Viernes, 24 de mayo de 2013 | Hoy
ARTE
La artista rosarina Nicola Costantino está por vivir uno de los momentos más importantes de su carrera: la inauguración de su exposición Eva-Argentina. Una metáfora contemporánea en la 55ª Bienal de Venecia, en la que dispondrá del pabellón argentino recientemente restaurado, una superficie de 500 metros, donde Constantini le pondrá el cuerpo a la intimidad de Eva Perón a través de cuatro instalaciones.
Por Malena Rey
Nicola Costantino sabe que la de Eva Perón es una figura inagotable. Que es un símbolo popular, que pertenece a la idiosincrasia argentina, que las adaptaciones cinematográficas y literarias de sus distintos perfiles son vastísimas. Sabe que esta mujer emblemática de la sociedad y de la cultura trascenderá los hechos políticos e históricos puntuales porque está más allá de cualquier valoración o construcción mítica que se haga en torno de ella. También cree que el arte contemporáneo no se ocupó debidamente de abordarla. Entonces decide involucrarse con la Eva mujer, con su intimidad, con su emotividad; decide incluso cederle su cuerpo para que Evita aparezca como representante del país en la megaexposición que tendrá lugar en la Bienal de Venecia, espacio de consagración al que aspira cualquier artista, y que marcará posiblemente un antes y un después en su carrera.
Nacida en Rosario en 1964, hace tiempo que en sus obras Nicola venía demostrando que su propio cuerpo es la materia más maleable y adecuada para encarar distintos imaginarios e identidades como artista. Su encuentro con Gabriel Valansi en 2006 fue determinante para ingresar en el mundo de la fotografía: le permitió trabajar con su imagen en una serie que emulaba distintas obras paradigmáticas de la historia del arte, e incluso abordó distintos estereotipos femeninos –la trabajadora, la glamorosa, la femenina– como si fuera una Cindy Sherman vernácula. En su última muestra, Trailer, de 2010, convertida en sujeto y objeto de su obra, representó su propio embarazo atravesado por la construcción escultórica de su doble; el punto de partida y de llegada de su búsqueda estética está marcado por los límites de ese cuerpo.
“Cuando terminé Trailer quedé muy inspirada, tenía miles de ideas. Pensé en representar algún personaje femenino de la historia que me involucrara, y apareció Eva. Me interesa la marca que deja Evita en el registro emotivo por hacerse parte de nuestras vidas desde la infancia. Eva es todas esas mujeres que se ha dicho que fue. Y mi instalación tiene en su conjunto un matiz espectral que la recorre”, dice Nicola, quien para la Bienal preparó una obra compleja, dividida en cuatro momentos: una videoinstalación en una pantalla panorámica de 17 metros que representa la mansión por la que van entrando y saliendo distintas Evas –la actriz de la época de los vestidos floreados, la Eva de traje sastre y rodete, la Evita enferma, la Eva vestida por Dior para la gala del Colón–; un segundo momento en el que el espectador ve su habitación vacía, pero a Eva proyectada, fantasmal, en los espejos; un tercer momento, impactante, inspirado en el mito de su última aparición pública, representado por el arnés o vestido-máquina que se dice que utilizó para mantenerse en pie y saludar al pueblo desde el auto con Perón, cuando estaba muy debilitada por su enfermedad, y que aquí se mueve como poseído por sus sentimientos, como una metáfora de la desesperación ante la muerte, golpeando y chocando contra paredes de vidrio, y un cuarto momento, más abstracto, que simboliza el dolor del pueblo que ama y llora a su Evita con lágrimas de hielo: una montaña de llanto que se derrite y gotea monocorde como la tristeza profunda de su pérdida.
“Eva es un personaje político, público, siempre se la retrató hablando, dando discursos. A mí no me interesaban los balcones, ni los micrófonos, nada, por eso no incorporé ninguna de sus imágenes más conocidas. Quería que la exposición fuera un recorrido, y articular cuatro momentos que comienzan con esa especie de sueño hecho realidad de la mansión, y a partir de allí representar su intimidad, su dormitorio. Verla a ella, que era muy pública, en su faceta más íntima; verla transformándose y mostrar cómo todo se va poniendo cada vez más trágico y abstracto. De hecho, la historia del vestido-máquina es algo que a mí me impresionó mucho siempre. Pesaba 35 kilos, no se tenía en pie, y sin embargo se hizo hacer eso para saludar al pueblo. Ese gesto la retrata, la pinta a Eva en su dureza y en su fragilidad, en su bellísima locura. Y son aspectos, además, que muchos sectores del peronismo durante mucho tiempo negaron, como si tuviera algo de malo. Este objeto puesto en movimiento quedó poseído por esa energía de ella, de no querer morirse, de luchar aunque no se tenga en pie, y está ese odio y esa bronca ante su final inminente. Es muy angustiante y muy conmovedor. Y la obra de las lágrimas es el dolor en sí. Había varias cosas que a mí me impresionaron siempre: una eran las imágenes de los funerales de Eva, que quería plasmar de alguna forma, ese sentimiento de pérdida de millones de personas. No quería usar ni su cara ni su iconografía”, dice Costantino.
