Viernes, 25 de julio de 2008 | Hoy
TALK SHOW
Por Moira Soto
Entre esos cuerpos más o menos desnudos considerados esculturales (habida cuenta de que también se puede esculpir con siliconas, colágeno, ácido hialudrónico, lipoaspiración) de chicas que bailan coreos relamidas –dos de ellas ascendidas a vedettes–, dos gemelos danzarines y zapateadores impecables y con mucho ángel; bailarines de músculos muy tallados que al final deben portar en la entrepierna una especie de conchero (¿o pelotero?) plateado –así como esas sandalias que parecen sobrevivientes de algún delirio bíblico hollywoodense–; más Gasalla haciendo de Gasalla para eslabonar efectivos chistes más concentrados en las apariencias que en las conductas; de nuevo Gasalla reflotando a Mamá Cora y a Soledad Solari, arquetipos incorporados hace rato a la cultura popular... Entre todos esos números que ofrece la ostentosa revista actual del Maipo hay dos mujeres que no cumplen la norma del glamour adocenado y plastificado, que asumen su edad, cantantes y actrices de fuerte personalidad que se ganan los aplausos más empáticos y cariñosos de la noche.
Gloria Montes es una lady que cumple pimpantes 83 el próximo 28 y que se retiró hace veintipico a instancias de su marido (“Nena, ya trabajaste bastante, ¿por qué no te quedás en casa?”). A ella le costó aceptar la sugerencia, pero trató de adaptarse a una vida sin escenario. Había debutado a los 21, hace 60 años, haciendo canciones españolas. Llamó la atención del maestro Marrodán, que le compuso dos temas: “La Prudencia” y “La Eufrasia”, allá en los ’40 y tantos. Después estuvo en otros tablados junto a grandes figuras, se convirtió en actriz, participó en revistas y comedias musicales, salió de gira por el interior y el exterior, hizo cine y televisión. Hace un tiempo, invitada a una fiesta en homenaje a Jorge Luz (“mi hermano, lo conozco de toda la vida”), Claudio Segovia le pidió que actuara y ella hizo sus desopilantes versiones de “El relicario”, “A la luz del candil”... A la semana, le ofrecían estar en la revista Maipo siempre Maipo, donde se manda un cuplé picarón, “El cañón”, y la “Apología tanguera”, de Rosita Quiroga. Dueña y señora de la escena, la voz casi intacta (“tengo el mismo tono que cuando debuté”) y una alegría de pisar ese suelo legendario que se le nota a la legua. El público la recibe con mucho aprecio, con ternura, y ella agradece emocionada: “Cuando recibí los primeros aplausos sentí que me ahogaba. Sí, me siento en mi territorio, el teatro es mi vida”.
Minón de rompe y rasga, por su parte, Cecilia Rossetto ni sueña con retirarse: en los últimos años interpretó en Barcelona La ópera de cuatro cuartos, de Brecht-Weill, con dirección del polémico Calixto Bieito, y su propio show, Resiste Rossetto. Antes de partir, se despidió de Buenos Aires con el espectáculo Rojo tango y el consiguiente disco, Rossetto&Vinelli (que acaba de ser reeditado por Sony). Bueno, la señora que dejó pagando merecidamente a Mirtha Legrand en marzo de 2000, en esta revista –después de cantar deliciosamente un tango que hacía Sofía Bozán, “Qué querés con ese loro”– reaparece con su propio pelo rojizo y se define: “Un Rossetto al natural”. Sin botox y sin prótesis, espléndida desde sus casi dos metros, dispara: “Vengo con más de medio siglo en la mochila... Fifty years, más de 18 millones de minutos de vida”, detalla metiéndose a la platea femenina en el bolsillo. La señora a la que le gusta “hacer terrorismo emocional” aclara que esperó para volver porque le dijeron que “a los argentinos los calientan las jovatas: a más años, más rating...” Ya subida al caballo del desparpajo, despliega sus banderas: “Sumisión cero, chicas: ni amo, ni marido, ni partido... Me estoy preparando para tener una menopausia fundamentalista, teñida de intolerancia”, se divierte. Las mujeres encantadas, cómplices, la celebran. Al fin una mujer sexy, una artista prestigiosa, que pronuncia la palabra menopausia refiriéndose a ella misma, y en semejante ámbito... Francamente liberador. Después, Cecilia dialoga con las espectadoras, dice que le contaron que el pelo de ahí se te cae y va a parar a los tobillos. Pregunta si hay alguna señora entre el público que pueda dar testimonio. El domingo, por ejemplo, le contestó muy oronda una de 88, levantando una pierna: “Es mentira, quedate tranquila, estás divina”.
Entonces Rossetto arranca con el tango de Oscar Balducci, “Las de 50”, que dice, entre otras cosas picantes: “En cuestiones de catrera, pibe,/ el oficio es virtud,/ con cualquiera de nosotras/ podés perder la salud./ Si querés un tête-à-tête/ acercate, compañero,/ y no olvides de escribir/ el testamento primero./ Nosotras las de 50,/ podemos estar de 10/ y a más de un guacho polenta/ lo hemos puesto del revés./(...)/ Sin tangas ni siliconas,/ somos pura gentileza... /Alguna cana insolente,/ pero ciencia verdadera”. Así entona la cincuentañera, muy suelta de cuerpo y de espíritu, haciendo justicia con el público femenino que concurre al Maipo, en su mayoría mujeres maduras a las que conquista en buena ley, que la esperan a la salida y en la foto incluyen al marido, “porque él también está en los 50”. Unas cuantas ráfagas de fresco desenfado se cuelan entre las plumas, bajo las crudas luces a full, demostrando lo estimulante que puede resultar patear tabúes con taco aguja.
Maipo siempre Maipo, Miércoles y jueves a las 21. Viernes 20.30 y 23. Sábados 20.30 y 23. Domingos a las 19. Esmeralda 443.
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