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La tesis de doctorado que Beatriz Kohen acaba de terminar en la Universidad de Sussex, Gran Bretaña, y que próximamente será editada en castellano, se llama Diferencias de género en juzgados de familia y buscó descubrir diferencias de género entre 6 jueces varones y 6 mujeres de los juzgados civiles especializados en familia. “Me encontré con que no había diferencias tan gruesas como había esperado. Yo imaginaba que las mujeres tendrían una actitud mucho más nutricia en relación con lo justiciable, que serían más protectoras. Y encontré que la ética del cuidado podía estar tanto en varones como en mujeres, lo cual probablemente tuviera que ver con el fuero en que me estaba manejando. La familia, la existencia de personas que tenían necesidades de ser cuidadas, como las mujeres y los niños, despierta en ambos una actitud cuidadosa. Y esto es muy consistente con el hecho de que todos los jueces que entrevisté tuvieron una formación católica. De los 12 juzgados, sólo en 2 no había un Cristo colgado en el despacho del juez, y casi todos profesan o practican alguna religión. Dentro de la ética católica hay una tendencia fuerte al cuidado de la familia, es una institución clave dentro de la concepción de la sociedad. Pero una visión protectora de la familia no significa una visión protectora de la mujer dentro de la familia, sino todo lo contrario. La protección es hacia la familia como institución y dentro de ella la mujer tiene un lugar subordinado.” En relación con esto, es interesante que cuando Kohen les preguntaba cuáles eran los temas que más los preocupaban, los jueces respondían: los niños –el abuso infantil y la violencia contra ellos– y en menor medida las mujeres como víctimas de los mismos delitos, “pero muy tangencialmente se referían a la situación difícil que pasan las mujeres cuando tienen que dividir la propiedad conyugal”. Otro aspecto relevante fueron la negación, tanto por parte de hombres como de mujeres,de una situación discriminatoria hacia la mujer dentro de la Justicia, lo cual es interpretado por la socióloga como una “estrategia de supervivencia de las mujeres: negar la discriminación para poder avanzar en un mundo que realmente las discrimina”.