las12

Viernes, 28 de noviembre de 2003

MEDIOS

Visible/invisible

Cuando los mecanismos tradicionales de representación ciudadana están en crisis, la radio se revela como un punto de llegada de un reclamo de participación que ingresa en lo público desde lo más privado. Es una de las premisas sobre la que trabajó la antropóloga Rosalía Winocur en su tesis Ciudadanos mediáticos. La construcción de lo público en la radio.

Por Soledad Vallejos

Pregúntate: ¿dónde está la radio? ¿Te acuerdas de las primeras imágenes de la radio, esas cosas enormes? Y ahora son cada vez más pequeñitas. Se volvió cada vez más invisible en la vida cotidiana, más ínfima y más privada.” La antropóloga Rosalía Winocur dice que ha de ser por eso que, en los últimos tiempos, poco y nada se ha empeñado el campo académico en reflexionar sobre los programas, los efectos y los usos sociales en que suele enredarse la radio. Tan importante es la televisión, tan grande e imponente su presencia, que poco a poco terminan por volverse invisibles las huellas actuales de ese medio que abrió las puertas a las sociedades del siglo XX, y que hoy, disimulada en su perfil bajo, sigue teniendo una presencia fortísima en la vida cotidiana. Preguntando por la radio, llegó Rosalía a dar los primeros pasos de un trabajo de campo de unos cinco años bajo la dirección doctoral de Néstor García Canclini, e indagando de a poco sobre esa presencia fue que llegó a tejer una investigación cuya respuesta la asombró a ella misma. En Ciudadanos mediáticos. La construcción de lo público en la radio (ed. Gedisa), la tesis de doctorado recientemente editada en Argentina (dentro de una colección que privilegia la divulgación antes que el debate herméticamente académico), Rosalía va desplegando una vuelta de tuerca a las revisitadas teorías sobre el ciudadano devenido consumidor, los estudios de recepción de los discursos mediáticos y los usos sociales de esos productos.
–Hay una cuestión interesante cuando haces etnografía, cuando haces observación de la vida cotidiana, del consumo, de la interacción de la familia: aunque haya muchos televisores en las casas, la familia tiende a nuclearse alrededor de la tv central; o si es clase media o alta, en la salita de ver tv. Les gusta compartir. En cambio, a nadie le gusta compartir su radio. Tú andas por la calle, o corriendo con el walkman, con tu radio chiquitita. A mí me dan mucha risa todas esas agencias que hacen estudios de audiencia para los anunciantes y les dicen: “Las personas gastan tantas horas de su día viajando en el transporte público, en el transporte público está encendida la radio, y usted ahí puede venderles desde un condón hasta una lavadora”. Es bastante lógico suponer que si vas sentada en el bus escuches la radio del chofer. Cuando con mis alumnos hicimos la investigación, teníamos el mismo prejuicio. El gran tema era qué escuchaba la gente. Pues la gran sorpresa es que la gente no escuchaba un carajo lo que decía la radio del chofer, a pesar de que podía compartir los mismos gustos y escuchar la misma radio. Es más, si llevaba una radio, estaba escuchando lo mismo, pero era mi radio. Increíblemente, la radio se ha convertido en un artefacto para marcar privacidad, para marcar territorio. Y ésa fue una de las maravillas que me enganchó de la radio, y me llevó a la pregunta de por qué se volvió invisible.
El escuchar la radio, a medida que avanzaba la investigación, fue revelándose como un ejercicio de la individualidad y el espacio propio, una suerte de lugar personal que puede comenzar a desplegarse en cualquier momento del día, acompañando los despertares en la mañana, prolongando las burbujas subjetivas en las calles, o en espacios laborales, pero, en todos los casos, se mostró como punto de llegada de un reclamo de participación por parte de los y las oyentes. Llevada adelante en México DF (donde Rosalía está radicada desde hace unos años), la investigación de Ciudadanos... contó, quizá, con el aporte invalorable del panorama radial de una ciudad plagada de ofertas más que variadas. En lugar de fragmentar públicos a partir de edades y pertenencias socioculturales como la tv, sostiene, la radio opta por diferenciar su público en función de intereses colectivos definidos por acciones y necesidades: “Los ciudadanos organizados, las mujeres golpeadas, los empresarios”. Cada uno de esos sectores reclama, exige ser escuchado y debatir en público, aunque sin salir de su casa.
–Existen y pueden existir muchas opciones, ventanitas para asomarse, para participar, para volverse visible... porque no hay manera de trascender si no es a partir de los medios. Esa es hoy la gran obsesión de cualquier movimiento organizado y de cualquier ciudadano: poder volverse visible, poder trascender. Y la radio empezó a crear un montón de esas ventanitas. De repente, tú te pones a pensar en términos de participación política, civil, cuáles son los lugares que tienen los ciudadanos para participar. Los mecanismos eleccionales, los mecanismos tradicionales de representación están en crisis de legitimidad, en crisis de credibilidad, no representan a nadie, no significan opciones para nadie. Esos mecanismos perdieron legitimidad, pero no por eso desaparece la necesidad de la gente de participar. Claro, en nuevas condiciones, pero hay que hacerse cargo de eso, porque si no, no puedes comprender las posibilidades de ampliar y democratizar la esfera pública, porque actualmente el ciudadano común y corriente participa de lo público desde su casa.
–¿Ingresa a lo público sin abandonar lo privado?
–Sí. La gente ha separado mucho lo público: lo público no siempre es lo bueno, muchas veces es lo amenazante, lo peligroso, es lo que está afuera de tu casa. Cuando la gente llama a la radio, suele hacerlo desde su casa, y de todas las llamadas a la radio, por lo menos durante mi investigación, lo que menos hay son las de movimientos organizados o colectivos. Ahí está el individuo, el tipo que se siente solo, la tipa aburrida en su casa. Porque, además, lo público hoy día se construye en los medios. Cuando vas a participar de algún acto, te asegurás de que se vea. En muchos lugares, que los medios sean testigos es una de las pocas garantías de supervivencia, es necesario que se vuelva visible. Pero, a la vez, sabés que esa trascendencia, esa validación, esa visibilidad sólo consigue resolverse cuando alguien te ve desde el sillón de su casa, cocinando o revisando la tarea. Esa es la paradoja. De todas maneras, a partir de ahí se abre otra pregunta, porque estamos de acuerdo en que público hay, y también en que participa desde su casa, pero ¿todo el mundo registra lo que dicen los medios y le asigna importancia? ¿Qué es lo que te queda? ¿Qué omites y qué registras?

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