Viernes, 5 de diciembre de 2008 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Los trabajos alrededor de la moda de la artista y también periodista paraguaya Claudia Casarino –quien oficia de editora en la revista femenina Vos y escribe sobre historia de la moda en la publicación Wild– remiten a una instalación de vestidos de tul blanco aludiendo a trajes de galas y ritos realizada en 2005, que admitió shifts con moños, visos y variaciones sobre el camisero en la Fundación Ricardo Migliorisi y reflexiones indumentarias y autobiográficas vía proyecciones aplicadas a prendas monocromáticas dispuestas en el interior de un placard que mostró en la Fundación Telefónica de Buenos Aires hace algunas temporadas. O un happening reciente –realizado en 2007– donde ella se cambió los jeans que usa habitualmente por un vestidito negro de factura elegantísima, un rodete con tiara, tacos de vértigo, maquillaje; y así ataviada, con guantes de goma naranja casi new rave y un kit de sustancias limpiadoras emuló a una mucama por horas súper chic en la galería Larissa Jiménez de Asunción.
En la última edición de ArteBa dos pequeños vestidos de comunión en dorado con su impronta cautivaron desde una galería boliviana enclavada en el Barrio Joven. Por otro lado sus reflexiones sobre el cuerpo se trasladaron a autorretratos en blanco y negro que irrumpieron tanto en las escaleras de una muestra en un museo de Cerdeña como en una intervención en un prostíbulo asunceño, llamada Am.Pm.
Durante noviembre, en el Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario, Casarino armó una puesta de 50 maniquíes fantasmagóricos con reminiscencias de los samurais de Miyake, revestidos con toiles reflexivas sobre morfologías en tul negro, llamada Uniforme y si bien advierte que tuvo algunos problemas con la puesta de luces, promete una nueva edición del proyecto con 200 piezas.
Como señaló en el catálogo el crítico Ticio Escobar –actual secretario de Cultura del Paraguay en sus reflexiones sobre la apuesta dark de la artista–: “Este juego entre el exceso y la falta, o entre el rito de la fiesta y el de la pérdida –expediente fundamental en todo planteamiento acerca de la representación– apenas roza la figura de la disponibilidad del stock indumentario y se centra en otra tensión, para apuntar luego a significados socioculturales que rodean la escena estricta de lo ofrecido o sustraído a la mirada. Estos trajes oscuros logran producir sombra mediante la superposición de decenas de piezas iguales. En rigor, este procedimiento no arroja sombra (salvo la proyección de las costuras que trazan breves líneas sobre el suelo), sino que parece reabsorberla, provoca por condensación una oscuridad densa que, más que mancha sombría, es masa nocturna, compacta negrura vuelta sobre sí”.
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