Viernes, 12 de octubre de 2007 | Hoy
TRABAJO
En un seminario sobre paridad laboral que se realizó esta semana, la diferencia salarial entre varones y mujeres –en todos los niveles– volvió a destacarse como el obstáculo más evidente para la equidad. Pero también hubo otros reclamos: la sanción del acoso y el cumplimiento de la ley de cupo sindical, entre ellos.
Por Gimena Fuertes
Dormir poco, viajar mucho, trabajar muchas horas, cobrar menos que el compañero de al lado, hacer las compras al llegar a la casa, cocinar, mirar los cuadernos del colegio de los hijos, no poder ir a la reunión del sindicato, vivir con la incertidumbre de no saber si se renovará el contrato y levantarse temprano para volver a salir. Como contracara, la organización colectiva, el reclamo ante las instancias estatales de control y cumplimiento de la ley de cupo sindical son algunas de las estrategias que consensuaron alrededor de 80 trabajadoras de diferentes gremios para que todas las formas de discriminación laboral dejen de ser un continuo presente y pasen a formar parte de la historia de la lucha por los derechos de las trabajadoras y trabajadores.
“La paridad salarial y acoso son los temas que más salieron en las discusiones con las compañeras, problemas que podemos enfrentar si fortalecemos las organizaciones sindicales y la participación de las mujeres”, opina Laura García Tuñón, de la Secretaría de Género de la Central de los Trabajadores Argentinos (CTA), una de las participantes del seminario taller Equidad de Género y No Discriminación Laboral en el Sector Público y Privado, que se llevó a cabo este lunes y martes, en el marco del convenio de cooperación firmado por el Inadi, la Confederación General del Trabajo (CGT) y el Ministerio del Trabajo.
Por su parte, Olga Hammar, presidenta de la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato y Oportunidades entre Varones y Mujeres en el Mundo Laboral (CTIO), del Ministerio de Trabajo, coincide en la necesidad de “fortalecer la presencia de las mujeres en la organización madre que son los sindicatos; ése es el instrumento, aunque no crean en los sindicatos o estén en desacuerdo con la conducción, más allá del color político de la dirección, las cosas se modifican desde adentro. ¡Basta de discusión, vamos a la acción!”. Hammar opina que todavía “falta mejorar mucho la participación femenina en los sindicatos”, por lo que destaca la importancia de la ley de cupo sindical como “un instrumento que no sólo permite sino que obliga a la organización sindical a que haya presencia de mujeres en el momento de las negociaciones colectivas. Las dirigentes sindicales que intervienen en las negociaciones pueden plantear temas básicos como la maternidad, la violencia laboral y el acoso, no sólo el salario y la reducción horaria. Estos son temas específicos de género y están recientemente instalados, por lo que todavía no figuran en la mayoría de los convenios”.
A favor de la región, se podría decir que América latina se ubica en un lugar intermedio con respecto a los niveles de discriminación laboral en el resto del mundo, según afirma María Ester de Lourdes Feres Nazarela, directora de la Organización Mundial del Trabajo (OIT) Chile, quien también participó del seminario. “En el último informe se incorporan convenios sobre no discriminación. Y, si bien han habido avances, como en las licencias maritales, o en repartir responsabilidades familiares, son acciones focalizadas en trabajos más formales. También hay una mayor formalización, pero surgen nuevas formas de discriminación que antes no las considerábamos, como la sobreexplotación de migrantes. Son formas que antes no eran tan evidentes”, asegura.
En ese sentido, María José Lubertino, presidenta del Inadi, coincide en que “la mayor gravedad de discriminación se da en casos en que se cruza el género con migrantes, indígenas, pobres o jefas de hogar solas. Es por eso que se hace necesario trabajar con los prejuicios que hay en las áreas de recursos humanos en las empresas”.
En la Argentina, a diferencia de otros países del resto de América latina, la brecha salarial entre trabajadores y trabajadoras se da en los puestos más altos y en los puestos más bajos, mientras que en los cargos intermedios hay una mayor homogeneidad. El resto de los países de la región muestra discriminación salarial sólo en los puestos jerárquicos, mientras que en los sectores medios y bajos no se da este fenómeno con tanta frecuencia. La explicación que arriesga la especialista de la OIT es la alarmante situación de precariedad que sufren las mujeres argentinas. Laura Tuñón, de la CTA, sostiene que “las delegadas van a las paritarias a discutir con la patronal el punto principal que es la brecha salarial entre varones y mujeres, eso es lo más sencillo de discutir. Pero en los sectores más bajos se hace más difícil por la precarización laboral, porque si vas a pelear, te echan”.
En ese sentido se inscribieron algunas de las conclusiones elaboradas por las trabajadoras. Se propuso crear una comisión paritaria permanente “que permita salir de la discusión salarial como único tema a convenir con la patronal” e incluir las condiciones de trabajo dentro de los convenios colectivos. Con respecto al rol del Estado, las trabajadoras estatales exigieron que sea el garante de los derechos, “aunque sea uno de los principales contratantes de fuerza de trabajo precarizada. Y frente a la patronal privada, que el Estado sea un controlador y no solamente un papel de mediador o amigable componedor”. Por último, “frente a la baja sindicalización, proponemos a las trabajadoras organizarse como mejor lo crean conveniente. Y frente a los contratos individuales, proponemos los derechos colectivos: organización colectiva como anticipación y defensa de derechos”.
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