Viernes, 12 de octubre de 2007 | Hoy
EXPERIENCIAS
Fue después de uno de los encuentros Belladona –que se organizan en Buenos Aires para difundir y compartir producciones de mujeres– que las integrantes de la mítica banda punk She Devils se reunieron con Juana Chang y la mexicana Afrodyke para darle forma a un sueño que las llevó de paseo por América: tocar cumbia. Distorsionada, sí, pero con esa alegría popular que tiene ese género que pone a mover las patitas.
Por Verónica Engler
Están algo cansadas, pero felices como nunca antes. Pilar Arrese y Patricia Pietrafesa, bajista y guitarrista de She Devils –la banda de punk rock que supo salir al ruedo hace una década con un simple titulado El aborto ilegal asesina mi libertad–, acaban de llegar de una gira de tres meses por México.
El motivo principal del viaje no fue la presentación de Horario invertido, su nuevo disco, sino las Kumbia Queers, el nuevo experimento musical en el que se embarcaron las She Devils a pleno (la banda se completa con la baterista Inés Laurencena) junto a la charanguista Juana Chang y la mexicana Ali Gua Gua (que hace lo suyo en las Ultrasónicas, Afrodyke y como Dj Guaguis), el dúo que les pone voz a las letras medio cachondas de las KQ. Como es un grupo binacional, según se hallen en la Argentina o en México los teclados pueden quedar a cargo de Octavia, de Juana Chang & The Wookies, o de Fernanda Martínez, cantautora argentina radicada en el DF.
“Seis locas punk and rollers aburridas del rock actual deciden autoexplotar su lado kumbianchero y queer, haciendo canciones de chicas para chicas.” Así se presentan en la página web que tienen en el sitio MySpace.
Las muchachas tuvieron su bautismo de fuego ante miles de personas congregadas en el Zócalo –la cuarta plaza más grande del mundo– para la Marcha del Orgullo Gay, a fines de junio. “No lo podíamos creer”, recuerda Pilar con una sonrisa en la cara. “Estábamos arriba del escenario y abajo estaba Tenochtitlán (la capital del imperio azteca). Imaginate lo que es estar tocando ahí.” Minutos después de que la actriz y cantante mexicana Astrid Hadad fuera coronada como reina de la marcha, comenzaron a sonar los primeros versos de La isla con chicas, una versión cumbianchera de la La isla bonita –de Madonna–, que dice más o menos así: “Anoche, una mina en San Telmo / me recomendó un lugar sensacional, / lleno de chicas bonitas, / yo ya quiero estar ahí, lejos de aquí”.
Sin lugar a dudas, el espíritu juguetón es lo que prima en esta banda que se formó hace menos de un año en Buenos Aires, cuando el destino quiso que las chicas confluyeran durante más de un mes en la Casa Zombie, el centro de operaciones de las She Devils, en el barrio porteño de Villa Urquiza. “Todo empezó en el Festival Belladona (que las She Devils organizan desde hace diez años para que las féminas del arte puedan presentar sus obras y conocerse)”, rememora Patricia. “Nos juntamos, estuvo buenísimo y fue como una continuación de eso seguir tocando.” En aquel momento, Ali, fanática de la cumbia villera, les dijo a sus colegas argentinas: “Basta de rock, quiero hacer una banda de cumbia”; y ése fue el puntapié inicial.
Aprovecharon el calor y un período de nula actividad laboral para pasar un mes de feliz convivencia durante el que compusieron, zaparon todo lo que quisieron, bebieron, bailaron y también grabaron algunos elementos de lo que sería el primer disco de las KQ, que se presentó en México y pronto hará su debut en la Argentina.
A poco de llegar al DF, las She Devils se dieron un gustazo: telonearon a The Misfits –banda señera del punk rock mundial– en un recital a todo trapo en el Hard Rock Café, algo que ni soñaban cuando despegaron de Buenos Aires. “Los organizadores del recital (de The Misfits) nos vieron tocar en tianguis (mercados callejeros) del Chopo, les gustó y nos contrataron”, cuenta Patricia, todavía incrédula ante tanta buenaventura.
