Viernes, 12 de marzo de 2010 | Hoy
TEATRO
La ira de Dios, título de buenas a primeras muy impactante, es el nombre del ciclo que lleva a cabo el área de Tecnologías del Género en el marco de los festejos por el Mes de la Mujer en el Centro Cultural Ricardo Rojas. Las creadoras convocadas para tal fin son seis: Bea Odoriz, Susana Villalba, Mónica Salerno, Sol Pérez, Milagros Ferreyra y Ariana Harwicz.
Por Sonia Jaroslavsky
La propuesta toma como eje las plagas que según las creadoras “para el Antiguo Testamento resultan una advertencia por la esclavitud de los judíos en Egipto y para el Nuevo Testamento representan la ira de Dios, arrepentido de la creación de lo humano por su avaricia y egoísmo”. La actualización de estas plagas está encarada desde una mirada femenina que abarca desde las catástrofes naturales como terremotos y tsunamis hasta la violencia de género hecha acto. El grito premonitorio de advertencia, cercano a un Dios lejano, se vuelve palpable y real, inunda a los espectadores de una profunda crítica por los males que aquejan a este mundo. ¿Catarsis sanadora?
La ira de Dios se compone de dos partes. Los jueves se presenta la Parte 1 y los viernes la Parte 2 y cada parte contiene tres obras breves sin cortes. A su vez cada obra guarda relación y coherencia con la totalidad del proyecto. La Parte 1 está formada por La emisaria, escrita por Sol Pérez, quien comparte la dirección con Mónica Salerno; Inundación, escrita y dirigida por Mónica Salerno, y La muerte de la primogénita, de y por Susana Villalba.
En esta edición abordamos la primera parte que presenta tres temas con una puesta en escena simple y una remarcable profundidad poética: las langostas, el caso Romina Tejerina y la inundación y la mujer guaraní. Lejos de la ilustración literal, cada trabajo es reformulado bajo la luz de los parámetros teatrales. En la labor conjunta de estas creadoras el espesor de las asociaciones aumenta significativamente.
La emisaria, a cargo de las actrices Analía Cabanne y Mora Elizalde, juega con el contrapunto entre una plaga legendaria como la de las langostas y una plaga moderna como la de la saturación tecnológica. El personaje de La Mujer, emisaria de textos en verso, voz de mujer adulta del interior y fuente de sabiduría natural, trae a escena el relato del aluvión de langostas que se cuelan por todos lados. El otro personaje, La Chica, joven cibernética, se contornea hiperquinética arriba de una mesa en el fondo de la escena. Síntesis de su estado es el siguiente texto que imparte: “Siento que tengo muchas manos pero no puedo tocar a nadie”. Sol Pérez y Mónica Salerno calan hondo y estructuran un tiempo aletargado y un tiempo acelerado propuesto por el ritmo de estos dos personajes, que se intercalan rápidamente en su habla y en su presencia corpórea pero no dialogan ni se miran en ningún momento. El resultante es un extrañamiento de la escena y el espectador tiene que decidir a que tiempo sustraerse. La puesta propone el paralelismo de regímenes temporales y en su fricción repone la reflexión acerca del propio tiempo.
Inundación, interpretada por Lela Cabrera, Marina Cáceres y Gabriela Pastor, aborda el tema de la esclavitud moderna como por ejemplo la de los talleres de costura ilegales donde ocultan a extranjeras. Aun cuando el agua avanza y no las deja respirar ellas no escapan. Se quedan y esperan una contraorden, pero nadie llega. “El agua es más fuerte y siempre vuelve”, dice la que habla en castellano. Las otras dos mujeres hablan mitad guaraní con dulce sonoridad, mitad castellano. El guaraní resultará el único espacio de libertad para las dos muchachas: “Lejos de la mirada del jefe hablan de lo que no pueden hablar mientras trabajan, hablan en su lengua íntima, se ríen, confiesan sus sueños. En guaraní mujer se dice “cuñà” que significa “lengua del diablo”.” Estas mujeres se solidarizan por su propia condición de género y porque son extranjeras, dicen que se tienen que cuidar más. Por eso inventan historias porque las historias sirven para cuidarse. En esta propuesta hay un exquisito trabajo en manos de Mónica Salerno.
Por último, La muerte de la primogénita, interpretada por Soledad Oubiña, es un cachetazo sin respiro, un texto que maneja las tensiones con una voraz poesía donde la triste realidad se cuela como un golpe seco sin escape posible. Una luz puntual enmarca a una joven dispuesta a contar su historia. De a poco se observan muñecas dispersas en el suelo y un altarcito con imágenes de Santa Evita, la Difunta Correa o la Virgen María. A mitad del relato es que se configura el espacio que enmarca la acción: una cárcel. Una joven en una cárcel que juega con muñecas, estampada o crucificada como joven niña y madre asesina. Estampa que anuló el tiempo y ella que en su deseo juega como niña, mientras su cuerpo es joven pero habla como adulta.
Susana Villalba propone un monólogo inspirado en el caso Romina Tejerina: la joven jujeña que apuñaló a su beba sietemesina producto de una violación que no fue considerada atenuante y que hoy cumple una condena de catorce años en una celda para madres. El monólogo de la joven mezcla su juicio con el juicio bíblico. “Y usted, me dijo la ilustre estéril, como hace la yacaré se pone la hija en la boca, aunque todos crean que es para tragársela, es por protección, son tiempos salvajes. Si los dioses comen a sus hijos, las diosas tienen que parir piedras”. La vida y la muerte se funden en el cuerpo de la joven niña: “Y supe que el tiempo por venir ya se había ido.” ¤
La ira de Dios. Parte 1. Todos los jueves de marzo, 21 hs. Parte 2. Todos los viernes de marzo, 21 hs. Centro Cultural Rojas. UBA. Av. Corrientes 2038. $ 20.
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