Domingo, 13 de junio de 2004 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
Información
El capital humano es, quizá, el principal factor del progreso económico.
Está formado por la enseñanza recibida, la práctica en
determinada actividad y los innumerables datos absorbidos en el desenvolvimiento
de un oficio o profesión, todo lo cual puede cifrarse en el término
información. A diferencia de los recursos naturales y las maquinarias
y equipos, que son materiales y existen fuera del individuo, la información
es inmaterial, vive con el individuo y muere con él. Además, como
el individuo mismo, pero a un ritmo propio, la información envejece y
se torna inútil. Nada más inútil para invadir a Normandía
que la información meteorológica del día anterior. Los
científicos poseen información en grado superlativo, y su valía
suele estimarse por sus publicaciones, donde externalizan parte de su información
y sus técnicas para procesarla. A su vez, la información que poseen
ciertos científicos puede ser capaz de "inclinar la cancha"
a favor del país que los tenga. Al terminar la guerra mundial, se vio
el espectáculo de una cacería de científicos entre EE.UU.
y la URSS. La captura de Von Braun, por ejemplo, determinó el éxito
del programa aeroespacial de EE.UU. Entre economistas sucede lo mismo, y especialmente
en aquellos que acceden al cargo de ministros, en virtud de lo cual pueden acceder
a datos en extremo confidenciales, y que podrían usar de muy distintas
maneras. Cierta vez el ex ministro Cavallo expresó que sólo él
poseía toda la información de la economía. Es imaginable
cuánta ganancia podría obtener una empresa particular que tuviera
a su servicio tanta acumulación de capital humano. Raúl Prebisch,
cuando fue destituido del BCRA, en septiembre de 1943, por esa razón
rechazó jugosas ofertas de bancos particulares, por considerar no ético
poner al servicio de un interés privado información obtenida en
el desempeño de un cargo público. Y así, en lugar de tener
un ingreso de 100, basado en la información que tenía su mente,
optó por ganar 33, y dedicar su tiempo a la docencia e investigación.
Y algunos acopian información con otro fin. Fue el caso de Marjorie Grice-Hutchinson,
radicada en España para estudiar la Escolástica, que además
realizaba espionaje para el primer ministro inglés. Aquellos ministros
dimitentes ¿no debieran abstenerse de recibir un sueldo fuera del gobierno
hasta que su información dejase de tener valor económico?
Cepeda
y Pavón
Aristóteles consideraba una ciudad aislada del mundo, cuyas actividades
correspondían a la satisfacción de las necesidades básicas
y donde las transacciones eran compraventas, es decir, por intermedio del dinero:
un zapatero compra una vivienda al albañil y éste, con el dinero
recibido, adquiere zapatos al zapatero, pan al panadero, ropa al tejedor, etc.
La demanda de bienes es recíproca: el dinero va y vuelve entre productores.
La demanda recíproca, por el dinero, mantiene unida la ciudad. Aristóteles
desconocía el “multiplicador”, pero de haberlo conocido hubiera
reparado en que los sucesivos giros del dinero en el interior de la ciudad iban
expandiendo el volumen de la actividad económica. Caído Rosas,
la Confederación eligió el modelo de apertura al mundo y repudió
el modelo de autarquía elegido por Paraguay, al que incluso atacó
en coalición con otros países. Se trataba de vender lana al mundo
y a cambio de importar todos los bienes manufacturados necesarios, desde ropa
hasta locomotoras. En tal economía abierta los posibles efectos expansivos
de un gasto se evaporaban por la fuga hacia el exterior, y el multiplicador
era prácticamente igual a 1, es decir, ineficaz (cualquier cosa multiplicada
por 1 no cambia). Nadie podía esperar una mejora de su ingreso proveniente
del gasto de un compatriota. La demanda recíproca no existía,
y todo se resolvía en tomar la mayor parte de dinero posible del lote
total, que en principio pertenecía al gobierno de Buenos Aires, propietario
de la aduana. En lugar de un juego de suma positiva, como el modelo de Aristóteles,
había un juego de suma cero, donde cada punto adicional que ganaba uno
era un punto menos para los demás. El dinero fue factor de desunión.
Buenos Aires se separó de la Confederación, y se inició
una crisis de diez años, que se resolvió cuando Urquiza derrota
a Mitre en Cepeda (1859) y Mitre derrota a Urquiza en Pavón (1861), tras
lo cual se disuelve la Confederación y se proclama a Mitre presidente
de la República. Hoy volvemos a tener una economía dependiente
de la importación, gracias a haber destruido la industria, por lo que
la distribución de recursos participables vuelve a ser un juego de suma
cero, y la lucha por mayor cuota un factor de desunión. El tema tiene
un lugar técnico en las finanzas de múltiples niveles y una sede
de deliberación que es el Congreso nacional, no los poderes ejecutivos.
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