–Descubrí que tengo gran ductilidad en lo fisonómico. Me encanta encarnar un personaje y hacer algo desde lo actoral, pero creo que nunca diría ningún texto, nunca hablaría. Me interesa trabajar desde lo gestual, porque de otra forma sería hacer cine o teatro, y yo quiero hacer algo que esté entre el cine, el teatro y el arte. Eva soy yo porque no se me ocurriría otra cosa, porque me interesa lo performático. Si tuviera que ponerme a hacer un casting y elegir a otra, no sería mi obra. Tampoco se me ocurriría incluir personajes masculinos; el trabajo actoral lo hago yo: armé seis Evitas a través de los gestos y el movimiento, del andar y la postura, viendo cómo a partir de eso aparecían sus distintas personalidades. Le presté muchísima atención al vestuario, hice yo misma todos los vestidos. Para la réplica del vestido de Dior estuvimos un mes plisando tul... Adoro hacer los vestuarios, desde chica que diseño y hago ropa, como en Peletería humana: la vestimenta en mi trabajo tiene un papel importante. El problema era que no me veía Eva para nada... Me hice hacer corsets y corpiños, y modelé mi cuerpo como lo tenían Eva y las mujeres de esa época. Y si bien mi cara no se parece a la de Eva, me di cuenta del poder que te da la vestimenta. Cuando me ponía la ropa, sentía algo adentro muy fuerte. Cuando me puse el vestido de Dior no lo podía creer, entré en shock. El rodete, el peinado, todo eso me hizo sentir diferente. Quiero que se vea el aura de Eva. Yo quiero desaparecer.
El relato de la intimidad de Eva, una mujer que fue tantas, a través de las cuatro instalaciones, tenía otro destino en un primer momento, cuando Nicola imaginó montar su proyecto en algunos espacios del circuito local: “Cuando decidí que quería trabajar con Eva, pensé en el Centro de Experimentación del Teatro Colón. Estuve ocho meses tratando de conectarme con el director pero no había director. Y cuando finalmente hubo uno, me dijeron que allí no hacían muestras de arte. Entonces me ofrecieron el Museo del Bicentenario, y me gustó la idea de hacerlo allí porque era muy importante que la instalación estuviera relacionada con el edificio, y el Museo está al lado de la Casa Rosada. Pero estuve otros seis meses esperando una fecha para inaugurar, y tampoco se dio. Mientras tanto, yo seguía produciendo. En octubre de 2012 fui a hablar con Guillermo Alonso, que en ese momento era el director del Museo Nacional de Bellas Artes, y él, que estaba en el Comité de Selección de la Bienal, me dijo que presentara el proyecto. Por suerte, el hecho de que no se haya concretado antes me dejó con la obra terminada e inédita, lista para exhibirla en Venecia”, dice la artista, entusiasmada. El comité de selección (integrado por Adriana Rosenberg y Jacobo Fiterman, entre otros) quería que una mujer representara al país en esta edición de la Bienal, y qué mejor que a través de la faceta más emotiva de Eva, más cerca de su sensibilidad que de la apropiación popular e iconográfica.
–La Presidenta le puso el título a la obra, no yo. Mi título era Eva, rapsodia inconclusa, porque para mí Eva, la figura de Eva, es como una obra maestra del romanticismo. Tenía ganas de relacionarla con una forma musical, la rapsodia, que tiene partes totalmente diferentes en una sola obra, como mis cuatro instalaciones. Y lo de “inconclusa” es porque ella muere joven, como toda heroína del romanticismo, entre la gloria y la tragedia. Cuando Cristina conoció el proyecto, dijo: “Esto se tiene que llamar Eva-Argentina. Una metáfora contemporánea”, que será el título de esta exposición. La obra se llama Rapsodia inconclusa.
–Con ella directamente, no. Pero yo sé que le gustó mucho y que lo entendió perfectamente. Le puso el título y opinó mucho sobre cada obra. Es una mujer que entiende y se involucra, y obviamente esto la conmovió. Yo me imaginé que le iba a gustar porque ella es de poner a la mujer adelante, y siempre le interesa rescatar la fuerza de Eva. Me fueron llegando sus opiniones a través de Magdalena Faillace, la directora de Asuntos Culturales de Cancillería. No hay dudas de que Eva es de todos. No es sólo peronista. Yo no soy peronista, nunca fui peronista ni kirchnerista, pero en mi casa, sin ser peronistas, una de las cosas más fuertes de mi infancia fue esta figura de Eva, sus funerales, todas sus historias. Tengo como el sueño de hacer justicia desde las artes plásticas, que le deben una mirada más elaborada, más original. Desde la literatura, todo lo que se ha hecho con Eva son verdaderas creaciones, obras muy transgresoras, maravillosas. ¿Por qué las artes plásticas nunca hacen algo así?.
Eva-Argentina. Una metáfora contemporánea
55ª Bienal de Venecia. Del 1° de junio al 24 de noviembre. Curador: Fernando Fariña. nicolacostantino.com.ar
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