Domingo, 7 de septiembre de 2003 | Hoy
EL BAúL DE MANUEL
Por Manuel Fernández López
En la vía
Hay dos vías para obtener de otro algo que tiene y nosotros necesitamos
o apetecemos: arrebatárselo o darle algo a cambio. A ambas las adoptaron
individuos y países, a lo largo de la historia. Ya lo dijo el economista
milanés Pietro Verri (1728-97) en sus Meditazioni sulla economia política
(1771), “la necesidad del hombre lo empuja a veces al robo, a veces al
comercio”. Inglaterra, a partir del siglo XVI, recorrió la primera
vía, anexando territorios extranjeros: entraba en ellos, desconocía
todo derecho a los nativos, y se llevaba lo que le hacía falta; gratis,
sin dar nada a cambio. Territorios enormes, como EE.UU., Canadá, Australia,
India, fueron así saqueados por un tiempo. En 1806/7 se intentó
anexar Sudamérica entrando por el Río de la Plata. Rechazamos
las invasiones inglesas, pero ellos nos agendaron para la segunda estrategia:
los secretarios de relaciones exteriores ingleses, Castlereagh primero y Canning
después, iniciaron la segunda vía, obtener los recursos periféricos
a cambio de manufacturas inglesas. Ellos nos enviaban textiles y nosotros cereales.
En un comercio equilibrado, el valor de nuestra importación (cantidad
de textiles, T, por su precio, p: pT) es igual al valor de nuestra exportación
(cantidad de cereales, C, por su precio, p’: p’C), es decir: pT
= p’C. O pasando términos: T/C = p’/p. La expansión
del cultivo del área pampeana, de productos alimenticios cuya demanda
es relativamente inelástica, a la larga produjo una baja en su precio
(en p’). La demanda de manufacturas, en cambio, tiene un crecimiento más
que proporcional. La combinación de ambos efectos ocasionó la
baja del cociente p’/p, los precios relativos o términos del intercambio,
idénticos a T/C. Una cantidad determinada de productos primarios que
en 1876/80, cuando empezó la expansión agroexportadora, compraba
100 unidades de manufacturas, en 1931/35 sólo compraba 62. O dicho al
revés: 100 unidades de manufacturas compraban en 1876/80 100 unidades
de bienes primarios, y en 1931/35 las mismas manufacturas compraban 164 unidades
de bienes primarios. Llegar a ese punto exigió matar al indio, radicar
labradores europeos, tender una vasta red ferroviaria, construir puertos y endeudar
al país. Ese costo lo cubrían las 100 unidades exportadas. Las
otras 64 eran pura renta, obtenida con las mismas 100 de manufacturas; gratis,
como en la primera vía.
Ideas
Lord Keynes en 1935 escribió: “Las ideas de los economistas y de
filósofos políticos, tanto cuando son correctas como cuando son
erróneas, son más poderosas que lo que comúnmente se cree
... Los hombres prácticos, que se creen libres de cualquier influencia
intelectual, son usualmente esclavos de algún economista difunto. Los
locos en el poder, que oyen voces en el aire, alimentan su delirio con algún
escritorzuelo de algunos años atrás”. Esta semana hemos
visto en casi todo programa político de la TV a uno de tales personajes,
a quien el general Perón parece susurrarle al oído una fórmula
para la estabilidad, cifrada en “lo que puede comprar un trabajador con
una hora de su salario”. Para expresarla mejor, nótese que todo
lo que se compra se paga en dinero, el cual es obtenido por el trabajador a
través del salario. Luego, hay dos precios en dinero, el de lo que se
compra, que llamaremos p, y el de una hora de trabajo, o salario, que llamaremos
s. Si X es la cantidad de lo que se compra y T la cantidad de trabajo, entonces
la suma de dinero cobrada como salario es igual a la suma de dinero gastada
al comprar, es decir, sT = pX. Que ambos términos son dos modos de expresar
una misma suma de dinero M, se comprueba definiendo al salario como el dinero
percibido por unidad de tiempo trabajado: s = M/T; y al precio como dinero pagado
por unidad del bien comprado: p = M/X. Por tanto la igualdad anterior, sT =
pX, se expresa como (M/T)T = (M/X)X = M. El indicador de la estabilidad se obtiene
dividiendo s por p: s/p = M/T M/X = X/T, que se lee: “cantidad de bienes
que se compran con una unidad de trabajo”, y no es sino el célebre
salario real o poder adquisitivo del salario. Si s/p ha de ser constante, y
en ello consiste la estabilidad, necesariamente será constante también
su inversa, o p/s, cuyo valor es T/X. Esta expresión se lee: “cantidad
de trabajo que se compra con una unidad de cierto bien”, y fue introducida
por Adam Smith como medida real de la riqueza y del valor: “Un hombre
es rico o pobre según el grado en que puede disfrutar de cosas necesarias,
convenientes o cómodas para la vida humana. La mayoría de ellas
debe obtenerlas a través del trabajo de los demás, y será
rico o pobre según qué cantidad de dicho trabajo pueda disponer
o pueda permitirse adquirir. Luego, el valor de una mercancía es igual
a la cantidad de trabajo que ella le permite adquirir o disponer” (Riqueza
de las Naciones, I, 5).
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