario en Brasil es de 35 puntos del PIB, diez puntos más que en la Argentina, y no hay protestas masivas del sector empresario.
M.A.B.: –Yo agregaría que la macroeconomía populista intentó impulsar una distribución del ingreso como la que usted señala (dirigiéndose al periodista), pero fracasó. Salvador Allende en Chile y Alan García en Perú lo consiguieron transitoriamente por un año, luego el PIB se estabilizó y en el tercer año estalló. Intentar hacer eso es una mala receta.