En la otra punta del periplo y de la escala musical, cuando la mitad de las KQ estaba a punto de subir al avión para retornar al sur, se les presentó otra oportunidad con la que ni habían fantaseado: tocar junto a los Pibes Chorros. En Guadalajara fue donde compartieron cartel con los auténticos adalides de la cumbia villera.
“Supongo que todo nació porque estaba escrito en las estrellas. Hay gente que planea las cosas y tiende a competir con el destino. Pero el azar es más poderoso que nosotros y siempre nos toma por sorpresa”, así se inicia la declaración de amor que Ali Gua Gua les dedica a las KQ en su blog. “Amo a las Kumbia Queers. Fui buscando al coño sur algo que ni yo misma sabía qué era y encontré un tesoro en la isla (con chicas). Mujeres de mi misma especie con un amor desenfadado hacia la música. Mujeres rudas que conectan sus propios cables, mujeres hermosas del puerto. Mujeres que tocan rocanrol con punk y garage, mujeres que organizan festivales de mujeres y hacen y tocan y graban sus propias canciones. Mujeres algo aburridas de la solemne ‘escena’ de rock (predominantemente conformada por hombres), una escena que hace de la pedantería y la cerradez de cabeza toda una logia.”
Y sí, es así, las KQ cargan sus equipos, estampan sus remeras, diseñan sus CDs y los venden, ensayan, graban y arman sus giras. No tienen manager, ni productor, ni vestuarista. El “hacelo por vos misma” es la filosofía que cada una de ellas eligió hace rato.
Al principio, las canciones surgieron como traducciones nada literales de clásicos del rock –de The Cure y Black Sabbath, entre otros–, adaptadas al ritmo bascular de la cumbia. Pero también hay temas propios como “La chica del calendario”, en el que interpretan los sueños de un empleado de taller mecánico ante el poster de una modelo que exhibe lubricantes. Justamente, el videoclip de esta canción lo protagoniza Alejandra Bogue, una transexual que conduce un programa en la televisión mexicana al que fueron invitadas las KQ. La Bogue –como le dicen en México– es una fan confesa de la banda. Apenas vio a las chicas en el camarín del canal, cuando las maquillaban para salir al aire, exclamó: “Son mi banda favorita, la banda que estuve esperando toda mi vida”, y aceptó encantada el ofrecimiento de participar en el videoclip.
La gira fue súper intensa, tocaban casi todos los días, e incluso varias veces por día, y además las integrantes de la banda también presentaban los proyectos paralelos en los que está involucrada cada una. El menú de los shows era más o menos así: abría Juana Chang sola con su guitarra, la seguía Afrodyke (Ali Gua Gua cantando sobre sus bases), luego las She Devils con su hardcore furioso y finalmente cerraban las Kumbia Queers.
“Estábamos todo el día corriendo, yendo a programas de radio, llevando equipos a los lugares en donde tocábamos, probando sonido, viajando en la ruta un montón de tiempo, pero felices; y los shows iban uno mejor que el otro”, evoca Patricia.
“Es la vida que siempre quisimos llevar, tocábamos todos los días, ganábamos plata de eso y ninguna tenía que trabajar en otras cuestiones. Teníamos todo el tiempo y la energía puesta en eso, y encima vivíamos juntas, nos cocinábamos, nos divertíamos mucho”, agrega Pilar.
