Viernes, 1 de marzo de 2013 | Hoy
Resistencias El colectivo agroecológico santafesino La Verdecita propone un paradigma donde el consumo de alimentos y el modo en que los humanos nos relacionamos con la naturaleza constituyan hechos netamente políticos. Trabajan la noción de género junto a las de soberanía alimentaria y economía del cuidado, poniendo énfasis en la necesidad de la conservación de la naturaleza para la reproducción de la vida y en las mujeres, poseedoras de saberes y experiencias para esa tarea.
Por Clarisa Ercolano
Dejar la alimentación en manos del mercado ha significado que los alimentos recorran una ruta comercial hasta donde esté el dinero y no hasta donde están los platos vacíos. Desde el colectivo agroecológico La Verdecita explican lo que significa la pérdida de la soberanía alimentaria, esas dos palabras que forman el concepto que vienen defendiendo con acciones, en plena patria sojera, en la provincia de Santa Fe. Silvia Papuccio de Vidal, coordinadora técnica de la Escuela Vocacional de Agroecología (EVA) que desde el 2010 funciona en la Granja, define “soberanía alimentaria”: “es la capacidad de autoabastecimiento y el acercamiento físico y económico a alimentos inocuos y nutritivos que tienen la unidad familiar, la localidad y el país mediante procesos productivos autónomos. Concebida de esa forma, está íntimamente relacionada con la defensa de la producción y el consumo de alimentos en el interior de cada país y tiene un fuerte componente identitario y de rescate y revalorización de los modelos productivos agropecuarios no capitalistas. Sus premisas fundamentales son: la capacidad de control y decisión soberana en toda la red alimentaria desde la producción hasta el consumo y la necesidad de velar por el autoabastecimiento local, regional y nacional”.
–Por estar las mujeres a cargo de las tareas de cuidado en el interior de las familias –entre ellas de la salud, educación, alimentación–, ellas son portadoras de prácticas y conocimientos genuinos desarrollados a través de los años y transmitidos de generación en generación para la reproducción social. El mandato asignado a las mujeres de sostenimiento de la vida se extiende al plano comunitario y al cuidado de la naturaleza, es por eso que es frecuente ver en primera fila y en los primeros estadios de un conflicto socioambiental en las áreas rurales a las mujeres cerrando el paso a las maquinarias que desmontan sus territorios para sembrar soja o para oponerse a la megaminería. También en las ciudades son ellas las primeras en organizarse para instalar y sostener ollas populares y comedores comunitarios en momentos de crisis y para denunciar problemas de salud producto de la contaminación industrial.
Son también las mujeres quienes tienen a su cargo el poder de decidir qué alimentos se consumen en el interior de los hogares. Este poder es relativo para el caso de los hogares pobres, en los cuales no es posible adquirir libremente los alimentos para preparar la comida.
–La pobreza, la agricultura industrial y otros megaemprendimientos extractivos contaminantes, el mal llamado libre comercio internacional, la falta de políticas nacionales que regulen la propiedad de tierra y el acceso a los alimentos para todas y todos los habitantes y que consideren esos recursos como bienes sociales y no especulativos, en síntesis, la tan arraigada ideología instaurada que pretende acabar con el hambre y la destrucción de la naturaleza con las mismas recetas que las han originado.
–No es posible circunscribirse a la labor de un solo ministerio. Requiere de un cambio ideológico y cultural que nos permita desaprender lo aprendido hasta ahora de cómo relacionarnos entre las personas y entre éstas con la naturaleza, cambiar el egoísmo y la competitividad del capitalismo por formas más solidarias y equitativas. Sólo la soberanía alimentaria es competencia al menos de tres ministerios –el de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación, el de Salud y el de Desarrollo Social– y una secretaría, la de medio Ambiente y Desarrollo Sustentable. Un buen punto de partida sería sensibilizar y capacitar en género y ecología a todos sus integrantes –desde las bases a los decisores políticos– e informar a la población sobre los riesgos para la salud humana y la naturaleza que representan la producción, circulación e intercambio de alimentos como se viene realizando en el país, que es insostenible en términos energéticos e inequitativo en cuanto al acceso a la comida y su disponibilidad a futuro. Difundir y apoyar iniciativas de producción agroecológica y comercio solidario de proximidad territorial en igual proporción que se apoya técnica y económicamente a la agricultura a escala industrial, así como valorar las tareas de cuidados a las personas y a la naturaleza que constituyen un trabajo que vienen realizando históricamente las mujeres y que estaría bueno que sean cada vez más compartidas y realizadas por los varones, serían otras estrategias para alcanzar los objetivos de acabar con el hambre y la crisis ambiental que nos afecta.
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