INTERNACIONALES › QUE DEBERA AFRONTAR EL NUEVO GOBIERNO DE IRAK
El precio de un barril sin fondo
Una serie de previsiones iraquíes e internacionales sobre el panorama que tendrá que afrontar el gobierno que asume el 30 de junio próximo alza aún más el costo de la guerra... y del petróleo.
Por Claudio Uriarte
El precio del barril de crudo no muestra signos de bajar de las inmediaciones de los 40 dólares, pese a los esfuerzos –ya casi extenuados, por otra parte– de la OPEP por enfriarlo aumentando la producción. Es una cotización alarmante para la economía mundial. Y no muestra signos de cambiar para mejor, sino al revés. En el centro del problema está la guerra de Irak, que también muestra signos de empeorar. Los ataques coordinados de la semana pasada en seis ciudades iraquíes dan una pauta de los recursos ahora a disposición de los enemigos de Estados Unidos en su campaña para romperle la columna vertebral por anticipado al nuevo gobierno iraquí que será ungido el próximo miércoles 30. Y aún si no logran hacerlo, continuarán intentándolo durante el período de zozobra que seguirá hacia los dos próximos mojones a alcanzar: las elecciones norteamericanas del 2 de noviembre y unas elecciones iraquíes cuya forma todavía no está diseñada y que se supone que tendrán lugar a fines de enero de 2005. Esto es lo preocupante, porque el tiempo ha corrido ahora contra los ocupantes, y sus aliados. Paradójicamente, la principal esperanza del futuro gobierno puede radicar en la percepción por la mayoría chiíta de que los ataques son obra de remanentes saddamistas y los grupos afiliados al terrorismo extranjero de Osama bin Laden y su red internacional Al-Qaida. Pero, aun si esto sucede, y logra cohesionar a una respetable mayoría de iraquíes en contra del terror sunnita en la segunda reserva petrolera del mundo, siempre quedará la posibilidad de seguir desestabilizando a la primera –Arabia Saudita–, que es, después de todo, la patria de origen de Bin Laden. En conjunto, el panorama aparece bastante sombrío.
Y eso sin tener en cuenta los problemas de la economía iraquí propiamente dicha, cuyos costos se trasladan directamente al déficit presupuestario estadounidense. El nuevo gobierno del primer ministro Iyad Allawi arrancará con un Producto Bruto Interno de entre 35.000 y 40.000 millones de dólares este año (entre 15.000 y 16.000 millones de dólares a precios constantes, es decir sin tener en cuenta los efectos de la inflación) de lo que el 95 por ciento provendrá de la renta petrolera. Esto no es suficiente para garantizar las cosas demasiado lejos. Según una media citada esta semana por el diario El País de fuentes como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las Naciones Unidas y observadores extranjeros, la previsión de crecimiento de la economía es del 38 por ciento. Esto suena mejor de lo que es en realidad. Este aumento va a compensar en parte el desplome de más del 20 por ciento que sufrió la economía iraquí durante el catastrófico año pasado de guerra, invasión, ocupación, terrorismo y sabotaje sistemático de las instalaciones petroleras y eléctricas. Ocurre, sin embargo, que el nuevo gobierno tendrá que empezar a recomponer unas infraestructuras que, desde la primera Guerra del Golfo en 1991 hasta ahora, ha sufrido daños por valor de entre 200.000 y 230.000 millones de dólares hasta ahora, y tendrá que asumir los pagos de una deuda externa de entre 110.000 y 124.000 millones y los gastos generales del Estado, sin contar las demandas por compensaciones de guerra presentadas ante la ONU que llegan a 266.500 millones. Aun si parte de la deuda es perdonada, seguirá siendo una fuerte carga. Y el Centro de Estudios de Estrategia Global de Londres anticipa déficit públicos significativos al menos por los próximos 13 años.
La economía está en un tembladeral. Aunque el gobierno provisional admite un desempleo del 22 por ciento, fuentes extranjeras dicen que la tasa de desocupación está más cerca del 60 por ciento. El ingreso per cápita del país, que a precios constantes llegó a estar cerca de los 4000 dólares anuales a mediados de los ‘80, hoy no llega a los 500, aunque dada la inflación –que el Banco Central iraquí anticipa en un 30 por ciento– el poder adquisitivo real es muy inferior a esa suma. Que la guerra nunca fue por el petróleo de Irak siempre se supo a partir del deterioro de la infraestructura bajo el saddamismo. Pero nunca se anticipó que la factura final podía salir tan cara.