Entre los variadísimos parajes en los que recalaron las KQ, uno de los más extraños, tanto para ellas como para el propio público, fue el California Dancing Club, un salón tradicional del DF al que la gente va a bailar cumbia, chachachá y danzón, entre otras danzas típicas. “Cuando les llevamos el demo para que nos conocieran, nos preguntaron quién era el director de la orquesta. Pero escucharon el disco y les gustó”, cuenta Pilar, todavía divertida por la extrañeza que causó la banda arriba del escenario. “Sobre la marcha vieron que éramos algo raro. ‘La cumbia zombie’, por ejemplo, tiene una guitarra distorsionada. Jamás en la historia del California Dancing Club hubo algo así. Entonces, la dueña del lugar, que hacía de anfitriona y hablaba entre tema y tema, vino a decirle al público: ‘Esto es algo totalmente nuevo, no es que estamos cambiando, pero saben que estamos abiertos a las cosas nuevas’; porque la gente no bailaba y se quedaba como sorprendida escuchando y mirando. Dentro de la cumbia, ver seis chicas que tocan es una rareza total. Además, nosotras somos todas personajes, ninguna pasa desapercibida.” La noche que tocaron las chicas, el afiche colorido de promoción del California Dancing Club anunciaba a las “Kumbia Queens”. Probablemente la gente del salón pensó que la R de Queers era un error de tipeo que se les había pasado por alto a estas reinas de la cumbia.
Con la Casa Zombie llena de flyers de boliches mexicanos, CDs con rarezas por todos lados, afiches de la gira y las mochilas aún sin desarmar, las chicas ya están planeando los próximos recitales de She Devils para presentar Horario invertido en la Argentina. Tienen el Festival Belladona 2007 por delante y la edición local del disco de las KQ, a cargo de Grrr! Records, el sello del trío.
Reconocen al unísono que todavía están un tanto conmocionadas por el retorno a Buenos Aires, un lugar al que ya antes de partir sentían con una energía medio depre. Las chicas consideran que el incendio en República Cromañón, a fines de 2004, precipitó un proceso en la ciudad que tiene que ver con el cercenamiento de los espacios públicos en general y en particular de los lugares para recitales de bandas chicas. “Creo que hay como una tendencia mundial, pero acá lo notamos más que en México”, advierte Patricia. “Allá en casi todos los lugares podías fumar, gritar, bailar, hacer lo que se te canta. Acá, en Unione e Benevolenza viene el de seguridad a decirte que no bailes.” Pero las chicas no se quedan en la queja; ellas fueron las que, junto con otras bandas, organizaron en marzo de este año el Musicalazo, una protesta musical en la calle. Interpretaban clásicos rockeros durante los cortes de semáforo en las avenidas Callao y Corrientes, para poner sobre el tapete el problema de la falta de lugares para tocar. “El primero y el segundo estuvieron excelentes, se vibraba la energía de la gente, la necesidad de protestar, repartíamos volantes y explicábamos de qué se trataba, terminamos todos juntos cantando, fue muy divertido.”
Aunque no se amilanan, el horizonte que avizoran, por lo menos en Buenos Aires, no les parece muy promisorio. “Quieren que la ciudad sea turística y que todo se mueva por plata –analiza Pilar–, con restaurantes y lugares de rock caros. La supuesta izquierda más progre se quejaba de que Bussi hacía afiches con una escoba en los que decía que había que limpiar Tucumán, pero con la excusa de la seguridad están terminando con toda la cultura de estar y de circular por la calle. No quieren que haya puestos callejeros, de comida, gente haciendo música o tomando una cerveza en la puerta del almacén. Cuando yo era chica, acá la gente salía con un banquito a la vereda a tomar mate, o un vermut a la tarde; quieren que todo esto se termine, y creo que es una cosa cultural muy jodida.”
Fechas para escuchar a Kumbia Queers:
15 de noviembre: Presentación de Kumbia Nena! Salón Pueyrredón, Santa Fe 4560. 21 hs.
21 de noviembre: A las 24 hs.
en Niceto, Niceto Vega 5510.
22 de noviembre: presentación de Horario Invertido, CBGB, Bartolomé Mitre 1552, 21 hs.
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