Domingo, 22 de mayo de 2016 | Hoy
MITOS ECONóMICOS › PROMESAS DE BONANZA DE LA ORTODOXIA
Por Andres Asiain
El intelectual uruguayo Eduardo Galeano enseñó que la utopía “sirve para caminar”. Apelan a ellas las religiones, cuando permiten transitar la amarga vida terrenal con el consuelo de un promisorio más allá. También las ideologías políticas que exigen el sacrificio presente de generaciones por una sociedad futura mejor. Es también el caso de la política económica ortodoxa, que promete un largo plazo pleno de felicidad luego de superar los ajustes socialmente dolorosos del corto plazo.
Descreído de la prédica ortodoxa, el economista británico John Maynard Keynes señalaba que “a largo plazo todos estaremos muertos”. En una muestra inusual de patriotismo, los liberales criollos hicieron caso omiso al lord inglés, y continuaron prometiendo un futuro mejor. Pero, como el horizonte temporal se acorta en economías volátiles - también para la credibilidad social de las promesas económicas-, el largo plazo del liberalismo argentino no va más allá de algunos meses.
“Hay que pasar el invierno”, clamaba Álvaro Alsogaray en junio de 1959, presentando sus políticas de ajustes como un remedio amargo pero necesario luego de “muchos años de desatino y errores”. De manera similar, el ministro Alfonso Prat Gay considera la actual escalada de los precios y desbarranco de la actividad económica como un efecto de transitorio para sentar las “bases para que haya más empleo digno, que Argentina vuelva a crecer e iniciemos el camino de la pobreza cero”. La fecha establecida para el comienzo de la bonanza es el 1º de julio del presente año, cuando se inicia un “segundo semestre” donde también “la inflación estará más cerca del 1 por ciento mensual”.
La posibilidad de mejora en los indicadores económicos del segundo semestre depende de si se modifica el actual rumbo de la política económica. Si se mantiene sin nuevos saltos el valor del dólar, los combustibles y las tarifas, la concreción de los aumentos salariales negociados en paritarias junto al incremento de las asignaciones y jubilaciones establecido por la ley de movilidad, podrían moderar el deterioro del consumo interno. La reactivación de la obra pública financiada con deuda externa, puede mejorar el desempeño del sector de la construcción y con ello el empleo.
Aun así, la mejora no alcanzaría para generar un rebote la economía. Los recientes incrementos en combustibles y tarifas tienen impactos secundarios en la estructura de costos de las empresas, a los que se sumará el ya tradicional pase a precio de los aumentos salariales. De esa manera, con una visión optimista, la inflación cerrará el 2016 cerca del 40 por ciento, y la mejora de los salarios, jubilaciones y asignaciones entre 10 y 5 puntos por debajo. La consecuencia es una caída interanual del consumo, que aunque menor que el primer semestre, no deja de ser una baja.
Algo similar sucede con la obra pública, hoy literalmente parada. El 2015 fue un año record en materia de obras y su reactivación tardía no será suficiente para torcer el pronóstico de una baja interanual. Si a eso le sumamos la mala situación de Brasil, principal comprador de productos industriales, un pronóstico más realista indica que el segundo semestre será menos malo que el primero, pero no alcanzará para que sea bueno. Tal vez por ello, en los despachos oficiales ya se escucha hablar de un promisorio “tercer semestre”. No queda claro aún si se refieren al primero del próximo año o, tal vez, a un posible DNU presidencial que amplíe el número de meses que conforman el presente año calendario.
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