Viernes, 12 de octubre de 2007 | Hoy
SALUD
Desde tiempos inmemoriales, las mujeres han sido llamadas locas para desacreditar tanto sus intervenciones públicas como sus angustias. Todavía hoy un exceso de energía o de autoridad merece el clásico mote. Pero lo cierto es que el prejuicio también oculta números cada vez más alarmantes de los padecimientos mentales femeninos: se estima que, en 2020, éstos serán la segunda causa de muerte y discapacidad de las mujeres.
Por Paula Carri
De aquellos pensamientos medievales que consideraban a la mujer como el último eslabón de una cadena de opresiones, del cinturón de castidad, las persecuciones con acusación de brujería incluidas, la discusión inverosímil sobre si las mujeres tenían o no alma y del círculo de poder del padre al del esposo, han pasado siglos. Pero aunque la realidad de la mujer hoy es bien distinta, algunas de las conductas parecen aún permanecer a través de las generaciones. Las cifras de la OMS –Organización Mundial de la Salud– revelan un panorama sombrío para las mujeres con respecto a los trastornos depresivos: los casos de discapacidad por trastornos neuropsiquiátricos llegan al 41,9 por ciento, cuando en los hombres llega apenas al 29,3 por ciento.
La OMS también calcula que para 2020 los trastornos de este tipo serán la segunda causa de muerte y discapacidad a nivel mundial (la primera hoy son las cardiopatías). Superarán a los accidentes de tránsito, las enfermedades vasculares cerebrales, el VIH.
La doctora María Dal Bello, presidenta del Fobia Club Filial La Plata (centro especializado en trastornos de ansiedad), informa que “tanto la depresión mayor (la distimia) como los trastornos de ansiedad se producen predominantemente en el sexo femenino. No son sólo más frecuentes sino que se producen a edades más tempranas, teniendo una altísima tasa de prevalencia durante los años fértiles”.
En el Fobia Club se realizó un estudio sobre 2800 pacientes, que arrojó que el 61 por ciento de las consultas por primera vez correspondían al género femenino y el 39 por ciento al masculino.
“Quien no puede salir de su casa por temor a sufrir un ataque de pánico, el que no puede acceder a un ascenso laboral por no sentirse capacitado, quien no puede rendir exámenes orales, el que no puede realizar una conquista amorosa por su excesiva timidez, el que vive preocupado todo el tiempo y anticipando catástrofes venideras, o el que no puede dejar de lavarse las manos una y mil veces, por ejemplo, seguramente van a deprimirse secundariamente y esta complicación también es predominantemente femenina”, opina la licenciada Gabriela Vaglica, codirectora de Fobia Club.
Los trastornos de género están mayoritariamente asociados, justamente, a las diferencias de género: la “depresión de la mediana edad”, “el síndrome del nido vacío” o “la neurosis del ama de casa”. En la actualidad, las mujeres suelen vivir lo que se llama “realización personal” casi como una obligación que se suma a las tareas de ama de casa, que siguen siendo su terreno exclusivo, y a la exigencia económica, que no siempre va de la mano con lo que ellas quieren hacer sino con lo que les queda por hacer. El entrecruzamiento de su rol laboral y las obligaciones familiares desembocan con frecuencia en una sobreexigencia que las convierten en vulnerables a cuadros depresivos y de ansiedad patológica.
La OMS afirma que la depresión, la ansiedad, el dolor psicológico, la violencia sexual, la doméstica y el aumento de consumo de psicofármacos afectan sobre todo a las mujeres, independientemente de las condiciones socioeconómicas y los países de origen.
Pero, según Dal Bello, “existe –y así lo señalan las investigaciones científicas– una relación directa entre el nivel socioeconómico y los cuadros afectivos. Las clases sociales más bajas, los individuos con menos años de educación y que desempeñan tareas menos calificadas, que a su vez implican condiciones de mayor presión con altas exigencias horarias y en algunos casos hasta falta de salubridad socio-ambiental, están más predispuestos a sufrir cuadros depresivos”.
En la sociedad moderna, dominada mayormente por el hastío y la falta de ideales, los trastornos asociados a la depresión –considerados por algunos especialistas “el mal del siglo”– encuentran con frecuencia su solución en pastillas “de la felicidad”: antidepresivos que –utilizados sin su debido control, ni asociados a una adecuada psicoterapia– convierten a los individuos en toxicómanos legales.
La investigación sobre los diferentes síntomas avanza constantemente y los nuevos descubrimientos sobre su realidad pueden mejorar las oscuras estadísticas. Con la finalidad de aumentar la transparencia de los estudios y contribuir a desarrollar la medicina basada en la evidencia, la OMS creó Latinred –Registro Latinoamericano de Ensayos Clínicos en Curso, www.latinrec.org–, un programa donde el público en general –desde Internet– puede ver los proyectos que se están desarrollando por enfermedad, ver si están disponibles en su país y si se aceptan pacientes. La OMS también pedirá a las empresas farmacéuticas, o instituciones públicas que estén desarrollando un ensayo clínico, que publiquen al menos 20 datos sobre ellos. Esto responde a que, algunas veces, empresas farmacéuticas no publican los resultados negativos de sus medicamentos. En Estados Unidos hay al menos dos juicios millonarios. En uno de ellos un paciente tratado con antidepresivos tuvo un trastorno de conducta que lo llevó a asesinar a su familia.
En una sociedad que carga cada vez más exigencias sobre las mujeres (y menos beneficios), la posibilidad de bajar los altos índices parece estar marcada por un diagnóstico adecuado: psicoterapia y –si es necesario– psicofármacos de última generación.
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