Viernes, 3 de enero de 2014 | Hoy
ENTREVISTA
Laura, vida y militancia de Laura Carlotto, es el libro de María Eugenia Ludueña sobre la hija mayor de Estela de Carlotto. La autora retrata la lucha de una joven que representa a muchas otras y a una parte de la militancia femenina de base. También muestra el clima y la historia de una época y es un legado para Guido, el hijo de Laura, secuestrado por la dictadura y que las Abuelas de Plaza de Mayo siguen buscando.
Por Luciana Peker
No quiso bautizarse. No quiso festejar los 15. No quiso festejar su casamiento. La rebeldía imprimió su sello. Pero no era una oposición parca. La alegría se canalizaba por su propias deseos y decisiones: con los colores que sacaba de la pinturería de su papá, en donde ella trabajaba, pintaba su propia casa y sus adornos: platos, banquitos de madera, tazas con flores. La fiesta –al tono con la época, con su militancia, con sus convicciones– le parecía un gasto burgués. Sin embargo, en la reunión familiar que hizo en su casamiento con Cascote, como le decían a su marido, se plasma la foto en la que se la ve en las imágenes que la recuerdan los 22 de junio y que, todavía, la llaman, la nombran, la piden, no la olvidan. “Dicen que las personas sólo mueren cuando se las olvida”, escribe Estela de Carlotto en el prólogo del libro Laura, vida y militancia de Laura Carlotto (Editorial Planeta), de María Eugenia Ludueña. Y tal vez por eso se entienda que, en una entrevista de la periodista, ella le contó que quería que se escribiera la historia de su hija y Ludueña recogió el desafío. Ahora, además, la legisladora porteña Susana Rinaldi presentó un proyecto para declarar de interés para la promoción y defensa de los derechos humanos el libro que narra a través de una historia singular, una historia colectiva.
Una historia en donde las convicciones eran tan fuertes como para que Laura estudiara historia en La Plata y militara sin margen de dudas a través del contagio por la interpelación social que le había sembrado en el secundario una profesora de historia. Pero también por replicar la siembra a la vida. A los 19 años se embaraza por primera vez. Después, pierde ese bebé. Tiene fuertes dolores y un aborto espontáneo. Perderá después otro embarazo. Y las noticias contarán que ya secuestrada por la dictadura, en noviembre de 1977, a los veintidós años, llevará adelante un embarazo y nacerá su hijo, alrededor del Mundial de 1978, al que llamará Guido, como su padre (ya fallecido), al que adoraba. Un hijo que todavía Estela y las Abuelas buscan. Un nieto que todavía falta recuperar. Uno más. El hijo de Laura. Por el que Estela se convirtió en presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
Estela quiere que si algún día Guido aparece y sabe su verdadero nombre –el que le quiso poner su mamá Laura–, se encuentra con su identidad, pueda leer estas palabras: “Soy la mamá de Laura. La primera hija, la soñada, la querida, la esperada, igual que los otros tres que vinieron después. Pero ella fue algo especial por la vida que vivió: una vida corta, intensa, con mucho contenido. Vivió apurada, empapándose de su tiempo. Estaba atenta a aprender de cada momento, de cada lectura, de todo lo que la ayudara a pensar, hacer y participar. Entregó su vida por un ideal, por un compromiso con su pueblo”.
Las imágenes son caprichosas, curiosas, casuales o causales. Pero improntas de épocas y de mujeres que se entrecruzan. El actual diputado Remo Carlotto, hermano de Laura, confiesa en el libro: “Admito que me pasa una cosa: por la forma en que se arregla, Cristina Kirchner me hace acordar a Laura. Físicamente comparten un estilo, la onda, aunque Laura era dos años menor que Cristina. Se arreglaba mucho. Siempre fue ordenada, tenía los aditamentos de la niña ideal, de lo políticamente correcto, antes de la militancia. Eso forjó una forma de relacionarse con mi madre. Después, si hay algo que veo en eso, es que Laura la parió a mi vieja”.
–A fines de 2009, yo colaboraba con la revista de La Nación y entrevisté a Estela de Carlotto. Le pregunté si guardaba algún objeto especial para su nieto Guido y ella me contó que había recorrido el mundo y que de cada lugar se traía algún objeto, un pin, algo, y que lo guardaba en cajas y que esas cajas se habían llenado. Y que a ella le gustaría que hubiera alguien que escribiera la historia de Laura, si bien hay en Abuelas un pequeño archivo preparado para cada chico. Yo, sin pensar nada, le dije: “Yo la quiero escribir”. Y, curiosamente, en esa época iba al taller de Liliana Heker y tenía un cuento que tiene que ver con la dictadura y en el que había un personaje secundario que se llamaba Laura, por la hija de Estela, mucho antes de que esta historia llegara a mi encuentro. La nota salió en enero del 2010. Nos encontramos y las puertas se empezaron a abrir.
–A ella le costaba hablar de Laura en estos términos. Porque una cosa es hablar en la Justicia y otra cosa es contar relatos más íntimos de cuando Laura estaba lejos de ser una secuestrada por la Justicia. Escucharla a Estela desde ese lugar es muy conmovedor. Por ejemplo, cómo la hacía dormir a la noche o cómo era Laura de niña y ver en ella las primeras convicciones. Estela aclara que ella daría la vida por cada uno de sus hijos, pero que, por ser la primera, Laura fue especial. Y remarca que su familia vivía en una película, les gustaba el jazz, el cine norteamericano...
