CONTADO
El deseo
Por Marcelo Zlotogwiazda
Una variedad de fiambres y quesos exquisita. Un rincón de venta de habanos importados pegado a una bodega bien surtida para paladares exigentes y bolsillos abultados. Las frutas parecen recién pintadas y lustradas, y entre las verduras no faltan las exóticas. La sección pastelería seduce y las carnes y pescados que invitan a la compra se venden en condiciones higiénicas propias de un hospital. Las góndolas están repletas, incluso con productos importados y en la ambientación se percibe la ausencia de antiestéticos cartelones. La sucursal de Disco ubicada en Salguero entre la Avenida del Libertador y Cerviño ya no es una más de la cadena sino que ha sido adaptada a partir del mes pasado al nivel adquisitivo de la zona. Es una exitosa prueba piloto de un proyecto que en la compañía (en proceso de ser absorbida por Cencosud-Jumbo tras los escándalos que sacudieron a sus dueños holandeses y argentinos, Royal Ahold y grupo Velox) se conoce como “Cyborg”, y en pocos días más se extenderá a otras dos sucursales ubicadas en Belgrano, otro barrio de alto poder de compra.
A metros de la sucursal de Salguero, el Banco Río tienta a potenciales clientes que caminan por la vereda con videos que se trasmiten en modernísimas pantallas de plasma. Y a un par de cuadras de ahí los vecinos del lugar pueden saborear en la heladería Persicco cualquiera de los deliciosos gustos (se recomienda el “chocuquinna”, una mousse de dulce de leche y queso crema con trozos de sablee de chocolate) pagando 22 pesos el kilo, o sea el triple de lo que cuesta en una heladería común.
Son apenas tres ejemplos de la realidad que sólo se disfruta en el vértice superior de la pirámide social, pero que demuestran que la actitud hacia el consumo de la clase alta y de la oferta que la satisface ha encontrado una nueva normalidad. En palabras de Guillermo Oliveto, experto en consumo y directivo de la consultora CCR-Cuore, “las empresas han vuelto a estimular el deseo de la gente porque se dieron cuenta de que la culpa por gastar se aplacó bastante”.
El fenómeno no es exclusivo del 10 por ciento de la población que Oliveto encasilla en la clase alta. Sin glamour y con mucho menos dinero, se extiende a la siguiente franja que agrupa al 20 por ciento de clase media. “El aumento en las compras en cuotas de electrodomésticos o el boom de los celulares está revelando que en ese segmento también reaparecieron las aspiraciones y deseos”, explica. La facturación de electrodomésticos es el rubro más dinámico en los hipermercados, y se estima que para fines de este año la cantidad de celulares en uso llegará a los 11 millones, 3 millones más que en el año 2001 y 4 millones más que la cantidad de líneas fijas.
Pero esas realidades no alcanzan para garantizar que por el solo impulso del consumo la economía mantenga el ritmo de crecimiento de los dos últimos años. En primer lugar, porque mientras el 30 por ciento ha vuelto a su normalidad, la del 70 por ciento restante es la supervivencia, como clase media empobrecida o como pobre y/o excluido, lo que por cierto le resta potencia a la demanda agregada. En segundo lugar, porque hay indicios como para sospechar que se ha frenado la recuperación del poder adquisitivo de los asalariados. Al respecto, de acuerdo con cálculos que figuran en el último informe de la consultora M&S, el poder de compra de la masa salarial se ubica un 14 por ciento por debajo del de finales del año 2001. En ese sentido, las recientes cifras sobre desocupación abonan la idea de que se habría agotado la etapa en la que el crecimiento aumentaba de manera notable el empleo y reducía la pobreza.
A lo anterior se suma que el deterioro en el salario real y la traumática experiencia reciente cierran por ahora el camino a un incremento del crédito destinado al consumo, que en la actualidad equivale a menos de la mitad de lo que había prestado en ese segmento en el trienio 1999-2001. Algo muy similar ocurre con los créditos hipotecarios, cuyo stock no sólo se derrumbó luego de la devaluación, sino que continúa cayendo (son más las cancelaciones que los nuevos préstamos). Si bien la adquisición de vivienda no se considera técnicamente consumo sino inversión, a los efectos de analizar las perspectivas de crecimiento por el lado de la demanda vale la asimilación.
Debido a las limitaciones señaladas para confiar exageradamente en el consumo como factor de crecimiento, y a una performance poco satisfactoria que ha tenido hasta ahora otro de los componentes de la demanda agregada (las exportaciones, en particular las de mayor valor agregado), es que el Gobierno va a anunciar al regreso de la gira presidencial a China el tan anunciado e igualmente demorado plan de obras públicas para dinamizar la inversión. Se sabe que sólo con consumo vive el hombre, pero no la macroeconomía.