ENTREVISTA A INES DE OLIVEIRA CEZAR
Imágenes sensibles
Admiradora de la obra de Andrei Tarkovsky, a quien define como dueño de “una obra perfecta, de una sensibilidad conmovedora”, Inés de Oliveira Cezar se apresta al estreno de su segundo largometraje. Luego de transitar por varios festivales internacionales, entre ellos el de Berlín, y a punto de viajar a San Sebastián, Londres y Tesalónica, Cómo pasan las horas se estrena en la Argentina exclusivamente en la sala de cine del MALBA y el Complejo Tita Merello.
El germen de las dos historias paralelas que conforman el centro de su película y que funcionan cada una como contrapunto y reflejo de la otra “fue una imagen-sensación muy fuerte: un niño pequeño al cual se le presenta la ausencia inexplicable de su padre. La idea era narrar ese momento, que no es más que un instante, pero que para mí era toda una película. Desde esa idea se fueron desplegando otras posibilidades. Luego, con la compañía de Daniel Veronese, se generaron los personajes, las historias, el modo de la película”.
–Resulta muy interesante el trabajo de dirección de actores, en particular en la historia del padre y el hijo. No es común encontrar esa frescura, alejada del naturalismo forzado.
–El trabajo con el chico fue fundamental y la clave para arribar a un buen resultado estuvo centrada en que tuviera confianza en mí. Tengo hijos y trabajar con el hijo de otra madre fue todo un tema. Por suerte esta mujer era muy piola y lo importante fue sentir que el deseo era del hijo y no de la madre. A partir de ahí me metí con todo a jugar, a dejar que Guillermo (Arengo) y Agustín (Alcoba) jugaran, desde tres meses antes de comenzar el rodaje. Fue un proceso de aclimatación donde ellos charlaban, comían galletitas juntos..., situaciones totalmente alejadas del guión.
–¿Cuántos de los diálogos originales fueron respetados en el rodaje?
–Básicamente respeté lo que me gustó. Cuando en rodaje aparecían cosas escritas que no me gustaban, ahí se acababa el respeto. En definitiva: confié plenamente en el despojo. Por eso fue fundamental trabajar en un soporte como el High Definition, un formato de video, donde no estás acotado por los límites presupuestarios que te impone el fílmico. Además, si estás dispuesto a trabajar mucho en la posproducción, es un formato que te permite tener muy buena calidad y una excelente definición cuando se trabaja con luces bajas.
–En el paso final la película se exhibe en 35mm anamórfico, un formato de pantalla ancha con poco uso en nuestro país. Y además se trabajó la deformación de ciertas imágenes, de manera similar a lo que el director ruso Alexandr Sokurov realizó en Madre e hijo.
–Bueno, es algo que ya me han dicho y seguramente seguirán diciéndome. Esas imágenes remiten básicamente a Madre e hijo por la utilización de ciertos lentes deformantes, un procedimiento estético. Pero hay que tener en cuenta que ese efecto de anamorfosis existe desde la Edad Media. Virilio escribió un libro hermoso donde habla justamente de eso. Ese efecto, por ejemplo, se utilizaba mucho en grabados y dibujos pornográficos, para enmascarar un poco ciertos sectores de las imágenes. Para mí se trató simplemente de un procedimiento, aun sabiendo de antemano que podían acusarme de imitar a otro cineasta. Son riesgos que se corren.