Viernes, 12 de marzo de 2010 | Hoy
TEATRO
Laura López Moyano se destaca como la narradora aristócrata de Ala de criados, la obra que dirige Mauricio Kartun y que hace poco se estrenó en el teatro más prestigioso de Montevideo y ya está de vuelta en Buenos Aires.
Por Sonia Jaroslavsky
A medida que corren las preguntas, responde con un verdadero arsenal de historias, anécdotas y reflexiones sobre el lugar del artista en la sociedad. Teatro para pájaros, de Daniel Veronese; Budín inglés, de Mariana Chaud; Acasusso, Bizarra de Rafael Spregelburd y La escuálida familia de Lola Arias son sólo una muestra de más de una veintena de recordados espectáculos en los que Laura ha participado. Hoy, se luce con su Tatana (aristócrata criolla, promesa de escritora a lo Victoria Ocampo) en la obra Ala de criados, escrita y dirigida por uno de los autores más agudos de nuestra escena porteña: Mauricio Kartun.
Hija de padres maestros, militantes y sindicalistas, ellos le enseñaron a luchar por sus ideales y la estimularon en sus estudios de actuación desde pequeña. “Mi papá es Moyano, pero nada que ver con el camionero”, aclara por las dudas. A los 11 daba sus primeros pasos en La Galera Encantada, una escuela de teatro para niños. A los 15 se las ingeniaba para ir por la mañana al colegio, por la tarde a La Escuelita –escuela de actuación dirigida a adolescentes que dependía de la Escuela Municipal de Arte Dramático– y por las noches al IVA (Escuela de Arte Labardén) para seguir practicando las artes escénicas. Decidida su vocación con fundamento asentado en sus estudios, continuó aprendiendo con diversos maestros: Héctor Bidonde, Pompeyo Audivert y Rafael Spregelburd, entre otros.
Quedó seleccionada para el personaje de Tatana a través de una audición: “El siempre hace audiciones, porque primero Kartun escribe el texto, entonces le interesa en una segunda instancia corporizar a través de los actores aquello que está en papel. De esta manera él se imagina la obra pero en el escenario. Yo había hecho la audición para hacer el personaje de la vaca en su obra anterior, El niño argentino, en el Teatro San Martín, y había quedado elegida, pero estaba con otro espectáculo también en un teatro oficial y no pude aceptar, tuve que elegir. Por suerte me volvió a convocar”.
Tatana, con ropas de montar, se propone ser la escritora-narradora (a modo de diario personal) de una historia de amor, locura y muerte en Mar del Plata en enero de 1919. Ella y sus primos Emilito (Esteban Bigliardi) y Pancho (Rodrigo González Garillo) se entretienen en el alejado refugio del Club de Tiro a la Paloma, del que su abuelo “el Tata” –un patrón oligarca– tiene el honor de ser presidente vitalicio.
La “atracanada bolsheviki”, como la nombra Emilito, se encuentra en Buenos Aires.
Del 7 al 17 de enero del 19, en un sofocante verano, sucedió lo que se conoce como la Semana Trágica, una sangrienta represión de obreros, socialistas, anarquistas y sindicalistas. Muchos perdieron sus vidas a manos de la policía, de los instigadores de clases acomodadas devenidos en grupos paramilitares, la Liga Patriótica Argentina.
En la obra, Tatana y sus primos están bien servidos por Pedro (Alberto Ajaka), un robusto cuentapropista que no le tiene asco al yugo y dice que “de manera pasajera se aloja en el cuarto del ala de criados”, como para diferenciarse de la “plebe”, y arrimar –a través de “engañifas”– a constituir lo que será una incipiente y poco prometedora clase media.
–Recuerdo que Kartun me decía que tenía que pensar en un stand-up pero de 1920. Eso fue lo peor que me pudo pedir porque yo no creía tener capacidad para el stand-up. ¡Usar tu personalidad para que se rían de ti! No, no era para mí. Yo necesito todo lo contrario en el escenario: una máscara bien armada. Kartun me tuvo mucha paciencia, y por suerte es muy tranquilo para trabajar, ya que los textos son muy difíciles de estudiar: son como un glosario de lunfardo de 1920. La idea era que el texto no fuera ni muy duro ni solemne, ni sonara distanciado para el espectador.