–Sí, sale de una película basada en una novela policial.
–Hay una sensación de que son los hijos los que parieron a las Madres y a las Abuelas. Ellas toman de sus hijos la metodología del plenario, del trabajo colectivo, cuando, en general, eran mujeres que no trabajaban con este tipo de organización. Remo dice que Estela fue una directora de escuela, instruida, interesada en el entorno. Pensaba muy distinto de como piensa hoy, pero tenía inquietudes. Pero esa frase de Laura hay que ver qué resonancias tuvo en Estela para que Estela se convierta en quien es hoy.
–Eso es algo que ella dice públicamente. Porque no es que le da vergüenza cómo pensó. Ves la biografía de Estela y ves el potencial de la transformación y cómo ser permeable a la vida y cómo dejar que te transforme, sobre todo cuando sos víctima del terrorismo de Estado. Es impresionante cómo ella transforma el legado de Laura y de tantos militantes desaparecidos y de los que tuvieron que irse del país y de los que tuvieron que quedarse acá de manera muy precaria. Son otras Lauras y otros jóvenes.
–Me interesaba que el libro tuviera aproximaciones de Laura en la intimidad: los hombres que la amaron, sus amigas, cómo era ella. Pero la historia de Laura sólo se puede entender en el contexto en el que transcurrió, si no es muy difícil de entender ese compromiso. Para entender a Laura hay que entender por qué actuó y cómo lo hizo.
–Sí, aunque no sea muy conocida. De hecho, muchos te dicen que era una militante muy periférica y muy de base. Eso la enaltece por el compromiso que asumió ocupando un lugar tan pequeño. Al igual que Laura, hubo un montón de personas que eran los “perejiles” y que fueron referentes de una generación. No fue uno, fueron miles. Las organizaciones eran súper verticalistas y machistas y las mujeres, salvo casos como el de Norma Arrostito, no ocupaban un lugar protagónico, a la par de los varones. El libro me permitió conectarme con una estirpe de mujeres valientes, convencidas, militantes de mucha lucidez y de mucho coraje que permitieron convertir su dolor en lucidez, como Estela, y mujeres de mucho coraje como Claudia Carlotto, la hermana de Laura, las que compartieron cautiverio con ella, de fortaleza, participación política, lucidez y sensibilidad.
–A través de su profesora de historia, Irma Zucchi, que está también desaparecida. Ella abría la cabeza de la gente y daba enseñanzas cuestionadoras de la historia, decía que no quería que memorizaran nombres grabados en bronce o fechas sino qué intereses estaban en juego y en qué condiciones se desarrollaban los acontecimientos.
–Sí, la mandaban a lavarse la cara, en el Normal 1 de La Plata, que era una escuela estricta en años estrictos. Era una forma de rebeldía ir maquillada. También fue una forma de rebeldía no querer tomar la comunión. Estela también la supo respetar. El libro habla de Laura y habla de Estela.
–Sí, se maquillaban y se peinaban de una manera bastante similar. Y tal vez tengan algo del fenotipo bastante parecido: el pelo, los ojos, la boca. Remo me marcó esto. Y Estela me dijo que entre ellos hablan, que Cristina le hace acordar un poco a Laura, en la manera de arreglarse, en la manera de ser. Estela dice que a veces piensa que Laura y Cristina pueden haberse cruzado en la Ciudad de las Diagonales, en los setenta, en alguna marcha y quién iba a decir que una iba a ser presidenta y la otra morir por sus ideales. Pero que Cristina sobrevivió para cumplir los de las dos. Estela no sólo ve un parecido físico sino una lucha en común.
–Sí, el parto está comprobado. Hay testimonios que cuentan que ella estaba embarazada, que hacía ejercicios de respiración porque ella era primeriza. Y además porque les ha contado a sus compañeras de cautiverio su extrañamiento porque, en situaciones normales, estuvo dos veces embarazada y dos veces los perdió y cómo en una situación extrema pudo llevar adelante su embarazo. Sus compañeras de cautiverio dijeron que Laura empezó con contracciones unos días previos a la final del Mundial ’78. Laura unos días no está, en La Cacha, de La Plata, y llega a contar que está unas pocas horas con el hijo y que le dijeron que se lo iban a entregar a su mamá. También le dijeron que su mamá no la quería ver nunca más y que la iban a llevar a una granja de recuperación para que se rehabilitara de su manera de pensar y que después iba a estar con su hijo. Ella presintió que no iba a ser así.
–Por lo mismo que no aparecen casi los cuatrocientos nietos que falta encontrar: porque hay un pacto siniestro de silencio. Me duele muchísimo pensar que hay gente que sabe dónde están estos chicos o a quiénes se los dieron. Esperemos que Guido aparezca algún día. Uno de los nietos de Estela que entrevisté, Juano, que es el hijo de Claudia, la hermana de Laura, y Jorge Falcone, el hermano de Claudia Falcone, me dice que cada día que pasa piensa que lo van a encontrar, pero que piensa que es un día menos sin Guido y que Estela ya está grande. Se ha acercado mucha gente mal intencionada, pero ninguna de las pistas ha dado resultado. Estela espera con ilusión, pero lo pone en el contexto de todos los nietos que faltan restituir.
–Estela es muy carismática, tiene mucha lucidez. Y es quien es porque no encaró una lucha individual sino colectiva.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.