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Por Susana Diaz

Para buscar planetas, la astronomía utiliza un método que consiste en tapar la imagen de la estrella madre. El principio es bastante simple, se trata de evitar que el encandilamiento provocado por la estrella impida ver la débil luz que reflejan los planetas aledaños. Un principio similar podría ser utilizado al momento de estudiar la actual evolución del sector agropecuario, donde los números de la recuperación y expansión del complejo oleaginoso impiden ver los efectos de mediano plazo sobre la sustentabilidad global del sector.
Entre la profusión de datos luminosos se encuentra la mayor demanda de fertilizantes para la siempre creciente futura cosecha. Las empresas agroquímicas estiman que el aumento en el uso de sus productos sería de alrededor del 23 por ciento sobre los valores de la última campaña y del 14 por ciento sobre los de 2001. El dato es alentador y responde, según los analistas, a la mejor situación financiera de los empresarios del agro y a las más alentadoras perspectivas sobre la evolución de la economía. No obstante, la clave reside en la mejora de precios actuales y esperados. Diferencia que, dicho sea de paso, está provocando fuertes jugadas especulativas en la Bolsa de Cereales. A pesar de las advertencias en contrario de los operadores con motivo de las modificaciones en Ganancias, el mercado de futuros sigue gozando de buena salud.
Sin embargo, la mayor demanda de fertilizantes que derramará los beneficios de los dueños de la tierra hacia el resto del circuito de acumulación agraria –excluidos los asalariados, pues el precio pagado por el trabajo no está regulado sectorialmente– no refleja una información central; que a pesar de la mayor asistencia artificial de fertilidad, se continuarán extrayendo más nutrientes de los que se reponen.
De acuerdo con estimaciones del INTA, el auspicioso aumento de “entre un 25 y un 30 por ciento” en el uso de fertilizantes en las principales zonas agrícolas resultará insuficiente. La razón es que, a pesar de este aumento, sólo se estarán reponiendo el 25 por ciento de las nutrientes extraídas. Se genera así una situación similar a la de los déficit estructurales; si no se encuentra una asistencia permanente, más temprano que tarde la situación estallará. La consecuencia podría ser que la Argentina pierda una de las “ventajas comparativas” de que gozó desde la génesis del modelo agroexportador: la mayor productividad natural de sus tierras. Pero por ahora, nadie quiere echar sombras sobre un mar de luz de apariencia infinita.