–Sí, claro. El me insistió en que utilice las mismas palabras que estaban escritas, no me dejó usar sinónimos. Estaba acostumbrada a trabajar con Rafael Spregelburd o Mariana Chaud, y con tantos otros, donde había cierta libertad para cambiar un poco el texto, y creo que es una forma válida, pero en esta textualidad es muy claro que no se puede cambiar nada. Kartun me decía todo el tiempo que la puntuación es la música de mi personaje, la música de mis textos. Respetando esa puntuación se configuró el ritmo propio de Tatana.
–No trabajamos específicamente sobre el movimiento obrero, aunque es un tema interesantísimo, porque la obra pone el foco en La Liga Patriótica que sale a matar a los anarquistas y de paso lanza su furia contra los judíos. Leímos sobre cómo se fueron organizando los anarquistas, porque en la obra justamente los primos y Pedro atacan la biblioteca “Juventud Moderna”, “un nido ácrata”, según ellos. Por otra parte, estudiamos la idea del cinismo y Diógenes porque Tatana aborda una visión distanciada y cínica en la manera de encarar los acontecimientos. También leímos mucho libros como En la semana trágica, de David Viñas; Mar del Plata, el ocio represivo, de Juan José Sebreli; La Alta Sociedad de la Buenos Aires de la Belle Epoque, de Leandro Losada, y Crónicas de la Semana Trágica, de Beatriz Seibel. En la obra hay algo donde los personajes son muy coherentes consigo mismos y también con la historia argentina.
El personaje es narrador pero entra y sale de la historia. La idea es que ese ingreso a la historia o esa cercanía en proscenio con los espectadores sea lo más natural posible. Siempre trabajé con la idea de una Victoria Ocampo. Ella se rodeaba de artistas, escritores y los congregaba en su casa y contaba historias. Le gustaba manejar la situación (decidir a qué hora se comía, que nadie tomara alcohol), el que iba a su casa estaba sometido. Los que la rodeaban aceptaban esto para estar bajo su gracia y su arte. Esta idea de manejo de la situación es la que se aborda con Tatana que rompe la cuarta pared y regresa a la ficción propuesta de manera casi coreográfica.
–Una aristócrata rebelde que no puede abandonar a su clase. Cuestiona todo lo que tiene la aristocracia de despreciable a través de la figura de sus primos Pancho (Rodrigo Gonzáles Garillo) y Emilito (Esteban Bigliardi). Tatana se regodea a través de las palabras, en especial con el uso y abuso del francés, para demostrar que es viajada. Es su manera de negar todo lo que desea. Critica a su propia clase pero a la vez no deja de ser de su propia clase y, al momento de decidir: ¡Zas! Jamás va a abandonar a su familia, al “Tata” y ayudar a Pedro. Me costó mucho sostener la aristocracia de Tatana, ya que no quería hablar con la papa en la boca o abordar una representación vacía de la aristócrata. Tenía que construir una que yo pudiera encarnar. Para eso me reuní varias veces con la actriz María Inés Aldaburu, que realizó un espectáculo sobre la figura de Victoria Ocampo y con una generosidad formidable, me brindó material, me leyó libros y me contó historias de ella. ¡Té, jengibre, veinte libros y María que me actuó a la Ocampo mientras yo tomaba notas!
–Victoria Ocampo lo hizo. Hizo algunas locuras como divorciarse en su luna de miel, en una época donde realizar ese gesto resultaba bastante complicado para una mujer. Pero es verdad que hay otros deseos que no se animó a cumplir, como tomar la decisión de ser actriz. Sus padres se opusieron fervientemente. A diferencia de la Ocampo, Tatana se encuentra en un mundo de hombres y creo que siente odio por la mujer y algo de esto se modifica cuando conoce su sexualidad con Pedro. Ella es muy masculina porque de esa forma pelea por su identidad y lugar en el mundo. No quiere ser la mujer de, quiere ser mujer a secas. Le gusta reafirmar su poder frente a sus endebles primos. Creo que le gustaría ser hombre, aunque no esté explícito en la obra, porque ella lo relaciona con el deseo de tener una identidad. Pero en este mundo es un poco como dice el personaje de Pedro: “Teniendo plata se obtiene la verdad”.
Ala de criados. Viernes y sábado, a las 21. Domingo, a las 20. Teatro del Pueblo. Av. Roque Sáenz Peña 943. $40. 4326-3606.
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